- Redacción
- •
- 2000-12-01 00:00:00
Es todo un espectáculo ver a Paco Hurtado de Amézaga, descendiente directo del fundador de la bodega Marqués de Riscal, degollar con las tenazas incandescentes una botella del año 1900. Parece un moderno Aladino dispuesto a liberar el genio de la mejor enología española, cien años prisionero en la frágil urna de cristal . y paco, gesto distendido, orgullo a flor de piel, ademán cortés y generosidad aristocrática, realiza la faena seguro de la bondad del vino.
Un siglo que parece haber perdido el sentido del tiempo. Así, 1900, 1910, 1917, 1918, 1920, 1928... la historia de una forma de entender el vino tinto riojano que demuestra, en su increíble longevidad y vitalidad, lo acertado del diseño.
Pocas experiencias hay más definitivas a la hora de liberar la mente de ideas preconcebidas como la de catar alguno de estos vinos centenarios. La refutación del dogma de la «tipicidad». Frente a la falacia de un «clasicismo» que apenas si cuenta con tres décadas en su haber, aquí están estos tintos al borde de la inmortalidad, en los que hasta el corcho desafía todas las reglas, y permanece con entereza custodiando la entrada de aire. Aquí hay una vocación de permanencia, más allá del simple negocio; un rigor extremo en la elaboración; unos varietales en estado de gracia, todavía no tocados por el maligno (filoxera); el uso, sin trabas burocráticas ni prejuicios ideológicos, de un soberbio Cabernet Sauvignon, incluso Merlot, junto a una gloriosa Tempranillo y Graciano de pie franco.
Quién ha dicho que los riojas clásicos no estaban bien cubiertos, que la capa, insensible al paso del tiempo, no se aferraba al rojo rubí profundo, que la nariz renunciaba a la fruta primordial, que el roble -francés y americano- no se atemperaba en su halago de maderas finas y especias, que el terruño no certificaba con su sello mineral la nobleza de origen.
Estos vinos de principios de siglo son el espejo vivo donde deben mirarse los nuevos riojas. Porque ejemplarizan, mejor que nadie, la grandeza de nuestra zona vitivinícola más prestigiosa, y que el tiempo y una lucha comercial suicida han deteriorado.
Termina la cata. La experiencia ha sido increíble. Antes de despedirme comento: «!Ojala el buen vino de Rioja vuelva a ser como solía!»
Y Paco Hurtado de Amézaga sonríe.
El ejemplo bordelés
Hay bodegas míticas que por sí solas caracterizan toda una zona. Como Herederos del Marqués de Riscal, pionera en el buen hacer riojano, y creadora de un estilo que los demás imitarían posteriormente. Fundada en 1860 por Camilo Hurtado de Amézaga, este diplomático, periodista y librepensador, con viñas y bodega en la finca de Torrea, en Elciego, residente en Burdeos desde 1836, tuvo la genial idea de traer a su bodega al famoso enólogo francés Jean Peinau, introduciendo así en España los sistemas de elaboración y crianza de Burdeos. Desde entonces, esta innovadora empresa vitivinícola, con 200 ha. de viñedo en el que se cultivan los tradicionales varietales Tempranillo, Graciano, Mazuela y, desde sus comienzos, Cabernet Sauvignon, Merlot y Malbec, es un ejemplo de fidelidad a los orígenes, lo que no les ha impedido adentrarse por el camino de la renovación, con su vino más logrado: «Barón de Chirel». Que tarden 140 años en sacar una nueva marca indica cómo hacen las cosas en Marqués de Riscal. Una bodega que tiene en sus cavas alguno de los tintos más viejos y mejor conservados del mundo.
Marqués de Riscal 1900
Vendimia: muy buena.
Producción: 900.000 litros.
Existencias: 27 botellas.
Precio: 270.000 ptas.
18,5
Vino más que asombroso.
Con sus cien años a cuestas mantiene una viveza excelente, sus colores rojos surgen entre los tonos teja con brillantez. Un limpio y complejo buqué se recrea en la copa, y en boca todavía conserva un gran equilibrio y notables taninos que arman el paso de boca. Pero lo verdaderamente impresionante es la sensación de elegancia que envuelve el paladar tras la ingesta.
Marqués de Riscal 1910
Vendimia: buena.
Producción: 400.000 litros.
Existencias: 221 botellas.
Precio: 110.000 ptas.
17,5
Hay un componente de hierbas en el buqué de este vino que le hace recordar a la quina, un dato que le diferencia del resto. Es bastante corpulento en boca, y aunque parezca un disparate, se aprecia cierta carnosidad. Discurre con armonía, es muy elegante y todos los elementos están muy bien integrados.
Marqués de Riscal 1917
Vendimia: buena.
Producción: 500.000 litros.
Existencias: 27 botellas.
Precio: 270.000 ptas.
17
Curioso buqué, complejo y con cierta intensidad que muestra el influjo característico de una gran Cabernet, también con notas de mermelada de frutas. Es el más corpulento en boca, pero, como se puede imaginar, nada contundente ni poderoso. Elegante y largo.
Marqués de Riscal 1918
Vendimia: buena.
Producción: 700.000 litros.
Existencias: 27 botellas.
Precio: 270.000 ptas.
17
Un color impecable. En su noble reducción resalta un toque metálico; hay notas de caja de puros y todavía se vislumbra la fruta. Está muy bien estructurado, el paso de boca es fino y pulido, y los retronasales vuelven a mostrar el limpio buqué.
Marqués de Riscal 1920
Vendimia: muy buena.
Producción: 400.000 litros.
Existencias: 43 botellas.
Precio: 260.000 ptas.
18
Su buqué muestra una delicadeza suprema; resalta el toque de cedro y tabacos. Muy pulido y suave en boca, característica que le proporciona un exquisito equilibrio. Finalmente envuelve el paladar con los aromas de retronasales, donde aparecen de nuevo los limpios recuerdos de caja de puros.
Marqués de Riscal 1926
Vendimia: regular.
Producción: 700.000 litros.
Existencias: 97 botellas.
Precio: 180.000 ptas.
14
Quizá el más cubierto de color. Se reconocen los aromas de vainilla, lácteos, aunque la parte frutosa ha desaparecido. Mantiene una viva acidez, o más bien ésta consigue sostenerlo en boca. De todos, es el primero que da muestras de cansancio o agotamiento en la copa, con el paso de los minutos se va desarmando mientras los otros ofrecen aromas más nítidos.
Un viñedo
precursor
En 1860, de las 39 hectáreas de cultivo con que contaban los viñedos del Marqués, el 75 % estaba dedicado a las variedades Tempranillo, Graciano, Mazuelo y alguna otra autóctona, mientras en el resto empezaban a vegetar las primeras cepas de Merlot, Cabernet, Malbec y Pinot Noir plantadas dos años atrás. Siguiendo la más genuina y depurada técnica bordelesa, la nueva bodega del Marqués de Riscal comienza a comercializar los vinos en barricas, y en 1862 embotella sus primeros tintos. Tan sólo hubo que esperar cinco años para que todos estos esfuerzos se vieran recompensados y reconocidos en las principales exposiciones de la época: Medalla de Primera Clase en la Exposición de Bordeaux de1865, Dublin 1866, París 1872, Viena 1873 y de nuevo París, Medalla de Oro en 1878, culminando con el Diploma de Honor en la XIII Exposición de Bordeaux en 1895, máximo galardón concedido a un vino, siendo la primera bodega no francesa en conseguirlo y que figura con orgullo en la parte inferior de la etiqueta de las botellas. Nadie puede dudar de la notable influencia francesa en las elaboraciones de Riscal. De hecho, y hasta 1954, de Francia procedía el personal técnico de la bodega.
La puntuación de estos vinos ha sido meditada, sopesada y finalmente discutida por el equipo de cata, teniendo
en cuenta lógicamente los años transcurridos desde su embotellado, circunstancia que los aparta de cualquier
referencia, porque en buena lógica deberían ser honorables cadáveres desde hace muchos años.
Por el color que presentan, vivo, limpio y atractivo, nadie diría la edad de estos bien cuidados ancianos, sus
aromas son limpios, surgidos de los nobles buqués edificados basándose en los largos años de crianza en las
acogedoras cuevas que posee la bodega en Elciego.