- Redacción
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- 2015-09-03 17:48:58
Bodegas San Alejandro es la bodega referente por excelencia de la D.O. Calatayud, una región emergente hoy pero con una larguísima tradición vinícola. Fundada en 1962, se basa en un viñedo de casi 1.000 hectáreas, la mayoría Garnacha y vieja pero, en contraste, conducida por un equipo joven y dinámico para el que la innovación es algo muy importante siempre que no enmascare algo aún más importante: el origen, carácter, personalidad y tipicidad del terruño atrapado en cada botella.
Más que una filosofía, su trabajo es fruto del amor al viñedo. Y no es para menos, ya que la conjunción de la tierra, el clima y las cepas viejas conforman una excepcional materia prima. Los viñedos se caracterizan por el carácter extremo de la zona. Son suelos muy pobres en nutrientes y el clima presenta muchos contrastes, con veranos muy calurosos e inviernos muy fríos. Los viñedos están a una altitud desde 700 metros hasta 1.100 metros sobre el nivel del mar, donde puede haber una diferencia de hasta 20-25 grados entre el día y la noche, es decir, en menos de 24 horas. Como consecuencia de esa altitud y esas variaciones de temperatura, la maduración de la uva es muy lenta y la vendimia muy tardía, cuando ya han pasado los rigores del calor estival, a mediados de octubre. Es precisamente eso lo que permite extraer toda la esencia de sus garnachas, con una acidez muy equilibrada, junto a la vejez de la viña, que proporciona la intensidad de color y la complejidad de aromas y sabores.
Cada parcela, un mundo
La base de la puntillosa viticultura de la bodega consistió en analizar, diferenciar y planificar un viñedo distribuido en nada menos que 1.200 pequeñas parcelas que pertenecen a 350 socios. Con esa información precisa han constituido grupos homogéneos de parcelas basados en altitud, pendiente, orientación -que determina las horas de sol-, edad del viñedo y litología, o sea, la composición química y la estructura física del suelo, que aquí, con rocas disgregadas, garantiza la retención en el subsuelo de las escasas lluvias para que alimenten a las cepas. Con esos datos han determinado parcelas testigo para el desarrollo de una viticultura específica en cada caso.
De la uva a la cuba
Este trabajo de campo ha venido a revalorizar la joya local, la Garnacha, variedad procedente originariamente del valle del Ebro, especialmente de esta zona, donde se han encontrado semillas y hojas de esta variedad datadas en el segundo siglo de nuestra era. Con esa larga historia se ha adaptado perfectamente a suelo y clima con una maduración lenta y bajos rendimientos. El resultado en el vino es una acidez especial, frutosidad, cuerpo, sabores minerales, especiados y fruta madura.
El esfuerzo inversor es constante en mejora y modernización de instalaciones, tanto en el interior de la bodega -con la incorporación de los últimos sistemas de recepción, filtrado...-, como en el campo, donde por ejemplo este año han implantado el método Verdtech para la georreferenciación del viñedo por satélite.
El fin de cada innovación es lograr vinos elegantes, equilibrados, donde la crianza aporte complejidad, pero nunca en detrimento de la fruta. La filosofía en la elaboración está presidida por el mínimo intervencionismo posible. Todo al servicio de la principal máxima de la bodega: la calidad nace en el viñedo. Para ello equilibran las fórmulas de elaboración tradicionales con las más vanguardistas técnicas de vinificación y crianza, combinando, por ejemplo, tinos de cemento con microoxigenación, tanques flexibles de materiales modernos o hilando muy fino a la hora de seleccionar barricas con robles de distintos orígenes.
Todos esos cuidados, ese mimo, se traduce en vinos que obtienen Grandes Medallas de Oro en el exigente certamen Garnachas del Mundo y a los que Robert Parker otorga altas puntuaciones y define como “este debe de ser el mayor descubrimiento en mis 25 años de carrera” o “sin duda la mejor relación calidad precio de Europa que yo haya catado en mis 25 años de profesión”.
Vinos de los que un 95% se exporta a más de 35 países. La marca Viñas de Miedes es la gama dirigida a grandes superficies, alimentación y hostelería. Los Baltasar Gracián, que homenajean al autor de El Criticón -nacido a 8 Km de Miedes-, proceden de la selección de pequeñas parcelas de viñedo antiguo dispuestas en terrazas a gran altitud con diferentes orientaciones y excepcionales suelos de pizarras y gravas. Vinos elegantes, estructurados, redondos, con cuerpo, terruños y complejos. Las Rocas recuerda el tipo de suelo donde se han seleccionado las viñas. Evodia, nombre griego cuyo significado es perfume por ser un vino muy aromático, evoca en la etiqueta el camino que recorre el aroma una vez se abre la botella.
Para descubrirlos in situ, la bodega tiene una oferta enoturística que va desde la visita guiada por el impresionante paisaje y la bodega, el Teatro de la Naturaleza y los Sentidos, a armonizar los vinos en el restaurante, La Cocina de Baltasar, o incluso la posibilidad de que el visitante se convierta en enólogo por un día, creando su vino y personalizando su etiqueta. Una experiencia tan inolvidable como el propio vino.
Bodegas San Alejandro
Ctra. Calatayud - Cariñena, Km. 16,4
50330 Miedes (Zaragoza)
Tel. 976 892 205
www.san-alejandro.com
Twitter: @BSanAlejandro
www.facebook.com/BodegasSanAlejandro