- Redacción
- •
- 2002-11-01 00:00:00
Identificar una marca internacional, una producción de cifras astronómicas con homogeneidad fabril o con rutina es un prejuicio comprensible. Pero es un error cuando se trata de una gran casa sustentada en la investigación a todo nivel.l espectáculo de una inmensidad de viñedos primorosos dispersos en tres o cuatro continentes (la duda se cifra en si América es una o dos), salpicados de masías, castillos, hermosas casonas restauradas: esa es la primera imagen de Torres. El siguiente escalón del descubrimiento es la variedad de un catálogo que expresa todas y cada una de las procedencias y complace todos y cada uno de los gustos. Pero más allá de ese panorama ocre rojizo otoñal o verde primaveral, de esa copa dorada, purpurea o rubí, mas allá de los sombríos y acogedores dormitorios de barricas y botellas lo que el visitante no suele conocer es la deslumbrante blancura de los laboratorios. Y sin embargo es allí donde se gesta la semilla de la distinción.
Sucesivamente la teoría básica del arte del vino ha ido pasando por sentencias a la vez reales y tópicas como “el vino lo hace la tierra”, “la calidad está en la uva”, “el enólogo es el genio de la botella”. Todo eso es cierto, pero nada se sustenta si debajo no hay un sólido cimiento de investigación en el sentido más amplio, es decir, de ciencia e ingenio y de experimentación tenaz, incansable. Lo fácil es aprovechar la investigación ajena, “que inventen ellos”, mientras lo distintivo, el motor de una bodega vanguardista es la minuciosidad del conocimiento sobre sus proyectos y sus posibilidades. Y esa viene siendo la línea de Torres. Y de ahí ha surgido, por ejemplo, el aprovechamiento de pagos adecuados a cada cepa, las innovadoras y eficaces técnicas de elaboración... y, poco a poco, la recuperación de 26 variedades de uva ancestrales abandonadas, olvidadas, al borde de extinguirse. Unas fueron hallazgos casuales de los minuciosos ingenieros de campo, otras aparecieron de manos de payeses.
Fósiles resucitados Y aquellos cuasi fósiles, a menudo enfermos, vegetan hoy saludables, alineados y etiquetados -Peu de Garsa, Salsenc, Mandó, Aranyó, o, simplemente Desconegut 1, Desconegut 2- en una amorosa parcela frente a la gran bodega nueva.. o fructifican vigorosos y se convierten en vinos tan notables como el Grans Muralles, en un pago envidiable junto al monasterio de Poblet, en la Conca de Barberá.
El camino ha sido largo. Los sabios de bata blanca empezaron por cortar de las plantas, a menudo infectadas por el virus del enrollado o del entrenudo corto, el ápice, el último brotecillo aún sin contaminar. Ya en el laboratorio, en los tubos de ensayo, los hicieron crecer in vitro sobre una solución alimenticia adecuada, y, entre aciertos y fracasos, han ido estudiando, catalogando y analizando las posibilidades vinificables de su producción. Las criaturas pasan de la incubadora a un portainjertos aséptico cuyos embriones se desarrollan a partir de una mezcla de hojas, yemas y polen de cepas sanas y , ya unidos, generan cada una de las cepas que hoy componen el viñedo. Es un prodigio en el que colaboran dos organismos científicos, Ensam y Entav, y un amplio equipo propio, manos pulcras y delicadas que contrastan con la rudeza de los vendimiadores pero que, al fin, son eslabones igualmente importantes de la cadena que aferra sólidamente al vino. Donde nada queda al azar, donde el suelo ha sido cuidadosamente analizado, parcela por parcela, para acunar la cepa idónea, donde el clon fue rigurosamente seleccionado y criado en el vivero de Pacs del Penedés y trasplantado a las viñas costeras, donde el clima es más benigno, hasta que alcanza la fuerza y el vigor que le permiten enfrentarse a una tierra más avara, a un clima más duro ,que son los que, de ahí en adelante, cincelarán la potencia y la estructura del vino.
Es un prodigio, más aún porque la ciencia convive con la naturaleza y con la filosofía de la viticultura tradicional en todos los detalles, reemplazando los tratamientos químicos por fórmulas biológicas y naturales, midiendo la densidad y la vegetación para el aprovechamiento óptimo del agua y del sol...
La suma, en la copa, es un vino como Grans Muralles que por su cuna y su crianza es capaz de desafiar al tiempo.