- Redacción
- •
- 2002-02-01 00:00:00
Después de un tortuoso camino, de vueltas y revueltas, todos han venido a coincidir en la evidencia de que el vino se hace en la tierra. Sin altavoces, sin coloquios ni mesas redondas es lo que Alejandro Fernández venía predicando desde que vendimió su primer Pesquera y aún antes, desde el 72, cuando elaboró su primer vino.
Dehesa La Granja es precisamente eso, lo que anuncia su nombre: una magnífica finca de 800 hectáreas en la que tiene cabida un extenso y añoso encinar, una dehesa que ha criado reses bravas y ahora acoge 300 vacas Limousin lamiendo al sol sus terneros, 2.000 ovejas para leche y corderos que son la base para el proyecto de una quesería, una cochiquera de cerdos negros, los justos para el embutido de la familia, tierras de labor regadas por el Guareña y, por supuesto, un viñedo.
Hace más de setenta años que los anteriores propietarios erradicaron la última cepa y tampoco se veía ni una por estos contornos. Sin embargo, el subsuelo de la casa de labor y del gran patio es una bodega horadada hace trescientos años. Son 3.000 metros de pasadizos laberínticos, túneles amplios, altos, con respiraderos, con escaleras de forja que comunican directamente con la vivienda. Es la labor de pico y pala de más de cien obreros a lo largo de más de 16 años, y es, como no podía ser menos, lo que encandiló a Alejandro cuando buscaba una tierra para hacer un vino en esta zona.
Desde entonces, desde 1998 al 2000, enmarcando la casa con estilo y vocación de château, se han plantado 130 has. de cepas seleccionadas entre el Tempranillo mas idóneo, mimadas por el sol y por el gotero y abonadas naturalmente con estiércol de las ovejas propias.
En la vieja bodega
Pero la viña no fue lo primero. Antes aún fue el saneamiento de la bodega, localizar alguna humedad y resolver la fuga, revocar algunos muros con la solidez del cemento, tal como se hizo antes en Condado de Haza, la otra bodega familiar en Ribera del Duero.
Y así se fueron apilando barricas nuevas capaces de criar el vino para medio millón de botellas, aunque está preparada para 700.000 litros. Un tino abierto en el frente, como un escenario al fondo de un pasadizo, y un cuarto donde se apilan maderas de cubas viejas, desguazadas, es lo que queda del pasado.
Lo demás es la ejemplar restauración de una impresionante casona castellana en torno a un patio. Cal y teja, cal y ladrillo árabe, vigas de maderas viejas traídas de la otra bodega, la manchega de Campo de Criptana, envuelven la innegable belleza de la eficacia, de lo útil. A un lado, la casa; en frente, la bodega de elaboración, excavada para que la altura que precisan los depósitos de acero no desentone en el entorno; en el centro, una nave de barricas; frente a la viña, otra y la zona de embotellado; en una esquina, la plaza de toros, el tentadero y los que fueron corrales de selección de reses; y al lado, frente a la era, en el pajar reconstruido, nace un gran comedor con un asador capaz de amenizar la visita a grupos numerosos. En donde estuvo el palomar se alzan dos pisos que reciben los últimos toques decorativos como mirador sobre los caballos libres que pastan hasta el río, como recepción para las visitas, cocina y comedor íntimos y lo que será tienda y degustación de vinos y otros productos de la finca.
El nuevo vino
Del vino primero, el del 98, elaborado con uvas seleccionadas de proveedores de la región, salieron 300.000 botellas de las que no queda más que la muestra. Es vivo, intenso, aromático, equilibrado, complejo, y promete mucho más si se le concede tiempo de guarda en botella.
Embotellarán ahora el 99, criado en barrica mucho más tiempo del que exigen los Consejos Reguladores para los Reserva. Y es que son vino, como todos los de la firma, diferentes y muy personales. Vinos elaborados «a ojo» por Alejandro Fernández, y ahora también por su hija Eva, la enóloga, que después de seis años de formación y de dos años en Burdeos, ha rendido la teoría y la técnica a los pies de la práctica. No hay aquí controles automáticos, ni camisas de refrigeración, ni cerebros centralizados, sino la mirada vigilante de los hacedores.
Y, para ellos, la uva hace siempre su milagro.
Dehesa La Granja
Vadillo de la Guareña (Zamora)
Tel. 983 870 037 / 980 566 015
Fax: 983 870 088
Afuera es el sol, la cal, el movimiento, los cultivos y las crías, la vida activa de una finca de labor. Abajo, en los oscuros laberintos, son tres mil metros de paz, de buena cuna para el vino que Alejandro Fernández y su famila crían aquí como en los otros rincones de su imperio: Pesquera, Condado de Haza y El Vínculo.