- Redacción
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- 2003-06-01 00:00:00
Los cerezos visten de nieve la primavera, los castaños y las cepas son fuego en otoño. Las pendientes obligan a una viticultura artesanal en la que la mano y el esfuerzo humano se funden con la naturaleza. Y eso se refleja en la copa. almeras y magnolios que se salpican entre carballos y castaños, más que una decoración exótica, un remedio para nostalgia del indiano, son aquí el símbolo de la bonanza del clima, como los cerezos en flor. Al fondo de la pendiente, 300 metros más abajo, a los pies de la terraza, fluye plácido el río Sil en el meandro que ha tallado con su cincel de agua. Al frente, una cresta verde, silvestre, es el eterno guardián, el vigía de este privilegiado rincón, O Cabo do Mundo. Y a los pies de la casa familiar que fue la la primitiva bodega, y de la vecina recoleta pero impecable, alfombrando la ladera más soleada, se tienden las viñas, los dominios de Adegas Moure. Para reunirlos han tenido que luchar contra la orografía y contra la idiosincrasia de agricultores minifundistas aferrados a cada palmo de tierra. Y con esa dificultad, aquí y allá, van sumado cepas para llenar la cuarta parte de las 200.000 botellas que hoy elaboran. Una cifra que se incrementará al 50% dentro de tres años, cuando todas las plantaciones actuales estén en su momento de plenitud. Los abuelos de José Manuel Moure nacieron aquí, junto a la Abadía da Cova que da nombre a su vino, y en 1958 el padre fundó la marca, con el capricho añadido de plantar 3 has. de Albariño para hacer un blanco que le enamoró en un viaje a Cambados. Por aquel entonces ni existían ni se soñaba con las Denominaciones de Origen, y aquella avanzadilla les vale hoy para ser los únicos que elaboran Albariño fuera de las Rías Baixas, en esta tierra de Mencía que es la Ribeira Sacra. Ese espíritu pionero y ese cuidado hacia el vino y los destilados que se plasma en la inauguración de una gran destilería nueva, son la herencia de la casa, algo que aún se ha desarrollado con más fuerza desde que se sumó a la empresa su cuñado Evaristo. Ese tandem imparable es el que inauguró hace siete años la crianza, en una zona que desde tiempos remotos se preciaba de tintos de calidad pero jóvenes, no aptos para envejecer en barrica. Después de su experiencia y de su éxito son ya siete las bodegas de crianza vecinas. La revelación de la Mencía “He vivido mi juventud regada con Rioja, como todos los aficionados al vino. Pero cuando empezamos a elaborar pura la Mencía y salió un vino de 12º fue la prueba de que aquí, en la Ribeira Sacra, podía nacer uno de los grandes vinos de España. El secreto es seleccionar las uvas, aprovechar la orientación, porque hay mencías desde 8 a 13º”. Moure no solo tienen una inmejorable orientación, una belleza que sin duda influye en el alma del vino, sino todos los juguetes caros que permiten realzar en la bodega la plenitud natural de la uva. Por ejemplo, unos maceradores capaces de atrapar la estructura y el color según la fantasía del nuevo enólogo, el alicantino Emilio Vidal, que ha entendido perfectamente las posibilidades de la uva y las exigencias de calidad de la bodega. O una bomba peristáltica que reproduce la delicadeza de los movimientos orgánicos, o prescindir de la agresiva estabilización por frío e incluso de la clarificación, aunque eso suponga el riesgo de depósitos al fondo de la botella, o ,en un próximo futuro, la aplicación de un vanguardista sistema de microoxigenación para afinar las fermentaciones. Y, aunque todo eso suene a alquimia, a sofisticación, el propósito es, por el contrario, intervenir lo menos posible en el vino, respetar la uva y la naturaleza, extraer y conservar toda su complejidad. Esa búsqueda ha obligado incluso a modificar la normativa del Consejo Regulador y aceptar, por ejemplo, la crianza. El resultado es una panoplia de casi 50 premios en concursos internacionales tan competitivos como el Challenge du Vin en Burdeos, algo que, además de la satisfacción personal, del refrendo a un proyecto, a una visión que se ha revelado mas consciente que fantasía hecha realidad, sirve como información a los potenciales clientes extranjeros. Y así, la mitad de su Albariño y su Godello viajan a Estados Unidos, y sus tintos a otros muchos países donde, sin prejuicios, se reconoce su autenticidad y su tipicidad.