• Redacción
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• 2015-12-04 16:24:50

El viaje a la Ribera del Duero tiene mucho de iniciático y más si te diriges a una de las poblaciones más emblemáticas de la zona. La sobria y majestuosa llanura castellana donde resuena el metal de las numerosas batallas libradas en sus campos, el vuelo de las rapaces que dan la bienvenida al visitante y un castillo tan icónico como el de Peñafiel son los primeros elementos con los que nos encontramos cuando visitamos una de las bodegas que mejor ha sabido leer la esencia de los viñedos de la Ribera, esa que ha estado ahí desde los orígenes, pero que no siempre se ha sabido mostrar con la pureza y autenticidad que le caracteriza.

Diciembre se estrena muy frío. El amanecer en la Ribera del Duero es claro y gélido, ya invita a chimenea, ya huele a fiesta, y la viña bajo la escarcha y el vino en los depósitos o durmiendo en las barricas son una invitación al descanso, a ese relax de satisfacción después del trabajo bien hecho.

Pero el trabajo de una bodega es un ciclo sin fin, y en la filosofía de Resalte ese campo que parece dormido requiere las faenas más pacientes, las labores manuales que a lo largo de varios pases sucesivos bordan y repasan la poda de invierno, la poda en seco. Es el primer paso en el cuidado anual de la cepa, una operación de estilismo que requiere mano de obra conocedora y especializada para que, cuando explote la primavera en la cepa, brote por donde sea conveniente, en forma y medida. Entonces habrá que retocar con la poda en verde, con el desniete, más tarde, cuando apunte el fruto, con el aclareo de racimos para comedir la productividad, la cantidad de uva, para así primar su calidad. Paso a paso, cada cosa a su tiempo y sin escatimar cuidados.

El cuidado del detalle

Esos detalles son los que garantizan la calidad del vino, y son los que exige su enólogo, Enrique Andrades, que lleva las riendas en el campo y en la bodega, una receta magistral que asegura el éxito en sus elaboraciones, puesto que el conocimiento de la viña solo se puede ver reflejado en los vinos si se está pendiente en todo momento del comportamiento y necesidades del majuelo. La elaboración se plantea teniendo muy en cuenta el tipo de suelo en el que las cepas echaron sus raíces hace ya muchos años. Se controlan unas 80 hectáreas de viñas siempre de Tempranillo y que en algunos casos datan de la primera década del pasado siglo. Roa, La Aguilera, Peñafiel o Quintana del Pidio son algunos de los municipios que albergan cepas únicas por muchos motivos, como la potencia de la caliza de Peñafiel o la frescura de los majuelos de La Aguilera, algunos de los ingredientes de los que Enrique se sirve para dar vida a unos vinos que saben a la auténtica Ribera del Duero. Un trabajo en campo que respete las señas de identidad de una parcela debe continuar en bodega con la misma premisa, y así lo entienden en Resalte. Con unos medios que buscan preservar la calidad de la cosecha (cuidadosa vendimia, mesa de selección, limpieza escrupulosa, trabajos a favor de la gravedad...), a las uvas de las diferentes viñas se les da un tratamiento exclusivo con un único objetivo: extraer el talento que encierra cada parcela. Hasta tal punto llega ese respeto por la expresión del terruño que cuentan con barricas de hasta nueve tonelerías diferentes. ¿Por qué? Sencillamente porque la barrica tiene que ser el medio donde el vino madure y crezca sin verse apabullado por su impronta. Aquí los vinos tienen personalidad propia, cada uno de los depósitos y lotes de barricas cuenta la historia de los pueblos que han dado cobijo a las viñas durante años. Por eso entrar en la sala de barricas es todo un espectáculo, no por sus dimensiones ni majestuosidad, sino porque cada barrica está escrupulosamente marcada con el origen de su contenido. Lo más parecido a una escuela de viticultura donde aprender las características de los viñedos de tan afamada Ribera.

El brillo en la copa

¿Y el resultado? Una lección también magistral de cómo elaborar la magnífica Tempranillo de la zona. Personales, frescos, expresivos y equilibrados pueden ser algunos de los adjetivos que mejor califiquen a los vinos de Resalte. El Vendimia Seleccionada puede catalogarse como vino de paraje. Procede de dos parcelas a casi 1.000 metros de altitud en un terreno calizo y criado en barricas de 500 litros unos nueve meses para mostrar gran expresión varietal con los matices minerales del terreno marcando una línea de elegancia bien definida. En el Resalte Crianza -concentrado, con una complejidad a medio camino entre los aromas de crianza y la frescura primaria de la uva y una estructura bien armada sobre buena acidez- se reflejan las virtudes de cada uno de los viñedos. El Resalte Reserva nace de unos viñedos bien equilibrados por la edad con una viticultura centrada únicamente en buscar la excelencia del fruto. El Gran Resalte despierta nuestros sentidos, que nos informan de que estamos ante un grande. Expresión, potencia controlada, complejidad, armonía y mil matices que se prolongan porque sorprende con algo nuevo en cada momento. Viñedo viejo, ensamblaje de suelos, altitudes y un trabajo muy respetuoso para mantener un conjunto que no cesa de transmitir sensaciones.

Todo esto lo contamos en 2015, pero ya en 2010 y 2011 Resalte fue premiada por la prestigiosa publicación Wine Spectator como mejor vino de España. Sin duda un reconocimiento a una trayectoria que abre el camino a la esperanza en un mundo en el que la identidad de los vinos debe ser el principal objetivo de una bodega.

Pero el análisis de la Ribera del Duero no solo lleva a veladas deliciosas frente a memorables botellas, sino a descubrir los secretos de la evolución del vino español hasta el momento actual. A comparar los vinos clásicos, seguros, de viticultor histórico y los actuales, brillantes, de bodeguero tecnológico. Resalte apuesta por el equilibrio y no reniega de cierta osadía que alegra la copa.

Bodegas Resalte de Peñafiel
Ctra. Nacional 122 Valladolid-Soria, Km. 312
47300 Peñafiel (Valladolid)
Tel. 983 878 160

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