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Creación en libertad

  • Redacción
  • 2003-03-01 00:00:00

En el corazón de la Ribera del Duero, la muestra más excelsa de la viticultura y la enología de una histórica Finca Modelo ha optado por la libertad. El resultado lleva firma. Los varietales Salgüero son un canto a la uva y a los pagos que la ven nacer.manece la tierra blanca de escarcha, pero en los ribazos y en el caprichoso contorno de los bosques de sabinas y de los encinares un cordón más blanco, más refulgente, guarda memoria de la nieve de ayer. Ahora que la cepa duerme es tiempo de poda. Las cuadrillas -tijera en mano y, en la cintura, coloristas manojos de macarrones para anudar- se reparten una misión que parece inacabable aquí, en la mayor finca de Castilla y León con sus 3.000 has. y 500 de viñedo. Enrique Blanco, el Director Técnico, el responsable de viticultura, recorre sus dominios eternamente feliz, satisfecho, pero con una alegría, una sonrisa, acorde a la del cielo. Hay trabajos, como una lluvia oportuna, que los hace “El De Arriba”, pero a veces en vez de trabajos lo que hace son faenas, como en la inolvidable primavera del 97 cuando, en mayo, en plena poda en verde y con ese cielo castellano rabiosamente azul, cayó una “friura” que mermó a la mitad la siguiente vendimia. En lo que nunca ayuda es en las labores manuales. Enrique tiene una optimista confianza en la técnica, en la investigación, y sabe -más que cree- que en el futuro la poda podrá mecanizarse, como la vendimia. Pero aún no. Y así, en los pagos trabajados, se alinean los nuditos artesanales a lo largo de ramas útiles, y en los caminos embarrados se amontonan despeluchados los sarmientos. Una máquina (esa sí que está inventada) los empaca al tamaño justo para la hostelería, para perfumar las delicadas carnes del cordero en los vecinos “hornos de asar”. Los corderos también son de aquí, como las eficaces máquinas, los sarmientos, las vacas que ramonean a lo lejos, y la lechería con la más estricta certificación internacional, y la paja, y la remolacha que las alimenta y, a su vez, ellas y los corderos abonan los sembrados... Y el agua que después se recicla, y hasta la propia energía, la electricidad, sale del río que a lo largo de ocho kilómetros recorre la finca. Por todo eso fue declarada Finca Modelo desde hace un siglo, desde antes de que la palabra ecología osara salir del diccionario etimológico.

La expresión del terruño
La viticultura, el diseño y el proyecto que dirige Enrique es más actual, empezó en 1988, provee el millón y medio de botellas de Prado Rey, reconocido y premiado desde su nacimiento, y está previsto para alcanzar los 3 millones. A la vez, los pagos más reducidos, El Pino donde crece la Merlot, la Cabernet Sauvignon en la Mina, y la Tempranillo del Hoyo del Dornajo nutren la caprichosa experiencia de excelsos vinos rosados y de varietales que sólo se elaboran cuando la cosecha de cada uva es perfecta, los Salgüero, apenas 11.000 botellas de Merlot y Cabernet y 6.000 de Tempranillo.
Vinos explosivos, sobrados de cuerpo, de estructura, de potencia, que expresan el terruño, el pago y la mano del autor, del enólogo Ángel Luis Margüello. Es él quien decidió que debían brillar con su propia luz. Y así se diseñó para ellas un vistoso vestuario, una botella diferente y llamativa, etiquetas acordes al contenido -gris para la mineral Merlot, granate para la cálida Cabernet, azulada para la cardenalicia Tempranillo- y sólidos estuches de madera pulida para 3 y 6 botellas.
Está previsto dedicarles una nueva y exclusiva bodega, pero mientras tanto, se crían junto al Prado Rey en barricas dotadas de un microchip capaz de hacer un seguimiento de la evolución de la madera, y en los nuevos conos de roble francés, de Nevers, y en los botelleros, los jaulones metálicos pulcros y ordenados hasta la obsesión. Alfonso Velasco, la joven generación de los propietarios, los contempla con justificado orgullo desde un sólido puente elevado, a través de la gigantesca cristalera que se asoma a las salas de guarda, a la penumbra catedralicia, silenciosa, excavada el el talud del cerro. Nadie, desde la contemplación de la fachada, podría adivinar lo que esconde, más que por discreción, más que por eficacia a la hora de mantener la temperatura estable, por respeto y amor a la tierra.

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