- Redacción
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- 2003-09-01 00:00:00
La obra de la familia Frutos se sustenta hoy en un mar de viña y en un talante emprendedor. Pero su pasado se funda sobre la sólida profundidad de añejas bodegas, en Toro, en Cigales... lo largo de cuatro generaciones la familia Frutos Villar ha cultivado y elaborado los rosados que afamaron la región de Cigales, los graneles que regaron a diario la mesa. Es un contraste, una doble vida para esta bodega que ha situado sus modernos tintos en la cumbre de premios y concursos sin renegar de sus orígenes, de su talante popular, de la tradicional cueva que apenas asoma a la vista una puerta diminuta y esas raras y omnipresentes chimeneas, las zerceras, para respirar sobre el montículo. Estaban predestinados desde que el abuelo Frutos tuvo la ocurrencia de hacerse nacer en un pueblito tan monotemático que lleva por nombre Villavendimio. De modo que cuando la familia se trasladó a Cigales, en su escueto ajuar viajaban tijeras de podar, talegas de mimbre para vendimiar y zarandas para separar el escobajo. Ecos de ayer, voces de hoy La cueva que fue la primitiva bodega es una de las más grandes en este pueblo minado. Poco a poco ha ido sumando a sus vecinas, y hoy es un fresco laberinto de calados, cuestas y escaleras, con la típica zona social presidida por una espectacular viga de prensa, refugio de merendolas y chuletadas, y otra zona silenciosa y reposada para acunar el sueño del vino; depósitos de obra fechados en los 40, revestidos con modernas resinas y con capacidad para un millón de litros. El depósito 32, el más grande, con forma de quilla de navío, gestó a mediados de los 80 la primera experiencia de vino tinto. Agotadora, porque exigía arrastrar los cestos de los residuos, a brazo partido, hasta lo alto de la empinada escalera. Así nació primero el Conde Asurez y después, el Viña Calderona, que ha supuesto para la bodega el mejor espaldarazo. Tras un año de reposo en botella, maduro y en su punto, logró hacerse con el codiciado Bacchus Especial de Oro 2000, mientras su elaboración de la bodega de Toro recibió también un Bacchus de Plata. En el 2002 El Viña Calderona Crianza repitió suerte al obtener el Bacchus de Oro, y la cosecha de galardones de este año que aun no ha concluido incluye ya tres Zarcillos de Plata, los que coronan el Calderona Crianza 99, el Reserva 98 y el Conde de Siruela 98. La voz de la experiencia Claro que, aunque la elaboración de tintos en Cigales fuera una innovación, la experiencia de esta firma era ya larga. En la Ribera del Duero adquirieron hace tiempo la mayoría de la Cooperativa de La Horra, rebautizada como Santa Eulalia, y después de una profunda reestructuración, se dedicaron a elaborar y criar el Conde de Siruela en barrica. Goyo, el enólogo, forma parte de la casa, casi de la familia, desde hace 23 años y es un puntal a la hora de asumir riesgos y disfrutar los éxitos. Sobre él recae la coordinación de tres bodegas en otras tantas Denominaciones de Origen: Cigales, La Horra (Ribera) y Toro, y otra más en Villalpando con 80 has. que proveen el Don Frutos, adscrito a la mención genérica de Vinos de Castilla y León. Y lo hace sustituyendo muchas veces medios por ingenio para cubrir una demanda creciente, como en el caso de Toro, donde la bodega en construcción está instalando la línea embotelladora para los Muruve. Cepas viejas, vinos nuevos También allí, en Toro, el proceso se ha repetido. Mas de ochenta años ha cumplido ya su primitiva bodega, subterránea y en el centro de la villa, que obligaba a cortar la calle para cada movimiento. Ahora, la nueva se arropa con 104 has. de viña propia recién plantada y en buena parte a pie franco, puesto que éste fue uno de los escasos reductos ajenos a la filoxera. Por contra, en La Horra, los socios, cooperativistas de toda la vida, garantizan la provisión de uvas de cepas viejas, y en Cigales, las primitivas 14 hectáreas se han convertido en 120, prácticamente todas de Tinto Fino (Tempranillo) primorosamente conducido en espaldera. La casa crece, la familia apuesta por la diversidad pero en cada denominación de origen imprime su personalidad y una calidad que se aprecia en la copa.