- Redacción
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- 2002-11-01 00:00:00
Decir Champagne es decir fiesta. Pero cuidar un selecto viñedo en la región exige quinientas horas de labor, más que ninguno
en el mundo.
El esfuerzo ejemplar de la Veuve de Clicquot sigue siendo el lema: trabajar para el placer.
Philippe Clicquot fundó su bodega en 1772, cuando aun no había cumplido cincuenta años la primera marca de Champagne, y todavía reinaba una competencia sin piedad entre ellas por ganar cotas de mercado. Hoy esa competencia se ha tornado cooperación y, sin perder su independencia, las casas históricas de Champagne han formado poderosas familias endogámicas. El grupo LVMH reune marcas ilustres como Moët & Chandon, Pomery y Ruinart, pero es la Veuve de Clicquot quien aporta dos millones de botellas, casi la mitad del volumen del grupo. Y lo que es más importante, el estilo de la casa, el gusto inconfundible que a través de dos siglos se ha transformado en historia, en literatura, en sinónimo de lujo.
Es bien sabido que el Champagne favorece a las mujeres. Y no se trata sólo de un brillo chispeante en los ojos, de un rubor de falsa ingenuidad en las mejillas, de una coqueta osadía en la palabra y en la risa o un ágil juego de florete en el pensamiento. Más aún: detrás está el secreto, la discreción, de las negras tocas, y, por encima de todas, la Veuve de Clicquot, a quien se atribuyen invenciones tan geniales como los pupitres de removido, que desde entonces son la imagen inconfundible de todas las cavas que en el mundo entero se elaboran por el método “champenoise”.
Nicole Barbe-Ponsardin, que así se llamaba la viuda, es una de la pocas mujeres de vida ordenada y respetable que ha alcanzado la gloria, una inmortalidad que parece premiar exclusivamente a mujeres más ardientes, más revolucionarias, más apasionadas, más intrigantes o más santas.
La única pasión de esta dama, hija de un burgués alcalde de Reims, fue su trabajo, el de imponer su Champagne como espíritu festivo en las mesas opulentas y en las Casas Reales de todo el globo. Un trabajo en solitario desde que François, su marido, murió de una fiebre maligna cuando ella acababa de cumplir los 27. En la primera mitad del siglo XIX, y en una Europa que se tambaleaba bajo el estruendo de los cañones napoleónicos, su actitud la refleja como todo un carácter. Arropada por el pabellón norteamericano, consiguió franquear las puertas de nuevos mercados e incluso hizo llegar sus botellas a la enemiga Inglaterra.
Sinónimo de Champagne
Ella, sin embargo, no se alejó de Reims y no descuidó una sola de las tareas de la bodega. De noche, cuentan, se paseaba sola por las cavas, contando las botellas, evaluando las cuvées, calculando las exportaciones por rutas que serpenteaban por Europa entera, hasta la opulenta mesa de los zares rusos. Y así, desde 1805 hasta su muerte en el 60, la emprendedora viuda multiplicó por veinte el volumen de negocio de la marca.
Veuve de Clicquot es hoy sinónimo de Champagne, y Champagne es el vino espumoso universal por excelencia. Es el producto de la vinificación de tres variedades, Chardonnay, Pinot Noire y Pinot Meunier y de la sucesión de dos fermentaciones, una en depósitos, como cualquier vino, y otra en la botella, la que genera su carácter peculiar, la chispeante espuma, las mágicas burbujas.
la más alta exigencia
Pero el Champagne es, ante todo, el resultado de legendarios descubrimientos, de míticos inventos salidos muchas veces de la paz, que no del ascetismo, de los conventos benedictinos. Allí el abate Dom Perignon comenzó a emplear botellas más gruesas y corchos, imprescindibles para desarrollar un espumoso; Dom Thierry Ruinart fundó la primera marca comercial de champagne, y Fray Jean Oudart perfeccionó la segunda fermentación y la medida y cualidad del licor de expedición. A ellos se une la inventiva de esta mujer excepcional que perfeccionó el método champenoise, tal como hoy lo conocemos.
Actualmente, buena parte de la producción de Veuve de Clicquot procede de sus 286 ha. de viñedo propio, “Gran cru” y “Premier Cru” calificados con una nota media excepcional, 96,5% . El resto llega de proveedores elegidos hace muchos años. Desde la vendimia hay una tensa espera hasta Diciembre, cuando se catan los vinos estabilizados. Es ahí donde, si la cosecha es excelente, se decide crear un champagne de añada, un “millésimé”, el Grand Dame, el Vintage Réserve, el Rich Réserve o el Rosé. Vinos que permanecerán en bodega 5 años, aunque la ley solo exige tres.
Ese es el estilo de la casa. Superar en cuidado, en selección y en tiempo las restrictivas normas de Champagne. Y, con el tiempo, disponer de un catálogo apto para cada momento del día y del menú. Y hacer de esos momentos una fiesta exquisita, un lujo.