- Redacción
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- 2013-08-27 15:20:34
La grandeza es algo que va más allá del tamaño: es soñar y saber poner en pie los sueños. Y así es desde el primer movimiento, desde la primera ampliación en Valdepeñas, la empresa familiar Félix Solís. Un sueño, un viaje a las mejores denominaciones de origen españolas y al mundo.
A finales de la década de los noventa, la marca Félix Solís Avantis decide que su evolución ha de ser incrementar su ya amplia oferta con vinos de diferentes denominaciones de origen de alto valor añadido. El proyecto se materializó en 2002 con la construcción y la puesta en marcha de una bodega espectacular y crecedera en Olmedillo de Roa, en el corazón de la Ribera del Duero. La elección no era casual, primero porque la solidez y la fama de la D.O. eran una garantía, tanto de calidad como de marketing, pero además por un reclamo personal, ya que es el pueblo de origen de la esposa de Félix Solís y donde su familia política conserva viñedo viejo de Tinta del País, esa magnifica variedad que en La Mancha llaman Cencibel y que ya se ha generalizado en toda la geografía española como Tempranillo.
La bodega se bautizó como Pagos del Rey y era el primer paso de la saga de ese nombre, que se extendería sucesivamente por Rueda, Rioja y Toro, diferenciada de las bodegas ubicadas en Castilla-La Mancha, denominadas Félix Solís, iniciadas por la de Valdepeñas y a la que más tarde se sumó la de La Puebla de Almoradiel.
Pagos del Rey se diseña en todos los casos en perfecta interacción con el entorno natural, primando la cercanía con el viñedo. Sus bodegas están situadas en localidades de gran tradición vitivinícola, en ubicaciones privilegiadas, con acceso a diferentes zonas de viñedo dentro de una misma denominación de origen, lo que permite una selección que combine, para cada diseño de vino, las mejores uvas autóctonas.
Ya llega la vendimia
Así, en la última visita, al empezar este verano tardío, pudimos al fin conocer el delicado perfume de la flor de viña, ya que la bodega se alza sobre un otero, donde su porte majestuoso, su sobria arquitectura de hormigón y cristal, se dulcifica envuelta por el viñedo en un enclave privilegiado desde el que se contemplan centenares de hectáreas de Tinta del País. El conjunto, donde la fachada refleja el verde como un espejo, tiene un continuo movimiento, una fuerza dinámica que contrasta con la paz del interior sombrío y a la vez con la explosiva luz castellana de la parte alta del edificio.
El mejor guía para descubrir los detalles es Alberto Viyuela, el enólogo, que nació aquí y conoce al dedillo Ribera y sus vinos y, más cerca, a los 300 viticultores que cultivan la uva con la que anualmente elabora unos cinco millones y medio de botellas. La viña propia de la bodega suma ocho hectáreas, que se añaden a las 100 familiares.
Tanto Alberto como el propio Félix y sus hermanos dominan esos ciclos vitales inmutables que marcan, por ejemplo, las fechas de vendimia, los días locos en la bodega porque hay que descargar la uva recolectada por los viticultores y sus familias, incluso sus amigos en sus momentos libres, ya que la plantación en vaso, que ocupa un 40%, exige mucha mano de obra. Ese cuidado, ese conocimiento, revela que, a pesar del tamaño, esta sigue siendo una marca familiar, de cuatro hermanos, en la que uno se encarga de la estética, otro del comercio, otro de los números y todos del vino. Eso le ha valido a Félix Solís el nombramiento de Empresario del Año con sobrados méritos. Pionero en la exportación de vino embotellado en la década de los sesenta a países como Alemania, Francia, Reino Unidos, República Checa, Japón, México y Estados Unidos, cuenta con filiales en los más importantes mercados y con una planta de embotellado en Shanghái con la que que se convirtió en la primera compañía española con presencia productiva en China. Y sigue imparable, inagotable, ahora con la vista puesta en Chile y en California.
La geografía del vino
Frente a la expansión, a la globalización, aquí se respira la perfección de los detalles. Por ejemplo, una línea de embotellado de 8.000 botellas por hora detenida, porque hay que añadir en el punto justo de la botella la última medalla recibida por Altos de Tamarón Roble, Gran Oro en Bruselas. O el control autosuficiente de un pozo propio, de una planta de aguas residuales o los depósitos de alta tecnología para delastage -la forma más eficaz de remojar el sombrero del vino- o para la fermentación maloláctica. Todo eso se traduce en precisión, “ese es el vino que decidimos hacer y así hemos de hacerlo, siempre”. Eso se consigue seleccionando y controlando cada parcela, valorando el grado, ya que aquí la maduración es lenta y ha de ser perfecta aunque haya que esperar a octubre bien terciado. Y así son las previsiones de este año, ya que la floración se ha retrasado.
Y es que a pesar de toda precisión, la naturaleza impone su poder y por eso cada vino, cada cosecha, es única. Y por eso se ha bautizado como La Única la elaboración mas exquisita, un tinto de autor, un coupage irrepetible de tempranillos seleccionados de las distintas zonas, con la etiqueta pintada a mano. Un capricho en un catálogo donde la perfecta y popular relación calidad-precio es la norma. A la gama desde jóvenes a reservas de Altos de Tamarón y Condado de Oriza se le ha sumado el Condado de Oriza 409, un coupage de viña vieja y joven que se cría en roble francés de Taransaud. Toda una sorpresa para el paladar, pensado para gustar y para durar. Como la propia casa.
Pagos del Rey
Ctra. Palencia-Aranda Km. 53
09311 Olmedillo de Roa (Burgos)
www.pagosdelrey.com