- Redacción
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- 2003-05-01 00:00:00
Viñas romanas o venidas del Rhin, entre la historia y la leyenda, vegetan en feliz alternancia de agua y sol en un privilegiado microclima. Morgadío las transforma en uno de los Albariños más apreciados del país. n los carteles salpicados a lo cargo de la sinuosa carretera se anuncia la Fiesta de la Lamprea, la exaltación de ese bocado ancestral redivivo que propios y extraños esperan con ansia cada temporada. En las laderas de cada loma un ordenado plantel de postes sustenta el verdor nuevo, tierno, primaveral, de parras añosas o recientes. No hay duda, esto es el Miño, la cuna donde se mece la Albariño. El camino recala frente a una verja blanca que se desliza sin romper el silencio, y tras ella, bajo el primer sol picante del buen tiempo, deslumbran las tejas nuevas que han venido a unificar la casa-bodega Morgadío con el reciente anexo, con la moderada ampliación de la nave de elaboración. Diseño por dentro y por fuera. Solo desde atrás, desde los arboles que coronan el cerro, se distingue la reforma. Y también se hace notar en los detalles del entorno, el hórreo, el verde estanque, el ajardinamiento con suelo de cortezas oscuras y caprichosos lunares de gravilla blanca de mármol; en la sofisticada salita de recepción, en el acogedor comedor con chimenea, en las muestras de fibras vegetales con que se revestirán mañana los pulcros y funcionales muros de azulejo. La estética es obra de Nati, asesorada por Esperanza, la decoradora orensana de Fento. Es su aportación a esta niña mimada, la niña de los ojos de toda la familia. Porque Morgadío es el capricho de una familia vinatera desde hace tres generaciones, desde que el abuelo afamó sus elaboraciones caseras y fundó para sus Ribeiros la Bodega Campante. Hoy es su hijo José Luis quien se ha hecho cargo de las dos bodegas: Campante, en Puga (Orense), como paradigma de Ribeiro, y Morgadío, en Albeos, en Rías Baixas, para el Albariño. La mano que cuida la viña. Fundada en 1984, con criterios modernos y racionales, modélica, de tamaño y talante humano, pasó a manos de la familia Méndez una década después, pero conservó a su primitivo cuidador, Antonio, que cada día recorre sus dominios, atento a cada brote, con una penetrante mirada capaz de adivinar el instante del envero. No es para menos. La finca es un milagroso jardín que, a despecho del minifundio circundante, ha conseguido reunir 40 has. entre la soleada, privilegiada, ladera de Morgadío y la que envuelve la Torre Fornelos, al otro lado del monte. De modo que aquí triunfa la configuración de un château, con la viña a pie de bodega para vigilarla, mimarla y, a fin del verano, acarrear la vendimia en pequeñas cajas y en cuestión de minutos. Quien sí es nuevo en la casa es el enólogo, Jorge Domínguez, joven pero con una larga y afamada experiencia en albariños. Y también se ha incorporado la generación joven, las hijas, Laura y Ana, quien después de estudiar Empresariales en Madrid, ha puesto fin a la morriña por el medio más eficaz: la vuelta a casa, a los paisajes conocidos, a descubrir rincones del monte a golpe de pedal o redescubrir a pie lo cotidiano, el suelo seco tras las lluvias que invita a perderse en la alta viña, bajo los túneles de nuevos pámpanos, guirnaldas de mayo sobre un tapiz de hierba y flores. No es en puridad una viña ecológica, pero Antonio no mata las hierbas sino que preserva la vegetación baja todo lo posible para que absorba agua y nutrientes, para forzar, con conocimiento biológico, el stress que producirá las uvas mas aromáticas, los vinos más estructurados. Para elaborarlos no es menester ningún recurso químico, sólo manejar sabiamente el control de temperatura. De ahí los depósitos de fermentación de tamaño moderado y el deslumbrante, el imprescindible utillaje de última generación. Así nacen las 400.000 botellas de las tres marcas de Albariño: el Morgadío, de mosto yema, el Torre Fornelos, prensado con delicadeza, y el Coto de Alveos con algo de Treixadura. No nos extrañe que el Morgadío encabezara la calificación de blancos españoles en USA, según Wine Spectator, y que desde su nacimiento coseche premios y elogiosas críticas. Ahora, con vestido nuevo y, si cabe, más mimado, comienza su futuro.