- Redacción
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- 1997-12-01 00:00:00
Guarda en sus entrañas 8.000 barricas, de las que el 40% son de roble francés
Es lo que se dice una bodega de diseño. Y para muchos visitantes, una de las más hermosas del mundo. Todo en ella, la estructura de los botelleros, la disposición de las barricas, la forma de las naves, está en consonancia con el producto final que elabora. Es la niña mimada, la crema del imperio vitivinícola del Grupo Faustino Martínez, el mayor exportador de grandes reservas de España.
Bodegas Campillo, donde descansan unos tres millones de botellas de vinos de calidad, ostenta el coeficiente de inmovilización más alto de La Rioja. Y es así porque una de las obsesiones de los propietarios, la familia Martínez-Zabala, es que el vino salga al mercado perfectamente acabado, desarrollado al máximo, listo para su consumo, redondo y de larga vida asegurada. Y esto solo se consigue en la bodega, como la de Campillo, que posiblemente tiene más botellas envejeciendo en botellero de España.
vocación
exportadora
Y lo que sale es la quintaesencia de un vino de Rioja, producto de las uvas tempranillo de las cincuenta hectáreas que rodean a la bodega, concebida al estilo de los chateaux franceses. Situada en Laguardia, a 650 metros de altitud, en el mismo corazón de La Rioja, guarda en sus entrañas 8.000 barricas, de las que el 40% son de roble francés, y el resto, de roble americano.
A Campillo no le cuesta apenas esfuerzo seguir la vocación exportadora de su casa madre. Alemania, Inglaterra, Suiza, Suecia, Dinamarca y Holanda son mercados ya ganados para unos vinos que han sublimado el nombre de Rioja en Europa.
Sus tintos, tempranillo al 100%, el blanco chardonnay, fermentado en barrica de roble francés, y el Reserva Especial, con una pequeña proporción de Cabernet Sauvignon, han conseguido crear un estilo propio. Alguno de ellos, como el Gran Reserva del 85 -por no hablar del reserva del 81, imposible de encontrar en el mercado- forman ya parte de la mitología de Rioja, como vinos sabios y magistrales.
Los tesoros
de Campillo
Las claves del éxito pueden resumirse en una investigación constante, un trabajo riguroso y un control de calidad en sus materias primas, que han dado al cabo de los años los frutos esperados por el equipo entusiasta que dirige Bodegas Campillo.
Para los que deseen sumergirse en las enotecas en busca de los tesoros de Campillo les recordamos su Tinto Gran Reserva del 85, que vivirá más allá del año 2000, y que conserva su frutosidad a pesar de los aromas complejos de crianza; sabroso, aterciopelado y largo. O su Gran Reserva del 82, armonioso, suave y elegante. O la Reserva Especial del 88, riojano clásico por los cuatro costados, con aromas de pimienta y vainilla y notas de torrefacto, y de gran tanicidad, que irá ganando con los años en botella. O el blanco fermentado en barrica, brillante, limpio, con aromas de fruta madura y una justa madera.
Toda una fiesta sensorial, una excursión por los más variados aromas y sabores sin salirnos de una misma bodega.