- Redacción
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- 2015-10-05 10:02:45
La antigua Casa Bataneros, en el centro de Valdepeñas, donde nació la primitiva bodega de la familia, se ha restaurado y reservado para las visitas y recepciones de protocolo y para las fiestas familiares, para que las nuevas generaciones conserven la memoria de cómo nacieron los primeros vinos, el esfuerzo artesanal de la elaboración y el transporte, en contraste con la logística actual, capaz de llevar a cualquier rincón del globo anualmente sus 250 millones de botellas.
La casa de la calle Bataneros, colorista y alegre, en torno a un patio central y repleta de recuerdos, donde hoy se reúnen los cuatro hermanos en sus habituales Consejos de Administración y donde cada uno de ellos tiene su refugio en los despachos vestidos a su gusto, solemnes o eficaces, vintage, históricos de anticuario o informales. Escaleras abajo se esconde la bodega, la reserva de barricas especiales y la restauración de aquel espacio mínimo donde los bisabuelos llenaban odres de piel o encorchaban a mano.
No es facil, desde ahí, cambiar el chip mental antes de aterrizar en la bodega actual, al pie de la autopista, donde simplemente el espacio del taller de mantenimiento, la nave para pequeñas reparaciones y ajustar los tornillos de las máquinas ocupa cinco veces más que la casita madre. Se trasladaron a esta nueva construcción en 1975. Ya entonces supuso una revolución por inversión, tecnología y volumen, y más aún hoy, cuando se ha convertido en la sede central de administración y logística del grupo que se ha ido gestando como Félix Solís Avantis y que se compone ya de media docena de bodegas en Rioja, Ribera del Duero, Rueda, Toro, La Mancha y esta de Valdepeñas.
Vino, el movimiento
En la superficie, la bodega es el paradigma del movimiento perpetuo. Por un lado el acarreo constante en camiones gigantescos, perfectamente aislados que, desde los 10 muelles de salida, conducirán casi el 60% de la producción a más de 110 países y el resto a toda España. Por otro, las botellas que bailan una danza infinita en el laberinto que es la monumental sala de embotellado, con capacidad para 150.000 botellas por hora. Incluso los propios depósitos gigantes del exterior ya han cruzado la calle, rebasando las instalaciones iniciales, que parecían tan crecederas, y se están instalando enfrente, en otro inmenso terreno. Y eso en el día a día, por no hablar del tiempo de vendimia que empieza la primera quincena de agosto y se prolonga, como un desfile interminable, hasta que se cosecha la producción propia de sus 500 hectáreas y la de 4.500 viticultores de la zona que son proveedores históricos.
Allí se alinean en una ordenada procesión hasta el peso, donde se toman muestras para analizar 14 parámetros de calidad de la uva en un laboratorio activo las 24 horas del día que ocupa 17 técnicos, a los que se suman otros cinco en época de vendimia. Sus resultados conducirán cada uva a la línea de elaboración diseñada para cada vino, empezando por la tolva correspondiente, de las que hay ocho con capacidad para recibir entre 80.000 y 90.000 kilos por hora.
Las tolvas y depósitos nuevos han sumado 40 millones de euros para una ampliación imprescindible, ya en marcha, que convertirá a la bodega en la tercera mayor del mundo y, por supuesto, la primera entre las bodegas familiares, capaz de elaborar 200 millones de litros que se suman a la otra bodega manchega, en La Puebla de Almoradiel. En total, cada año salen al mercado unos 250 millones de botellas, siempre con novedades y experiencias, como las 5.000 cepas de Cabernet Sauvignon que se han plantado este año.
Vino, la quietud
Entre la mimada bodega de Bataneros y las naves de barricas de la bodega central se apilan 50.000 barricas de roble americano y tostado medio que se renuevan cada ocho años sustituidas por otras idénticas para mantener el estilo inicial de los vinos, el que conoce el mundo entero.
Lo que sería imposible conocer son las 1.000 referencias del catálogo. Por eso a Carlos Villarraso, el jefe de bodega, le cuesta elegir un muestrario de cata. Al final se decanta por las novedades de la gama Casa Albali, un fresco y aromático blanco de Verdejo y Sauvignon Blanc, uva que solo se emplea para este coupage; un equilibrado y precioso rosado de Garnacha; un Tempranillo con Syrah, variedad que está dando estupendo resultado en estas latitudes y estos suelos calizos y, para redondear, un redondo Tempranillo de las viñas más viejas, trabajado con pre y post maceceración y con un goloso recuerdo de madera. La salita de cata es un remanso bajo el recibidor, casi tan silenciosa como la sala de proyecciones, el hall en la cima de las naves, donde los visitantes de cualquier idioma pueden conocer virtualmente a la familia fundadora, la tierra de Valdepeñas, los viñedos, las instalaciones de la bodega y la fabulosa realidad internacional de la empresa que se plasma en el almacén totalmente robotizado, un sueño futurista donde en mágico silencio se guardan, se encuentran y se distribuyen palés casi hasta donde alcanza la vista. Las cifras son lo impresionante, pero lo importante sigue siendo el vino.
Félix Solís Avantis S.A.
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