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Félix Lorenzo Cachazo

  • Redacción
  • 2013-07-01 14:04:28

Profetas en su tierra

La venta de más de 63 millones de botellas en 2012 situó a la D.O. Rueda en el tercer puesto de este país. Posiblemente el aumento de la exportación -28% más que el pasado año- le haga subir al segundo puesto este año. Félix Lorenzo Cachazo ha sido protagonista de excepción de ese milagro.

La evolución de la viticultura y la enología española en el último cuarto de siglo ha sido meteórica. Tanto las viñas como las bodegas han mejorado de forma espectacular a base de profunda formación y conocimiento y de ingente inversión, y eso se hace palpable casi en cualquier rincón de nuestra geografía. Pero el devenir de Rueda es aún más especial. Lo de Rueda no es lógica evolución, sino una transformación absoluta que ha sacado a luz un nuevo vino que el mundo entero aplaude, y bebe y compra.
Los protagonistas de aquel momento de inflexión, las bodegas familiares que apostaron por este rotundo acierto, se pueden contar con los dedos de la mano y Félix Lorenzo Cachazo atesora esa memoria, la del nacimiento y crecimiento de la D.O. Rueda, que ha sido su enorme aportación a la saga familiar.


Pionero y visionario

Porque la historia venía de muy lejos, de antepasados que durante siglos, más allá de donde se remonta la memoria y los documentos, cultivaron la uva en Pozaldez. Aún hoy, la familia conserva a unos 25 kilómetros de la villa algún viñedo prefiloxérico que, gracias a lo arenoso del terreno en que se asienta, consiguió sobrevivir a la epidemia. De ahí, de cepas añosas en vaso y sin una gota de agua añadida, con troncos retorcidos que evocan monstruos del pleistoceno, sale lo mejor, la esencia, de su Carrasviñas. Una producción que no supera los 2.800 kilos de uva por hectárea pero que concentra los aromas inconfundibles de la uva Verdejo y sustenta con su estructura una producción que anualmente se mueve en 1.300.000 botellas.
Félix asistió con su padre, con sus abuelos, al cultivo y elaboración de los Ruedas tradicionales al gusto de otros tiempos. La viña se plantaba de uva Palomino, también llamada Jerez, y para que los caminantes no picotearan la uva antes de la vendimia, se rodeaba de cepas de Verdejo que, por su acidez y su regusto amargo, servían de guardianas.
Con ese coupage de uvas se elaboraba el primer Rueda que muchos aún recuerdan, asoleado en panzudas damajuanas durante meses hasta conseguir por oxidación un tono de oro ámbar y un paladar licoroso.

 

La fe en la uva

Pero la Verdejo impuso su personalidad en manos de un puñado de revolucionarios -Félix y siete más- y, ya sola o con la aportación exótica de la Sauvignon Blanc o suavizada a base de Viura, se convirtió en la base, en el distintivo de la D.O. que nacería en 1980.
Y así nació su blanco Carrasviñas. Lo bautizaron así, como el parque local, porque éste se plantó sobre un legendario laguito de vino que se formaba cada año cuando había que preparar las bodegas para la nueva vendimia y se vaciaban allí los restos de vino del año. Porque aquí, en Pozaldez, bendito paraíso, siempre sobró vino.
Para elaborarlo, la bodega cuenta con 25 hectáreas de viña propia y otras 200 de viticultores locales. Ángela, la hija de Félix, se formó como enóloga, pero su papel es mucho más amplio, ya que, además de la elaboración y el cuidado del vino, se encarga de encaminar y controlar todo ese viñedo de forma que cumpla los niveles de calidad que exige para sus vinos y reciba a la vez el mimo que merece la tierra. Cuando se incorporó a la bodega, las marcas punteras -Carrasviñas, sustentada por 50 años de fama, Larrúa o Gran Cardiel- ya eran sólidas, pero su generación, ella y su hermano Eduardo, que se ocupa de las labores comerciales, no ha podido resistir la tentación de gestar una obra propia. Así nacieron los Manía, varietales de Verdejo y de Sauvignon Blanc, con vocación de modernidad, carácter y una equilibrada combinación de frescura y expresividad, que nace en una viña excepcional, un terreno pedregoso a 800 metros de altura, bañado por el sol, refrescado por todos los vientos y asomado a esos horizontes sin límites de Castilla.
Y así, de esa necesidad quizá heredada de innovar, de crear, nació también el espumoso, con el asesoramiento de uno de los grandes del cava, el desaparecido Joan Milá, al que Ángela admira como su maestro.

 


Vinos para el mundo

El viñedo de Rueda ha crecido mucho, y también el número de bodegueros que vienen a asentarse en la zona al reclamo de la calidad de la uva y la fama de la D.O., pero en vez de entrar en la competencia de la guerra de precios que eso ha originado, Cachazo eligió ampliar el mercado y así Eduardo consigue hoy exportar el 65% de la producción y sus vinos viajan a Alemania, Holanda, Rusia, Bélgica, Dinamarca, Reino Unido, Polonia, Eslovaquia, Letonia, Suiza, Noruega, Francia, Japón, China, Estados Unidos, Canadá, México, Nigeria...
Japón se bebe casi todas las 12.000 botellas del espumoso, que se vende bajo cupo. Y Alemania es en general su mayor mercado. Y viceversa, ya que Félix Lorenzo Cachazo es la bodega de Rueda líder en Alemania. De hecho, han recibido al embajador en una visita reciente a la zona.
Unos llegan, otros pasan, pero ellos, la familia, están allí desde siempre, y cuando recorren las pulcras viñas pisan fuerte y miran lejos, con la satisfacción de recorrer un camino del pasado al futuro.

 


Bodega Félix Lorenzo Cachazo

Ctra. Medina del Campo, Km. 9
47220 Pozaldez (Valladolid)
Tel. +34  983 822 176
www.cachazo.com 

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