- Redacción
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- 1998-02-01 00:00:00
Con un perfil muy similar al de los otros países del Cono Sur americano –Chile
y Argentina– Uruguay es una gema aún por descubrir por la enología mundial.
En los últimos años, los viticultores uruguayos han modernizado la tecnología y renovado cepas, con resultados alentadores. gracias a la calidad de sus vinos, Uruguay ha conseguido triunfar en
nuevos mercados.
Con una superficie de tan sólo 177.000 kilómetros cuadrados y una población de tres millones de habitantes –lo cual en la escala americana es una auténtica minucia–, Uruguay es el cuarto productor de vinos del subcontinente –después de Chile, Argentina y Brasil– y el décimo consumidor en el ámbito mundial, considerando los litros por habitante –treinta al año–, después de Francia, España y Argentina, pero delante de otros países productores, como Alemania y Chile. Su cultura está marcada por la influencia de la inmigración española e italiana, que impuso las costumbres alimenticias, entre otras el consumo habitual del vino. Sin embargo, el país que en tiempos de economía boyante se le conocía como la “Suiza americana” presenta una historia vinícola bien distinta a la de los dos productores tradicionalmente más importantes de la región, Argentina y Chile. En Uruguay, y a pesar de que las primeras cepas implantadas en su territorio datan del siglo XVII, el fenómeno de una producción orientada hacia la obtención de vinos de calidad es relativamente reciente, no anterior a treinta años.
Probablemente, la cercanía geográfica de estos dos gigantes vinícolas sea la circunstancia que haya retrasado más el despegue de los vinos uruguayos. Porque las condiciones climatológicas, geográficas e históricas son muy favorables para el desarrollo de una producción vinícola de calidad. Situado en su totalidad entre los paralelos 30° y 35° de latitud Sur –al igual que las regiones de viñedo en Argentina, Chile, Australia y Sudáfrica–, el territorio uruguayo permite el cultivo de la vid en toda su extensión. El clima, templado, es similar al de las regiones mediterráneas: 18° de temperatura media anual, con veranos cálidos de noches frescas e inviernos con heladas importantes; las precipitaciones alcanzan un promedio de 1.000 mm. anuales, mientras que la influencia oceánica desempeña un papel fundamental en la maduración de las uvas, pues los vientos provenientes del mar determinan un importante gradiente térmico entre el día y la noche. Los suelos son arcillosos y poco profundos, en el sur, y más profundos y con texturas livianas, en el norte; los terrenos del sur –en donde se concentra el 87% de la superficie vinícola del país–, más calcáreos y con excelente drenaje, permiten obtener cosechas que dan lugar a vinos moderadamente alcohólicos y muy perfumados.
la primera variedad
Si bien las primeras cepas implantadas en Uruguay fueron probablemente de variedad Moscatel, sobre todo para consumo familiar, el inicio de la explotación de la uva con fines comerciales se debe a Pascual Harriague, quien hacia 1870 estableció un viñedo de unas 200 ha. en el norte del país, principalmente de variedad Tannat, cepa que no se encuentra en otras regiones sudamericanas y que en Uruguay tomó el nombre de Harriague, en homenaje al precursor de la viticultura de ese país. Mientras tanto, en el sur, Francisco Vidiella implantaba otras cepas de origen francés, como la Folle Noire; ya en las postrimerías del S. XIX llegaban la Gamay noire, la Cabernet sauvignon –que se implantaban en la región de Colón– y, finalmente, las variedades españolas, Garnacha, Bobal y Monastrell –introducidas por Luis Bonatti–, junto a las italianas, Nebbiolo, Isabella y Barbera, que aportaron Federico Carrara y Luis de la Torre en la región de Maldonado.
A principios de siglo, la aparición de filoxera obligó a una reconversión del viñedo y a elaborar las primeras leyes vinícolas, lo que dio lugar a registro de datos y censos de producción y a la fundación de una Escuela de Vitivinicultura.
la modernizaciÓn
Hacia el año 1950 el viñedo uruguayo alcanzó su récord histórico: 19.000 ha. cultivadas. Hoy es algo menor, unas 14.000 ha., compensadas con una mejora en la selección de las variedades. La introducción de modernas tecnologías aplicadas a la elaboración de vinos y la renovación de las cepas comenzó en la década de 1960, en un proceso de modernización en el que están implicadas las bodegas más importantes del país. La apuesta se basó principalmente en la elaboración de vinos varietales, tal como señala Dante Irurtia, propietario de Establecimientos Vitivinícolas Dante Irurtia, S.A.: “Nuestra prioridad es la variedad, luego consideramos la presencia del país y, finalmente, al productor”. Irurtia realizó su inversión más importante hace treinta años con la implantación de nuevas cepas –Merlot, Pinot noir, Cabernet sauvignon, Malbec, Syrah, Nebbiolo, Chardonnay, Sauvignon blanc y Pinot blanc– en la región de Carmelo, actualmente una de las zonas más prósperas en lo que se refiere al panorama vinícola uruguayo.
Otra de las bodegas punteras, Viñedos y Bodegas Establecimiento Juanicó, que elabora sus vinos en la región de Canelones, posee unas de las instalaciones más modernas del Uruguay, y ha desarrollado una política comercial en dos frentes: competir en el mercado interno con los vinos argentinos y chilenos y abrir nuevos caminos para la comercialización de sus vinos en mercados tan competitivos como el británico. En palabras de su presidente, Fernando Deicas: “Hemos realizado una importante reconversión en lo que respecta a la calidad de las cepas y la tecnología, pensando en el desafío que planteaba la concreción de MERCOSUR y con el objetivo de ganar mercados fuera de la región ya que, por ejemplo, una cadena de supermercados británicos, donde estamos presentes, vende un total de 80 millones de botellas al año, mientras que, en nuestro país, el consumo total es de tres millones”. La modernización de la producción no ha alcanzado, sin embargo, a todos, por lo que hoy en Uruguay convive la viticultura moderna con la tradicional. La mayor parte del viñedo –un 64 por ciento– está formado por cepas de más de veinte años, y el 30 por ciento, de entre cinco y veinte años, se encuentra en su mejor momento para la elaboración de vinos de calidad.
Sólida Tradición
Los productores utilizan, mayoritariamente, el sistema de conducción de espalderas, aunque en los últimos años se ha empezado a adoptar la conducción en lira. La producción combina la maceración prefermentativa a baja temperatura para vinos blancos y la maceración carbónica, con fermentación de mostos a temperatura controlada. En cuanto a los volúmenes de producción, los últimos datos arrojan unas cifras que se sitúan en 948.000 hl., de los cuales 50.000 están destinados a la exportación. La mayor parte de esta producción corresponde a la región de Canelones, que cuenta con más de doscientas bodegas que se reparten los 6.200 viñedos de la zona; le siguen Montevideo y San José –con 1.600 y 600 viñedos, respectivamente–, situadas, al igual que Canelones, en la parte sur del país.
Asentada en una tradición sólida y centenaria, una buena parte de la producción de vinos en Uruguay en la actualidad se atiene a las tecnologías más exigentes y punteras. Los vinos que se obtienen gracias a estas modernas técnicas y a variedades implantadas con buen criterio son de una calidad y tipicidad notable, que van a permitir a los amantes del buen vino repartidos por todo el globo, felizmente, una nueva opción y, por qué no, un nuevo destino a tener en cuenta en sus periplos enológicos.
Castel Pujol
de Juan Carrau, S. A.
De origen catalán, Juan Carrau Sust se convertiría en uno de los pioneros de la viticultura uruguaya al fundar, en 1930, las Bodegas Hispano Uruguayas, que sus hijos rebautizaron en 1977 Vinos Finos Carrau S.A. Los viñedos de la bodega, situados en la región de Cerro Chapeau, en una zona fronteriza con Brasil, cuentan con variedades como Cabernet sauvignon y franc, Tannat, Merlot, Semillón, Sauvignon blanc y Chardonnay. Algunos de los vinos más destacados que elabora Castel Pujol son el primeur Tannat, noble y de corte muy moderno, el Rosé Merlot, obtenido por selección clonal, y la serie de reservas varietales, de Cabernet sauvignon, Merlot y Chardonnay.
BODEGAS Y VIÑEDOS ESTABLECIMIENTO JUANICÓ
Esta bodega debe su nombre a la familia que plantó los primeros viñedos en la región de Canelones, en 1755. Desde entonces, tuvo varios propietarios hasta que, finalmente, fue adquirida por la familia Deicas, que potenció las enormes posibilidades de una de las regiones uruguayas naturalmente mejor dotadas para la elaboración de vinos con la importación, en 1984, de variedades como Sauvignon blanc, Riesling, Chardonnay, Chenin, Gewürztraminer, Merlot, Pinot noir, Malbec y Cabernet sauvignon, que dan lugar a una producción de tres millones de litros al año. Uno de los vinos más característicos de los Establecimientos Juanicó es el Don Pascual Tannat, un tinto soberbio (ver Novedades, pág. 16). De la misma bodega es la línea de varietales Monsieur Gilbert y la selección especial de guarda Preludio, con vinos elaborados a partir de los mejores racimos de cada variedad. Desde 1992, Juanicó es también una Indicación Geográfica de Origen.
LOS CERROS DE SAN JUAN
Establecimiento antiguo y tradicional, las viñas de Los Cerros de San Juan tienen su origen en las que implantaron los jesuitas españoles en 1854. Actualmente, la vieja bodega de crianza, de piedra, construida en 1869, convive con las tecnologías más modernas, que llegaron a tiempo para mantener el buen nombre de esta firma, tradicionalmente conocida por su buen hacer. En las laderas de las colinas rocosas del cerro San Juan crecen variedades como la Riesling, Gewürztraminer, Tannat, Merlot y Cabernet sauvignon, que dan lugar a los vinos jóvenes y de crianza de este establecimiento, comercializados en las líneas Mil Botellas y San Juan Fiesta.