Política sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).

Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.

Configuración e información Ver Política de Cookies

Mi Vino

Vinos

CERRAR
  • FORMULARIO DE CONTACTO
  • OPUSWINE, S.L. es el responsable del tratamiento de sus datos con la finalidad de enviarles información comercial. No se cederán datos a terceros salvo obligación legal. Puede ejercer su derecho a acceder, rectificar y suprimir estos datos, así como ampliar información sobre otros derechos y protección de datos aquí.

Can Rafols dels Caus LA PASIÓN Y LA CALMA

  • Redacción
  • 1999-03-01 00:00:00

No hay enólogo ni apoyo en la tradición. Los antiguos vinos de la finca Can Rafols no son más que una respetuosa foto sepia. Hoy Carlos Esteva impone su buen gusto en obras personales y apasionadas.
La próxima es un blanco “La Calma”.

ste país no conoce el invierno. La nieve de Febrero es rosada y se posa sobre los almendros. Los árboles floridos, descarados por inocentes, se enfrentan a los sobrios olivos, y así, alineados a izquierda y derecha, escoltan el camino a la masía.
El camino es una serpentina blanca y pedregosa, y esta mañana, cuando el sol no ha espantado aún las últimas nubes, parece tener luz propia, esa luz mediterránea casi hiriente que convoca a la siesta, a entrecerrar los ojos para escuchar mejor los reclamos de amor o de hambre de los ruiseñores y hasta creer oir los grillos del verano.
El perro no ladra, sólo un tintineo de cristal sirve de fondo al íntimo concierto: en la bodega están embotellando un Petit Caus, a cuatro manos, como una pieza alegre, porque la pequeña producción no conoce el estruendo de las máquinas o la vorágine del trabajo en cadena.

Un laboratorio de viñedos

Aunque no por eso las cosas son más fáciles. Es verdad que sacar al mercado poco más de 250.000 litros puede parecer un juego a los gigantes vecinos, los del Penedés o los del país del Cava, pero un catálogo con nueve vinos -más los que se están gestando- y unas viñas con veinticinco variedades de uva requieren mucho más mimo, más atención, más tiempo y cuidados.
La situación de las viñas -La Calma, Roca Llisa...- es una complicación añadida. Se salpican aquí y allá, unas líneas domésticas entre el silvestre monte bajo y el arbolado, otro ordenado rodal a los pies de un pinar o en una terraza sobre los olivos... Aquí plantones nuevos de Chenin Blanc, allí espectaculares cepas de Xarel-lo despeinadas por los vientos de medio siglo, más allá un bodoque de Syrah, un lunar de Chardonnay respetado por la sombra del bosque...
No hay camino, apenas veredas de cabras por las que sólo se arriesga el todo-terreno. La vendimia es así un hervidero de idas y venidas, cada terreno en su momento que a veces, como este año, puede alargarse hasta los primeros fríos de Noviembre; cada cepa a su tiempo, e incluso dos tiempos para algunas, para permitir que en la segunda cosecha hayan madurado los racimos más perezosos o para forzar la sobremaduración en busca de un vino más pleno, más redondo.
Diferenciados de esa forma, los mostos de cada recolección encuentran su acomodo en los depósitos de vinificación, la técnica más moderna y depurada, pero del tamaño poco mayor de una marmita de regimiento.
Algunos no se tocarán hasta el día de embotellarlos, nada de rectificar mostos, nada de filtrados, la naturaleza responde a los cuidados.
Otros pasarán a las barricas de roble francés hasta que estén preparados para los esponsales, para el ensamblaje. Cabernet sauvignon, Cabernet franc y Merlot en el Gran Caus tinto, Chardonnay, Xarel-lo y Chenin para el blanco, Syrah y Merlot junto al Tempranillo del Petit Caus rosado y, en contraste, el diamante puro de la Merlot para la joya más original de la casa, el rosado Gran Caus...
Pero ni a Carlos Esteva ni Jordi, el encargado de bodega, les gusta ya hablar de variedades, de ingredientes de receta. La bodega descubrió a la zona muchas de ellas y es incansable experimentando nuevos gustos, pero los resultados, como en un plato de autor, son obra de su mano y de su genio, por encima de ingredientes y recetas.

Lo excepcional es la norma

Obra del genio y de la tierra. Algo que se percibe a primera vista en el respeto por la belleza original de una casa de labor asentada en el siglo XVI, que el abuelo compró en los años 30, y donde hoy encuentran su sitio la escultura y la pintura más vanguardistas y la vida doméstica más entrañable. En el amor a la naturaleza, a esa tierra rocosa y calcárea sembrada de fósiles marinos -el mar al fondo-, perfumada de romeros, tomillos y jara; una gran finca escarpada y silvestre del parque del Garaf, bien diferente de la imagen habitual de las planas del Penedés.
Cuando Carlos Esteva se hizo cargo de Can Rafols lo hizo, en la misma medida, con su experiencia de restaurador y con la vocación de crear vinos impecables. Y junto con la casa y las tierras ha restaurado la tradición de tintos de la zona, muy anterior al mar de blancos y cavas que hoy definen el Penedés. Y se atrevió -siempre contra marea, siempre fuera de las modas- con un rosado que cada año sube al podio de los exquisitos. Y es que aquí lo excepcional es la norma.

enoturismo


gente del vino