- Redacción
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- 2006-09-01 00:00:00
Al pie de los molinos de viento de Campo de Criptana, Alejandro Fernández ha recuperado una hermosa construcción típica manchega y la hace crecer convertida en una moderna bodega, vínculo familiar con su historia. El nombre elegido -El Vínculo- es un homenaje a la vieja bodega paterna, allá en Castilla la Vieja, en tierras del Duero, lo que constituye, a la vez, un homenaje y una continuidad en la tradición vinícola de los Fernández. La primera añada, la del 99, hizo su debut en Diciembre de 2001, con la misma variedad de uva -la Tempranillo, eso sí, de La Mancha- y el mismo proceso que ha afamado a sus hermanos de la Ribera y de Zamora. Una fórmula acuñada y personalizada que distingue al grupo Pesquera. Aquí hace más sol, más calor, menos humedad, el mismo frío. Un clima continental extremo, en el que gélidos inviernos dan paso, casi sin transición, a ardientes estíos. Desde 15º bajo cero a 45º C en el tórrido verano, y más de tres mil horas de sol directo cada año. Aunque el terreno es llano, las barreras montañosas que rodean toda la región dificultan la entrada de cualquier atisbo de húmedad procedentes del mar. La norma son sequías, a veces muy prolongadas. De ahí que, para asegurar la calidad óptima de la uva en el momento de la vendimia se haga imprescindible un comedido riego por goteo, que se suma a otros cuidados puntillosos de las viñas concertadas. El vino se hace en la tierra En tres décadas de historia, la visión y la mano de Alejandro Fernández han consolidado el Grupo de bodegas como modelo de buen hacer. Ha convertido en arte la transformación de la Tempranillo en vinos originales, con estilo y carácter propios. A la primera bodega -Pesquera, ubicada a orillas del Duero y nacida en 1975- se han ido sumando Condado de Haza, en la burgalesa localidad de Roa y, en tierras zamoranas, la caprichosa Dehesa La Granja, donde este verano se celebró una memorable cata para conmemorar los 30 años de historia y éxito de la marca. En El Vínculo, junto a Alejandro, ejerce de enóloga su hija Eva y de factotum Pepe Pérez Gustoso. Es él, entusiasta, enamorado de la bodega y de su pueblo, quien ejerce de anfitrión con las visitas y quien controla las obras que ponen en pie sueños, como un comedor diáfano, con vigas de 10 metros, donde acoger a quienes se acerquen a visitar sus dominios. Las botellas de El Vínculo viajan desde esta ínsula a todo el mundo; la casona, junto a las oxidadas vías del tren, ha duplicado su capacidad con una nueva nave como almacén, una sala de exposición y, en el patio, brillantes depósitos bajo las tejas. Alejandro buscaba uva para elaborar un vino en La Mancha, y Pepe le ofreció los derechos de unas cepas añosas, retorcidas como olivos, verdaderos diplodocus de la viticultura, esas que jalonan toda la zona y que parecen plantadas antes de la primera edición del El Quijote. Esa feliz conjunción ha dado sus frutos, más de 300.000 kilos en la última vendimia, y una obsesiva búsqueda de calidad que sigue siendo un proyecto creciente, imparable. Dos vinos, en dos palabras Frente a la tradicición local, los vinos de Alejandro inauguraron aquí la crianza. Este el el resultado: El Vínculo Reserva 2002 Tempranillo 100 %, 14% vol., 24 meses en barrica de roble americano y 12 meses en botella. Muestra un color rojo cereza intenso, con reflejos granates y apuntes atejados. Su aspecto es brillante. En nariz hay recuerdos finos de coco, ciruelas negras y cerezas bien sazonadas. La madera no eclipsa su carga frutal. En la boca entra con suavidad y se aprecia una carga frutal muy madura; es amplio en matices y presenta un gran equilibrio. Es ideal para acompañar a estofados de caza menor de pelo y pluma, como la perdiz, reina de la gastronomía manchega. No desentona con carnes rojas a la parrilla. Conviene decantarlo media hora antes de su consumo. El Vínculo, Crianza 2003 Tempranillo 100%. 13,5% vol., 18 meses en barrica de roble americano y 6 meses en botella. Color intenso rojo cereza bordeado en granate oscuro. Su aspecto es límpido. Huele a frutas -negras y rojas- bien maduras, y el roble americano de las barricas aporta complejidad. Hay recuerdos de vainilla y de cedro. En boca es carnoso, muy sustancioso, con la acidez justa y la frutosidad muy madura. El conjunto es potente y balanceado.