- Redacción
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- 2003-10-01 00:00:00
Llegaron de la Rioja Alavesa, como sabuesos de buena escuela, al olor de la mejor uva y de la tierra virgen, y con sólo una vendimia en la calle han recibido las bendiciones de los gurús enológicos más prestigiosos del mundo. Y hasta del Papa. n el interior, sin más adorno que una estricta pulcritud, no hay más madera que la de las 1.300 barricas de crianza, la mayoría de roble americano. Aún esa se analiza concienzudamente en el propio laboratorio, igual que los corchos, para prevenir cualquier contaminación, cualquier evolución indeseable. Ahora, cuando la vendimia a punto, se repulen las tolvas, se repasan los rincones de cada depósito en espera del fruto soñado. El engranaje ha de ser infalible. Los rigores de la canícula quizá adelanten las fechas de recolección 4 ó 5 días, desde junio el ciclo vegetativo viene más veloz de lo esperado, pero la mayor amenaza de esta época, las temidas lluvias, no parecen tener cabida en el cielo limpio de Castilla. El único peligro tiene una forma mucho más inocente. Los golosos pájaros otean desde lo alto los racimos maduros, los apretados granos de púrpura, y sólo se espantan a cañonazos, de modo que el paseo por la viña es un perpetuo sobresalto. Ampliación de la empresa madre Desde el comedor y la sala de cata, en el piso alto, la vista se enreda en la viña vigorosa o se aleja hasta el horizonte siguiendo las líneas blancuzcas de una tierra avara. Es esta tierra de Toro, limpia, casi virgen, la que dará a la uva sus mejores cualidades y la que dejará su impronta mineral y profunda en el vino. La familia San Ildefonso, con un cauto entusiasta como Roberto al frente, encontró en ella la promesa de una materia prima impecable, de ahí que, tras un sesudo y a la vez sensual análisis, decidieran ampliar en estos pagos la empresa madre, la bodega riojana donde elaboran los Primicia. Sin duda, en la elección influyó el criterio de un buen conocedor del vino y de la zona, un enólogo veterano y reconocido como es el zamorano Rafael Ruiz Hernández, de la estación Enológica de Haro, quien como socio y consejero es el alma del vino, de todo lo que atañe al campo, a la técnica, al resultado final. Color y cuerpo En 1998 inauguran el proyecto con la compra de viñedo viejo, cepas de más de 30 años seleccionadas para el primer Reserva, y al menos de 15 años para el Crianza. En el 99 se alza la nave de elaboración y hoy reposan en los jaulones 300.000 botellas que proceden de sus 24 has. de viñedo propio en torno a la bodega, en Pago del Oro, y otras 80 salpicadas en la Denominación Toro. Viñedos en producción de los que sólo hubo que erradicar los injertos de uva blanca, esa mezcla que hasta hace poco tiempo era tan habitual en esta y otras zonas. Codo con codo con Rafael, trabaja Antonio Nieto, un joven talento tan exigente como él y tan puntilloso como Roberto. Es él quien programa el riguroso horario de recepción de vendimia, la propia y la controlada, para que en un tiempo récord los frutos pasen de la viña a su depósito correspondiente. Pequeños depósitos diseñados con una ratio de altura y diámetro que garantiza la formación de un “sombrero” óptimo para extraer, en dos remontes lentos y uno rápido, toda la potencia de la uva. El resultado en el vino se traduce en color, cuerpo, en una lágrima que mueve a la sonrisa de satisfacción, en un grado que revela la plena madurez y garantiza una larga vida. Así lo han reconocido prescriptores como el famoso Robert Parker que concedió al crianza 2000 una puntuación de 88, y 90 al del 2001, o la inclusión entre los 15 vinos revelación del año por parte de la Guía Peñín, o la selección entre los 10 Top por parte de un establecimiento de la seriedad de De Vinis o la incorporación al menú de altos vuelos de la clase preferente de Lufthansa, o la ardiente descripción del Finca Sobreño Selección por parte de Carlos Delgado: “... La nariz impresiona por la clase de sus aromas frutales y florales. De constitución equilibrada, afinado, sin alteraciones en roble, ofrece un paladar pleno de taninos suaves pero incisivos...” Una novedosa y osada imagen con etiquetas anaranjadas es la inconfundible tarjeta de visita que llega ya a 17 países con el lema de “El sabor de Toro en la copa”.