- Redacción
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- 2014-01-22 15:42:16
El Mediterráneo interior, tierra avara y clima duro, enseñó a la familia Gil a mimar la uva y a sacar de ella vinos potentes, sabrosos, plenos y a la vez elegantes. La nueva generación los vistió con un estilo actual sin perder su personalidad y es capaz de aplicar esta filosofía en las mejores zonas vinícolas
Ha corrido casi un siglo, casi cien vendimias, desde que en 1916 Juan Gil Giménez se iniciara en el mundo del vino. Luego fue su hijo, Juan Gil Guerrero, y más tarde su nieto, Juan Gil González, junto a su hermano Paco, quienes dieron continuidad a una actividad vocacional en la que ya está al frente la cuarta generación y se va preparando la quinta. Se desteta como aquí, en esta tierra con nombre de vino, se hizo siempre: con vino.
De gran familia a gran empresa
En recuerdo de estos vitucultores y bodegueros, como homenaje de reconocimiento y respeto a la marca emblemática de la bodega originaria -Bodegas Hijos de Juan Gil-, el actual grupo bodeguero en que se ha convertido no podía tener otro nombre que Juan Gil.
El desarrollo de la nueva y potente firma Gil Family Estates–Juan Gil Bodegas Familiares se ha producido en los últimos 12 años, desde que en 2002 Miguel Gil Vera, acompañado después por su hermano Ángel, iniciara la construcción de la nueva bodega. A la vez se puso en marcha el proyecto de El Nido, la ilusión de ver despegar vinos de autor, vinos de altura, con los que se ha ido conformando un sólido grupo en el que actualmente se integran ocho bodegas acogidas a distintas denominaciones de origen y la empresa comercial Orowines.
La realidad, hasta ahora, es un primoroso puzle que ocupa caprichosamente joyas de la enología actual de este país, desde La Mancha a Cataluña, desde Aragón a Galicia, y aquí y allá en lo más sabroso de la vieja Castilla: en Jumilla, Juan Gil y Bodegas El Nido; en Almansa, Atalaya; en Montsant, Celler Can Blau; en Calatayud, Ateca; en Rueda, Shaya; en Zamora (V.T. Castilla y León), Tridente; y en Rías Baixas, Lagar de la Condesa.
Apuesta por lo autóctono
A la vista está. El prestigio y los premios que avalan a cada marca lo demuestran: con importantes inversiones en bodegas y viñedos propios en cada zona vinícola, en cada terruño, la familia se ha integrado en el sector bodeguero de distintas denominaciones de origen, apostando claramente por zonas de gran interés enológico donde potenciar la identidad, la personalidad y la calidad de las variedades autóctonas: Garnacha y Garnacha Tintorera, Monastrell, Verdejo, Mencía, Mazuelo.... Porque ese es su estilo y su vocación, con el que consiguieron situar el nombre de Jumilla en el podio del prestigio internacional sustentado en un 90% de uva Monastrell que proviene, en buena parte, de sus 600 hectáreas de viñedo, con las que trabaja su enólogo, Bartolomé Abellán. Para la elaboración se basa en la escuela de los métodos tradicionales, eso sí, apoyados en la tecnología actual o en los instrumentos más eficaces para potenciar la calidad, por ejemplo en la selección cuidadosa y sabia de las mejores maderas para la crianza en barricas.
Viñedos viejos de escaso rendimiento, algunos centenarios, que producen vinos concentrados, con cuerpo, pero muy equilibrados, con mucha fruta, y que elaborados con cuidado y con conocimiento resultan amables y muy agradables de beber, identificados cada uno con su zona pero también con la personalidad del grupo y con su filosofía general de velar por relaciones calidad-precio excelentes.
La imagen tradicional de Juan Gil, la que encumbró su nombre, es la de vinos elegantes pero plenos, esos que surgen del Mediterráneo interior, de tierras avaras donde la uva tiene que desarrollar toda su potencia para hacer por vivir. Y eso es lo mismo que han buscado en las nuevas ubicaciones. Y el acierto, a la vista está.