- Redacción
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- 1997-09-01 00:00:00
El impresionante edificio de Bodegas Olarra, obra del arquitecto Ridruejo, conocido popularmente como “La Catedral”, alberga los vinos de Rioja con mejor relación calidad/precio.
Con tan sólo 25 años de existencia, Bodegas Olarra se ha convertido en un clásico de La Rioja, capaz de codearse con las bodegas centenarias. Conseguirlo en tan poco tiempo es mérito indiscutible de Leopoldo Limousin, Director Gerente, y de todo su equipo técnico y comercial que ha sabido conjugar la exigencia de la mayor calidad de los vinos con una política de oferta al consumidor que hiciera posible su adquisición por todos lo amantes del buen rioja. Para ello han sabido crear una amplia gama de vinos tanto jóvenes como Crianzas, Reservas y Grandes Reservas, y dotarlos de una imagen dinámica y atractiva.
Revolución tecnológica
Olarra ha vivido en los últimos años una auténtica revolución tecnológica. Ha realizado una fuerte inversión que afecta a todo el proceso de producción, desde la vendimia hasta el embotellado. Por ejemplo, cuando llega la uva a la bodega se controlan de manera individual los datos de cada viticultor, de la subzona de la vendimia, de la variedad, etc. mediante un novedoso sistema informático que, conectado a aparatos de análisis automatizado, permiten evaluar y cotejar datos administrativos, analíticos, el estado sanitario, etc. que proporcionan una valiosa información a los técnicos de la bodega y permite conseguir mejores resultados en el proceso de elaboración . Aquí se ha incorporado un vanguardista sistema de refrigeración y una nueva prensa neumática con un absoluto control informático. Con esta prensa, explica su prestigioso enólogo Javier Díez, Director Técnico, se pueden elegir distintos ciclos de prensado dependiendo de la variedad de la uva, del estado de maduración, de las calidades, etc. La revolución tecnológica no acaba aquí. También se ha instalado una línea de lavado automático de barricas que permite realizar los tradicionales trasiegos con mayores garantías. Así, el impresionante parque de 25.000 barricas (50% de roble americano de Oregón y resto francés de Allier, Limousin y algo de Nevers) es trasegado cada 6-8 meses, con mayores garantías de limpieza. A esto hay que añadir que, conscientes de la importancia de la madera en los procesos de crianza, en Bodegas Olarra se renueva constantemente el parque de barricas, a una media de 150 al mes. Es, en verdad, una apuesta por la calidad del roble.
Control de la uva
En Olarra toda la uva que se elabora procede de las 900 hectáreas contratadas a agricultores de las tres subzonas de la D.O. calificada Rioja El equipo técnico de Olarra ejerce su control desde el principio del ciclo vegetativo de la cepa hasta la plena maduración del fruto. Sólo cuando la uva alcanza los contenidos de azúcar y acidez requeridos se comienza la vendimia. Al llegar la uva a la bodega se selecciona por variedades y por zonas, a fin de poder elaborarlas por separado. De esta manera saldrá al mercado una prestigiosa gama de productos, comercializados bajo las marcas Cerro Añón, Añares, Reciente y Otoñal. Olarra vende un 55% de su producción en el extranjero, lo que la convierte en el primer exportador en países como Suecia y Holanda, en los que tiene una participación de mercado superior al 20%. En otros, como Reino Unido y Alemania, destaca igualmente su presencia, con una participación en el mercado superior al 12%.
Un embajador de prestigio
Dentro de la amplia gama de vinos -blancos, rosados y tintos, tanto jóvenes como de crianza- destaca por su particular importancia y excelente acogida por los consumidores su crianza “Aña-res”, verdadero embajador de la bodega en España y resto del mundo. Un vino que en los años excepcionales -recordemos el magnífico 81- alcanza el sobresaliente. Así ocurre con el nuevo “Añares” del 94. Tiene, junto a sus valores tradicionales de ligereza, sabor y amabilidad, el añadido de un mayor incremento del color, la potenciación de su frutosidad primaria, y una presencia de la madera, en este caso roble americano fino (Oregón) y francés (Nevers), más equilibrada. Se agradece su hermoso color rojo rubí con tonos grana; el fresco aroma de los frutillos de bosque, moras silvestres y arándanos; la leve y noble presencia de notas de café, trufa y cedro; el paladar suave y agradablemente tánico, y un final entrañable con el característico regusto a regaliz. Un ejemplo del mejor vino de Rioja al alcance de todos los bolsillos, eje central de la filosofía de Bodegas Olarra.