- Redacción
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- 2000-02-01 00:00:00
Los vinicultores capaces de expresar su personalidad en su vino, suelen poder hacerlo también de otra manera. Por ejemplo, con las artes plásticas. Vinum ha pedido a seis vinicultores de seis países que representen para nosotros su filosofía del vino (lo que el vino significa para ellos hoy, a principios de una nueva época) en collages de palabra, línea y color. Lo que hemos recibido han sido seis obras de arte, tan individuales y complejas como sus seis personalidades y, en general, como el mundo del vino a principios del nuevo milenio.
André Ostertag,
Epfig, Alsacia
Sus botellas viajan alrededor del mundo como obras de arte y proclaman el mensaje de este hombre y su terruño a sus aficionados desde Tokio a Nueva York. En su sala de cata ha dispuesto piedras de su viñedo, poderosas y fuertes, y una escultura piramidal abarca el espacio, etérea y frágil, trenzada con brotes de vid podados. Cuando habla de sí mismo y de sus vinos, siempre lo hace con claridad y lógica irrefutable, pero sobre todo con un entusiasmo contagioso, porque le sale del corazón. Entre el gremio de vinicultores tradicionalistas de Alsacia, André Ostertag, a sus 41 años, aún sigue considerándose un espíritu de la contradicción juvenil. Pero en realidad, es un tradicionalista declarado. Con la única diferencia de que, para él, la tradición no debe ser algo pétreo, como un destino inexorable. “También la tradición debe seguir evolucionando, redefiniéndose una y otra vez”, dice.
Manfred Krankl,
Ventura, California
Llegó a California a principios de los años 80, y ahora cuenta 41 años. Fue confundador del restaurante Campanile, una verdadera institución en Los Ángeles. Quería ofrecer a sus comensales un pan especial, por eso empezó a hacerlo él mismo. Ese fue el germen de La Brea Bakery, que actualmente, con unos 300 empleados, es la panadería especializada más famosa de los EE.UU. Algo muy similar le ocurrió con el vino. Cada año vinificaba con otros vinicultores “vinos de la casa” especiales. Hoy por hoy, su Winery Sine Qua Non se cuenta entre las empresas punteras más innovadoras de la South Central Coast. Además de estas actividades y de su gran familia de cinco hijos, Manfred Krankl aún encuentra tiempo para sus actividades artísticas. Testigo de ello son las tan singulares etiquetas de sus botellas. Su trabajo para Vinum se basa en una cita del dadaísta y fotógrafo americano Man Ray, que Manfred Krankl ha interpretado a su manera, haciéndola suya, así, en cierto modo.
Bartolo Mascarello,
Barolo, Piamonte
La vieja estrella del Barolo, Bartolo Mascarello, está atado a una silla de ruedas a causa de una enfermedad y, en el mucho tiempo del que ahora dispone, pinta etiquetas y pequeños cuadros para sus amigos. A pesar de su discapacidad, Bartolo posee una inquebrantable sed de acción y una testarudez proverbial. No hay viñedo cuyas uvas no haya probado personalmente antes de la vendimia, no hay trabajo en la bodega en el que no esté presente y, para disgusto de su hija Maria-Teresa, no escatima críticas ni consejos. Con su afilada pluma, critica los vinos Barolo que ya no lo son y la degradación arquitectónica de Langhe. Su rechazo a la moda de la barrica es proverbial: “En estos últimos años, he sustituido nuestras cubas por otras nuevas, naturalmente de las grandes, la bodega está repleta de ellas, hasta el último rincón. Incluso cuando yo ya no esté aquí”, mirando de reojo a su hija con malicioso regocijo, “nadie podrá meter barricas aquí… ¡no queda sitio!”
Andreas Schmitt,
Randersacker, Franconia
Los hermanos Karl Martin y Andreas Schmitt cultivan el “barroco” modo de vida de Franconia, juntos, pero de forma individual. El medio de expresión de Karl Martin es el vino y el de Andreas, el arte. Con todo, el artista también trabaja en la finca vinícola y el vinicultor participa del arte de su hermano. El trabajo que Andreas Schmitt ha realizado para la revista Vinum incorpora hábilmente sensualidad, frutalidad y complejidad, componentes que pueden hallarse tanto en el arte como en esa otra forma de arte que es el vino.
Marie-Thérèse Chappaz, Fully, Wallis
Tiene fama de obstinada, y su perceptible espontaneidad se ve reflejada en sus vinos. Elaboró el primero cuando sólo contaba 18 años y ahora ya han pasado 11 desde que asumió la dirección de la bodega familiar. Aún hoy cada vino, cada añada, lo vive como una nueva aventura. Sus vinos dulces, a partir de cepas de 80 años de Petite Arvine y Marsanne, se muestran con una personalidad tan vigorosa como la de su creadora; modernos y a un tiempo intemporales, son una clara imagen en la que se puede contemplar una insólita ampliación de su rostro: he aquí dos ojos, bien abiertos y azules, una nariz, y una boca curvada por una dulce sonrisa. Después de una más detenida observación se comprende bien el mensaje. Nos hallamos ante una mujer y un vino, y ambos se pertenecen. Con toda seguridad, los dos forman parte indisoluble de un todo.
Carlos Esteva, Avinyonet del Penedés, Cataluña
Hombre de negocios, coleccionista de arte, vinificador, pintor y diseñador en sus tiempos libres. Su finca Can Rafols dels Caus demuestra con su Cuvée Superior “Caus Lubis” que la tradición arraigada y la modernidad no son excluyentes. La cita de Carlos Esteva que reproducimos a continuación se refiere al vino, pero hay evidentes paralelismos con su visión del arte: “La educación que has recibido, todo lo que has comido y bebido influye en tus preferencias personales. Así, un gran vino expresa siempre, además de su terruño, también la individualidad de su hacedor. Lo cual, naturalmente, no es válido para los vinos elaborados pensando en los beneficios. La auténtica calidad de un vino se manifiesta en el efecto diferenciado que suscita. Los vinos excepcionales tienen ese algo que va mucho más allá de lo que somos capaces de percibir con los ojos, la nariz y el paladar. Hay que luchar por lo invisible.”