- Redacción
- •
- 2017-01-21 17:53:08
La memoria de la visita anterior era una visión de la primavera en la Ribera del Duero, los primeros verdes esplendorosos sobre la tierra seca y pulcra, y, sobre todo, la viva imagen típico-tópica del nacimiento de un vino de garaje. De eso hace ya unos años
Texto: Ana Lorente
E n aquel momento, un bodeguero dinámico, entusiasta y soñador se esmeraba en las estrecheces de la cochera de su tractor para mantener orden y concierto en los pequeños depósitos, en los toneles.
De allí salió una novedad, una rara avis en la región: un vino de maceración carbónica que sorprendió por su calidad y obtuvo en justicia un puñado de reconocimientos y premios. Y salió fortalecida la vocación y la seguridad del bodeguero, Juan Carlos Vizcarra, que es hoy, como sus vinos, como su actitud y su labor, un ejemplo de prodigioso equilibrio: entre la naturaleza y la técnica, entre el trabajo de campo y el de bodega, entre la tipicidad de la zona –el carácter de la Ribera del Duero– y la creatividad enológica que no reconoce limitaciones ni trabas. Y, por encima de todo, el amor al vino y el respeto al placer de quienes lo bebemos. Al placer, en general.
Todo empieza en el viñedo
El amor al vino no es nuevo en estos lares. Hoy el pueblo tiene 60 habitantes pero en el subsuelo se entrelazan más de 150 bodegas de guarda fechadas desde el siglo xviii, un laberinto de pasillos secretos, y en la superficie un sembrado de respiraderos que aquí llaman zarceras. Juan Carlos está restaurando una, con mimo estético, para guarda y exposición de lo más selecto de su producción.
Sin embargo, en la nueva bodega de elaboración que se inauguró en 2007 prima el criterio profesional. Es la obra de un viticultor y enólogo, pensada por y para el vino, sus labores y su perfección.
No tiene tolva, cada uva ha de superar la criba de la mesa de selección y desde ahí moverse por gravedad, sin presión, como pulcros granos de caviar, hacia el depósito correspondiente, de capacidad comedida para, por separado, extraer el carácter diferenciador de cada viña.
Y es que allí empieza todo. Juan Carlos es antes que todo viticultor, heredero de José Manuel Vizcarra Aguado, que fue pionero en plantar en estas tierras del Duero que hoy son el corazón de la Ribera. Allí aprendió a cuidar la viña, a injertar, a podar, y sigue manejando las tijeras con precisión de cirujano. Así trasmite a su equipo, del que se muestra orgulloso, la filosofía de la poda: no “cortar”, sino formar, esculpir cada cepa para que después los racimos se desarrollen preservados de todo mal y homogéneos, recibiendo por igual el sol y el alimento. El resultado se comprueba en verano, cuando brota el fruto, y lo que es más importante, en el vino, en la diferencia entre vinos con alma y vinos sin ella.
El trabajo es así de meticuloso en 40 hectáreas propias distribuidas nada menos que en 30 parcelitas y otras 15 familiares o controladas en su pueblo, Mambrilla de Castrejón, y hasta la vecina Roa. La elaboración es también diferenciada por suelos y clones, desde la fermentación hasta las mejores maderas de guarda, los caprichosos toneles, unos de 400 litros y otros bordeleses encintados de divertidos colores que pueblan la sala humidificada. Como en la viña, el equilibrio primoroso de la racionalidad emotiva.
De esas barricas ha salido este año el primer Gran Reserva, como celebración de los 25 años de la bodega y como reconocimiento de que ya es el momento, de que ahora ese vino inmovilizado, el mejor, no va a restar calidad a las otras elaboraciones. Bautizado como Torralvo, procedía de una cosecha excepcional, “de libro”, la de 2011, y es un prodigio de fruta madura y potentes taninos domados por el mejor roble francés y algo de americano, exponente típico de Ribera del Duero. Un carácter que se conserva en todo el catálogo, tanto en los monovarietales de Tinta Fina como en los que dedica a sus hijas Inés y Celia, donde incorpora Merlot o Garnacha. Ellas, junto a Alejandra, su mujer, son el primer apoyo y crítica del trabajo común. En sus propias palabras: “La tierra son ilusiones y sueños. También esfuerzos y logros. El viñedo, la bodega y el paisaje de nuestra Ribera del Duero son, sobre todo, personas. Mi padre estará siempre en el lugar principal, y junto a mi padre, mi mujer y mis hijas que representan el futuro del proyecto. A todos, al equipo de la bodega y a cuantos han bebido y beberán alguna vez nuestros vinos, nuestro agradecimiento”.
Los vinos tienen estilos diferentes, desde el más serio al más lúdico, con el mismo óptimo resultado. Su buen hacer es un estilo único, irrepetible.
Bodegas Vizcarra
Finca Chirrí, s/n. 09317 Mambrilla de Castrejón (Burgos)
Tel. 947 540 340 / 659 730 080
Twitter: @bodegasvizcarra
Facebook: /bodegasvizcarra
Youtube: /bodegasvizcarra