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Bodegas Luis Alegre Uva y ebanistería

  • Redacción
  • 2003-02-01 00:00:00

Hoy, para hacer buen vino no basta con hacerlo bien, hay que hacerlo mejor. Ese es el fin de la transformación de la bodega de Luis Alegre: el cuidado puntilloso de cada detalle, basado en un conocimiento profundo, pionero en la forma y en el fondo.
antes de la vendimia, del envero, mucho antes; antes de que el racimo apunte, antes de la poda, incluso antes de injertar la viña, ya crecía el bosque. Los robles vestían de púrpura el otoño de Ohio, de Chechenia, de los Vosgos en el centro de Francia, y cada cumpleaños, cada nuevo anillo pedía en silencio un deseo: ¡que sea capaz de hacer buen vino!
Antes que la uva se tejió su traje a medida.
Alejandro Simó, un joven ingeniero agrónomo con experiencia, pletórico de curiosidad analítica, llegó a la bodega de Luis Alegre desde el mundo de la tonelería, y aquí ha podido desarrollar su conocimiento del principio y el fin que confieren sus características al vino: la vid y la madera. Y así ha inaugurado una experiencia pionera como es la selección de robles en los bosques productores de Europa y América, el control del corte, la importación y la curación (secado y lavado) al aire libre, a pie de bodega, controlando periódicamente la evolución hasta que, en el momento adecuado, se enviará como materia prima a los artesanos de la tonelería vecina Quercus.
Él conoce bien la importancia de ese proceso -la lixiviación por la lluvia, la domesticación de los taninos por la acción de hongos beneficiosos- y sabe que ningún tostado posterior conseguirá ocultar defectos. Como sabe, con los responsables del meollo de la vinificación, el enólogo de la casa Pablo Martínez y la asesora Alejandra Schemedes, que algunos defectos en un grano de uva pueden afectar al conjunto si no se elimina inmediatamente. Por eso han establecido el proceso a pie de viña, una revolucionaria mesa de selección rodante, una cinta en la que se van volcando los cestos en cuanto están llenos, y allí mismo manos expertas separan cualquier uva imperfecta. El resto cae en un carrillo que el tractor conduce inmediatamente a la bodega.
Ésta ha sido la última vendimia en la vieja bodega, donde desde principios de los años 70, con la elaboración tradicional en balsa de cemento, Luis Alegre ha venido cosechando éxitos con sus vinos de cosechero. De hecho, el pasado año,el suyo fue en Mejor Vino de Maceración Carbónica en el Certamen Primer 2001.
Ahora esta zona del edificio se convertirá en museo de viticultura y enología de la región. En contraste -tradición versus vanguardia- los muros de hormigón de la nueva obra se alzan como una atalaya frente al espléndido paisaje de la Rioja Alavesa, frente a la mole benefactora de la Sierra Cantabria y sus cambiantes cataratas de nubes.
Un arquitecto prestigioso y clásico, como es Joaquín Aracil, ha diseñado un proyecto innovador, osado. Plantas circulares excavadas en roca hasta 15 metros de profundidad, y, en la superficie, otras dos, hasta la altura de un faro marino que será el emblema de la bodega. Abajo, la sala de guarda, las barricas y la línea de trasiega y limpieza tras cristales. A ras de la pendiente, la nave de elaboración, los depósitos grandes de acero en el círculo exterior, los pequeños para las microvinificaciones en torno al robusto pilar central. Y arriba, un comedor para las visitas, casi diáfano, rodeado por ventanales y terrazas, asomado al horizonte. En un extremo se alza el faro, con la superficie justa para una mesita acogedora, un privilegio.
Cada detalle de esta transformación está estudiado en función del vino, de su perfección por encima de la cantidad. Sólo ampliarán la producción a lo largo de cinco años, desde las 75.000 botellas del año pasado hasta 300.000. Ni una más. Pero eso sí, con el mismo control del viñedo que llevan actualmente en las 15 has. propias, 6 arrendadas y el resto en libertad vigilada, de proveedores de toda garantía. Crecerá sobre todo la línea de crianza y reserva, las 400 barricas actuales, pero siempre atendiendo a la moderación del precio, a la satisfacción no del catador sino del bebedor, en todos los sentidos. El Crianza 2000, el primero del nuevo equipo, es buena muestra de esa filosofía, y aún más la joya que aún duerme en barrica, el reserva 2001, concentrado, expresivo, estructurado. Paciencia es la ley del vino.

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