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Bodega Ejemplar: Ángel Lorenzo Cachazo

  • Redacción
  • 2013-06-01 09:00:00

El esplendor de la Verdejo

La bodega es joven -del 88-, el equipo también -los hijos de Ángel Lorenzo Cachazo-, pero su experiencia, heredada de siglos, tiene raíces tan profundas como la propia viña

Debajo de la llanura vallisoletana, debajo del pueblo plano, el vino ha jugado al escondite durante siglos. Más de 100 bodegas horadan el subsuelo de una villa que apenas cuenta con 500 almas. Sin ir más lejos, la casa de familia de Ángel Lorenzo Cachazo, que fue la unión de dos casonas céntricas, se alzaba sobre un par de ellas de las que el vino salía en pellejos, escaleras arriba, a lomos de los sacadores. Incluso en el nombre del pueblo, Pozaldez, se encuentran reminiscencias de hollejos, de los posos de trasiega, de la hez. Y en esta tierra seca se cuenta que a los caminantes, en vez de con la escasa y preciada agua, se les acallaba la sed con unas jarras de vino.
Hoy ya no bulle en vendimia el lagar de cada casa, pero es rara la familia que no ha heredado un viña, un majuelo, como aquí la llaman. Eso sí, aunque las fórmulas tradicionales de agricultura y los truquillos de elaboración artesanal de vino se han heredado generación tras generación, no son muchos, aparte de la familia, los que han actualizado los conocimientos, la técnica, la inversión, y se lanzaron a la aventura de una bodega moderna. Pero aquí Javier, el hijo de Ángel, se formó como enólogo para profesionalizar una vocación que le venía desde crío, desde que dejaba a medias las tareas escolares en casa y escapaba por la puerta de atrás para colarse en la bodega y meter mano en todas las faenas. Desde el año 88, cuando se funda la nueva bodega, él y su hermana Mabel son las dos manos del padre, desde el campo hasta la administración.
La nueva bodega
La primavera ha venido lluviosa y el calor tardío, pero ya apuntan en las cepas los diminutos racimos. Ángel, con sus 77 abriles, no resiste cada día la llamada del campo, sea para la poda, la entresaca, la vendimia o en este tiempo para vigilar que no quede una hierba entre las plantas. Ni se resiste a dar una vuelta entre los brillantes depósitos de la bodega, de la nave nueva, o vigilar el proceso los días de embotellado y darle algunas pautas a César, el bodeguero.
Javier marca la línea de las nuevas plantaciones y diseña tanto los vinos puntales de la marca, los Martivillí, como las nuevas elaboraciones, los espumosos y el catálogo de tintos desde que están permitidos en su Denominación de Origen, Rueda.
Es él también quien selecciona las barricas, roble francés y americano, que ocupan un subterráneo bajo la sala de embotellado para elaborar el vino estrella de la casa, el Verdejo Fermentado en Barrica. La uva sale de 45 hectáreas de viñedo propio distribuidas en pagos muy diferentes, El Poleo, El Sotillo, el Millón, y hasta en el pueblo vecino, Pozal de Gallinas, donde la tierra arenosa forma lagunillas, lavajos, humedad pasajera. Por cierto, que es una de esas la que dio su sonoro nombre al vino Martivillí. El resto de la vendimia, hasta el casi millón y medio de kilos del pasado año, se le compra a los vecinos, a viticultores conocidos de toda la vida. A viñas que, desde este pueblo un poco más alto que los alrededores, se pueden seguir a diario sin más que asomarse a la ventana y otear el horizonte.
La historia interminable
La nave nueva se alzó hace cinco años para completar lo que se podría definir como una bodega de enólogo, de bodeguero, es decir, sin más pretensión que la eficacia en la elaboración del vino. Pero el azar también juega a la estética y así, el recubrimiento exterior, una elección casual de muros de canto rodado, parece reproducir la tierra pedregosa del viñedo, la que refleja el sol, guarda la humedad y deja en la copa un elegante recuerdo mineral.
Ahora una nueva prensa, imponente, duerme junto a la pulcra tolva basculante esperando su puesto definitivo, una inminente obra que ampliará almacenes y salas de depósitos. Ahora es la calma que precede esa vorágine. En el pueblo quieto solo suenan las campanas alternas de las dos impresionantes iglesias, Santa María y la mudéjar de San Boal, con su hermosa torre y un equilibrado ábside.
Silencio, calma, también en la bodega para no perturbar al Cachazo y al Lorenzo Cachazo, los tintos de maceración carbónica, ni al alegre espumoso Martivillí que madura en sus jaulones ni a los blancos de Viura, de Sauvignon Blanc y de la intensa y a la vez elegante Verdejo de esta zona, la que ha encumbrado a la D.O. Rueda y la ha llevado a los confines del mundo. Rueda es el nombre, Verdejo la materia prima y, sin duda, uno de sus sonoros apellidos es Martivillí.












Bodegas Ángel
Lorenzo Cachazo
Avda. Estación, 53
47220 Pozaldez (Valladolid)
Tel. 983 822 012
www.martivilli.com

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