- Redacción
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- 1998-12-01 00:00:00
Algunos nacen siendo propietarios de fincas. Otros se hacen propietarios trabajando duramente. André Cazes pertenece a la segunda categoría. Sus antepasados llegaron hace mucho tiempo al Médoc con las manos vacías.
Cuando André Cazes narra, evoca imágenes y con palabras precisas como pinceladas, da perfil a toda una época. La crisis de la filoxera. El derrumbamiento del comercio del Burdeos. La ruina de toda una región.
El abuelo Cazes fue pastor en los Pirineos. Un “montagnol”, un semisalvaje. En invierno, mientras las ovejas estaban en los establos, él bajaba de las montañas y se dirigía al Médoc para ayudar a arrancar las cepas dañadas por la filoxera. Por fin, los investigadores habían hallado la manera de luchar contra la plaga: se injertaban púas nobles europeas en cepas base americanas.
Para arrancar y plantar cepas se necesitaban brazos fuertes. Desde entonces, llamaron “reyes de la pala” a los montañeses de los Pirineos que, con la fuerza de sus músculos, sacaron del apuro a los mimados castellanos. Y hoy, ¿quién les agradece el mérito que tuvieron en la recuperación del comercio del vino en Burdeos?
El abuelo Cazes supo aprovechar el momento favorable. Fundó una empresa y contrató a veinte compatriotas suyos. Por ejemplo en Latour cavaron, armados sólo con la pala, profundas zanjas kilométricas en el suelo pedregoso, en las que plantaron jóvenes cepas, ya resistentes a la filoxera.
Hoy ya nadie recuerda por qué el hijo del pastor y cavador se hizo panadero. ¿Casualidad o destino? En cualquier caso, André Cazes no vio por primera vez la luz del mundo como hijo de vinicultor, sino como hijo del panadero del pueblo de Pauillac. Un día, la panadería se incendió. El jardín no bastaba para alimentar a la familia. Un vecino quiso sacarles del apuro y les ofreció venderles su finca vinícola. ¡Qué extraña manera de ayudar! ¿Quién iba a querer comprar una finca vinícola en los años de la mayor crisis económica que el mundo había conocido hasta entonces?
El padre Cazes se decidió a arrendarla primero junto con su amigo, un mecánico de automóviles, “sólo para que los viñedos no quedaran yermos”, cuenta André Cazes. La familia no adquirió la finca hasta 1938 (por dos duros, añade el nieto Jean-Michel Cazes, que hoy lleva la voz cantante). Desde entonces, los Cazes son propietarios del Château Lynch-Bages en Pauillac.
A principios de los años cuarenta, el padre y el hijo Cazes se repartieron las tareas. El padre se ocupaba de la finca vinícola, el hijo de la oficina de seguros que había montado mientras tanto. Paralelamente, trabajaban en multitud de otros proyectos, entre ellos, por ejemplo, la fundación de la cooperativa vinícola de Pauillac, junto con un grupo afín, o la hermandad del vino Confrérie du Bontemps. En 1999 la hermandad celebrará el 50 aniversario de su fundación. André Cazes es el único que queda de los padres fundadores.
En este punto se interrumpe el flujo de la narración. André Cazes se calla, sentado y pensativo, mirando por la ventana. Desde ella se puede disfrutar de una magnífica vista sobre otro río: el Gironde. Tiene preparado un telescopio dirigido hacia las aguas que se mueven al ritmo de las mareas. Se ven pasar objetos arrastrados por la corriente. André Cazes pasa sus horas tranquilas con la mirada puesta en la corriente y en la lejanía. Esta mañana hemos estado nadando un poco río arriba.
André Cazes.
Nació en 1913. Sus hijos Sylvie y Jean-Michel Cazes se ocupan actualmente de las fincas familiares Lynch-Bages y Les Ormes-de-pez. André Cazes fue alcalde de Pauillac y cofundador de la Hermandad del Vino del Médoc y de las Graves.