- Redacción
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- 2006-12-01 00:00:00
Desde hace largo tiempo el vino ha sido reconocido como bebida para acompañar la comida principal, y en Europa ha venido siendo utilizado por lo menos desde el siglo XVII como estimulante del apetito y ayuda digestiva. El alcohol contenido en el vino puede ser considerado como fuente primaria de calorías (1 gr. de alcohol proporciona 7 kcal). Las bebidas alcohólicas también proporcionan algunos micronutrientes como el hierro, en el caso del vino, aunque un consumo elevado de alcohol puede desplazar otros alimentos, y por lo tanto nutrientes, ocasionando de este modo unas graves deficiencias. Algunos estudios han demostrado que la relación entre las enfermedades cardíacas coronarias y el consumo de etanol puede ser inversa según el nivel de consumo del alcohol. Un buen número de estudios ha demostrado también que en relación a la incidencia de apoplejía, y en especial las apoplejías isquémicas, es menor entre los bebedores moderados que entre los no bebedores. Se han propuesto distintas explicaciones para justificar estos descubrimientos. Se cree que el alcohol eleva los niveles de la lipoproteina de alta densidad del colesterol pero también puede ejercer sus efectos por medio de una disminución del fibrinógeno, o en la agregación de las plaquetas. Aunque el alcohol es el principal ingrediente farmacológicamente activo, existen otras substancias, ya sean naturales en la piel de la uva o formadas durante la fermentación, responsables de actividades fisiológicas. Los compuestos fenólicos del vino están implicados en la prevención de las enfermedades del corazón y en el bloqueo de las células cancerosas. Se ha demostrado que el resveratrol, una substancia fitoquímica abundante en la piel de la uva y en el vino, y más especialmente el vino tinto, muestra «una actividad quimiopreventiva del cáncer». Se ha señalado el transresveratrol como un potente antagonista de la adherencia de los estrógenos, lo cual puede aportar efectos beneficiosos en el área del cáncer de mama. Los compuestos antioxidantes del vino, como la quercetina, la catequina y el resveratrol, parecen ser responsables de la reducción de la proporción de la fracción mala del colesterol, la formación de plaquetas y el aumento de grasa en las arterias