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Egomei, angelical por dentro y por fuera

  • Ana Lorente
  • 2011-12-01 09:00:00

Nada más cruzar la inexistente frontera, La Rioja despliega ante los ojos la imagen gloriosa de unos rotundos ángeles barrocos. Toda una sorpresa. Pero aún lo será más para la uva, cuando al llegar la vendimia a la bodega se le obsequia con una sesión de spa, un baño higiénico con su leve masaje. No exageran nada al decir que aquí tratan la uva entre algodones.

Finca Egomei es el entorno y la materia prima de una bodega caprichosa y mimada como pocas. Es la más flamante obra del grupo familiar de Arturo Beltran, un inagotable empresario zaragozano que en 1987 se inició en el mundo del vino desde el lado más dulce, en la histórica bodega de Moscatel que Camilo Castilla fundara en Corella, en la vecina Navarra, casi siglo y medio antes. La dirección de la bodega se le encomendó a su hija Ana, que acababa de cumplir los 22 y del vino sabía poco más que beberlo. Pero aprendió rápido. Tanto que su dedicación y su saber hacer le valió en 2008 el reconocimiento como Empresaria del Año. Aprendió a apreciar la belleza y la tradición de aquellos muros, pero también a rejuvenecer y ampliar el catálogo de vinos. Aprendió a conocer y respetar la uva, a saber de vendimias, de pluviometría, de elaboraciones y de mercados y, sobre todo, a seleccionar a los mejores colaboradores. Todo eso impulsó después la compra de una famosa bodega de brandies, Peinado, y ahora la creación al detalle de Egomei. Incluso el proyecto inmediato de otra bodega en Campo de Borja que se bautizará como Agón.

Gravedad y técnicas
La finca es un llano de 100 hectáreas de las que 40 están plantadas de Tempranillo y Graciano desde hace entre 30 y 40 años. En otro extremo, un olivar del que elaboran aceite ecológico. Las dos naves preexistentes se han unido con una central y hoy forman un precioso y equilibrado conjunto. El frente, angelical, con cristaleras inmensas asomadas a la viña, y detrás otra visión diáfana hacia las salas de barricas y las de guarda para el club de vinos, donde los clientes pueden reservar y conservar sus botellas hasta el momento de servirlas.
La idea de lavar la uva antes de que pase por la mesa de selección forma parte del exigente proyecto del asesor enológico, que es un experimentado conocedor de Rioja, Ventura Lasanta. Es él quien aplicó la bañera móvil y el secado por aire, además del manejo de la uva exclusivamente por gravedad. Y es él quien ha ampliado el viñedo en torno a la bodega con más Graciano injertado en pie viejo, una variedad que da lo mejor de sí en este terroir. Y también quien selecciona las barricas de las mejores tonelerías para disponer, segun su propia expresión, de “una surtida paleta de pintor”.
En el día a día, quien rige el proceso de la bodega es una enóloga joven y entusiasta, Idoya Jarauta Gurria, natural y vecina de estos pagos, capaz de extraer la mayor expresividad de uvas de grano pequeño a las que se escatima el agua. Lo que no escatima es tiempo, mano de obra y tecnología: de frío, de calor, de protección a la hora de la fermentación maloláctica o microoxigenación, de control en su magnífico laboratorio, de trasiegas... de modo que el vino no precise ni filtrados ni clarificados ni estabilización para estar perfectamente acabado.

Dos vinos y una filosofía
La bodega empezó a elaborar en 2007, ya metidos en la crisis, de modo que le han tocado malos tiempos comerciales y sin embargo tanto la exportación, que llega a China, a Suiza a Estados Unidos, como los premios y las calificaciones (90 y 93 puntos Parker, Oro y Plata en Decanter...) muestran a las claras que han acertado con la filosofía de elaborar exclusivamente un par de vinos de autor, de alta gama: Egomei y, en las mejores vendimias, Egomei Alma, con una producción total limitada a 200 o a los sumo 300.000 botellas.
También, por principio, se resisten a someterse a las categorías oficiales de tiempo de guarda (Reserva, Gran Reserva) y en la etiqueta aparece exclusivamente la añada, ya que no quieren obligarse a maderizar un vino más de lo que le conviene. La barrica no debe ser protagonista, sino compañera de viaje. Las eligen de grano extrafino, y ensamblar lo que aporta cada roble, cada tostado, cada tonelería, en 556 barricas, es lo que confiere al vino matices diferenciados, personales.
El resultado, tanto en Egomei como en Alma, es una elegante explosión de fruta afinada por la crianza sobre lías durante unos 14 meses, y en el Alma hasta 18. Son el orgullo de Ana, que alterna su ocupación en ambas bodegas y aún rescata tiempo para la vida política y brindar por la realidad de los nuevos proyectos.


Finca Egomei
Ctra. Alfaro a Corella s/n
26540 Alfaro (La Rioja)
Tel. 941 181 570 / 948 780 006
info@egomei.com
www.bodegasab.com

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