- Redacción
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- 1997-06-01 00:00:00
En 1955, cien años después de la primera clasificación de Burdeos, la prestigiosa zona bordelesa de Saint-Emilion hizo la suya para los vinos de su delimitación. Obtener un Premier Grand Cru classé, representa reputación, dinero, ventas a precios muy altos. La particularidad de Saint-Emilion es que su clasificación se revisa cada 10 años, con lo que los bodegueros se muerden las uñas esperando si los resultados les mantienen en su clasificación, les ascienden o les rebajan. La última, la de 1995, salió a la luz hace pocos meses. Siete bodegas felices consiguieron alcanzar una categoría superior.
La comisión evaluadora se tomó su tiempo. Desde el verano del año 1995 corrían rumores acerca de las decisiones que se estaban tomando a puerta cerrada, se barajaban ascensos y descensos. Muchos opinaban que había demasiados Grands crus classés y que algunos Premiers crus no eran dignos de tal clasificación. Por otra parte, un grupo que aspiraba a la máxima clasificación les pisaba los talones: Angélus, Canon La Gaffelière, Grand Mayne y Troplong-Mondot ¿serían pronto Premiers grands crus classés? ¿Y qué pasaría con el Beau-Séjour Bécot, degradado a Grand cru classé en 1986? ¿Podrían los hermanos Bécot celebrar pronto su resurgimiento?
El gran momento llegó el 6 de septiembre de 1996. La aristocracia del vino de Saint-Emilion, que contenía la respiración esperando al cartero, se deshizo en celebraciones de turbulenta alegría o ahogó su pena en un vino noble.
El veredicto de los sabios, compuesto por representantes del Estado, corredores de vinos, comerciantes y enólogos, podrá parecer de poco alcance a los profanos, pero para los bordeleses la reclasificación fué la gran sensación. Diez Grands crus classés fueron degradados a simples Grands crus. Cuatro Grands crus ascendieron a Grand cru classé: Château Laroque y tres fincas que habían perdido dicho rango en la última clasificación de 1986, a saber: Cadet-Bon, La Couspaude y Grandes Murailles.
Beau-Séjour Bécot recuperó el merecido rango de Premier cru, y con ello obtuvo el desagravio por los diez años de arresto a los que había sido condenado, según la opinión de muchos, sólo por intrigas y maquinaciones locales. Angélus ascendió a Premier grand cru classé, merecidamente, y esto no huelga decirlo, ya que su reclasificación condena una de las teorías en las que se basaba la clasificación de 1955: la de que las mejores tierras de viñedos de Saint-Emilion estaban en la meseta calcárea, alrededor de la pequeña ciudad. Las viñas de Angélus se encuentran en los “pieds de côte”, es decir, al pie de dicha meseta. Así, Angélus supone la excepción de una regla que ya tiene otras dos similares: Figeac y Cheval Blanc.
En la reclasificación de Angélus, por una vez, y por eso es tan significativa, se ha considerado más la calidad directa del vino y menos el factor histórico, premisa que podría servir de ejemplo a otras clasificaciones similares.
Para los críticos, naturalmente, esta reclasificación no ha sido lo suficientemente radical. Canon, Pavie, La Gaffelière y Trottevieille fueron señaladas por más de uno como candidatas a la degradación. No sin algo de razón, si se consideran algunas cosechas aisladas, aunque no del todo justificadamente, si se tiene en cuenta la buena evolución general de estas bodegas. Obviamente, algunas de ellas recibieron una amonestación, y tienen la ocasión de demostrar ahora, hasta la nueva reclasificación dentro de diez años, que merecen su rango.
¿Y los posibles ascensos que no se concedieron? Posiblemente sólo uno de ellos tenga auténtico motivo de duelo: Thierry Manoncourt, del Château Figeac. Desde hace años sueña con ver coronada la obra de su vida con el título de Premier grand cru classé A, un título que sus tierras sin duda merecerían, no sólo por motivos históricos sino también por su absoluta calidad. El jurado que intervino en la clasificación tampoco era del todo contrario a este enfoque.
“Figeac es una de las casas más prestigiosas de Saint-Emilion y aporta mucho a la buena fama de esta Denominación. Es el resultado de sus esfuerzos y de su pasión por la cepa y el vino”, escribió el jurado a su propietario. A pesar de ello, su primera solicitud de clasificación superior fue rechazada. Los criterios que exigiría tal reclasificación incluyen, además del pago, la calidad del vino y la reputación, también el criterio del precio. Si bien Figeac se vende más caro que los demás Premiers B, sigue siendo menos costoso que los Premiers A.
Hablando claro: Thierry Manoncourt se vende a precio barato, por eso sus vinos no pueden ser Premier A. “Quizá, dentro de diez años”, se consuela de su derrota el propietario. Quizá dentro de diez años, piensan los buenos aficionados, y les consuela también el hecho de poder seguir adquiriendo durante un tiempo un vino de una calidad de Premier cru A a un precio más que razonable.
Rolf Bichsel