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Tintos de la Sierra de Málaga. Nacidos para las alturas

  • Redacción
  • 2003-11-01 00:00:00

Tintos andaluces. ¿Existen? Posiblemente el buen conocedor los desprecie y el consumidor habitual sencillamente desconozca su existencia. Pero es lógico que en una tierra tan diversa como Andalucía, donde se encuentran las mayores alturas de la península y el mayor desierto de Europa haya terruños aptos para la elaboración de tintos con fuerza y personalidad. Posee Ronda el sabor inconfundible de los lugares donde gusta vivir. Desde la remota antigüedad, a esta comarca se le conocía como «tierra de vides» o «tierras de vinos». Las ruinas de Acinipo, importante enclave íbero y luego romano, siguen aportando pruebas de su opulencia vitícola en las monedas acuñadas en su meca, en las que aparece un racimo de uvas como muestra de su riqueza más preciada. Aún en el siglo XIX había unas 2.000 has. de viña, pero en el siguiente siglo se arrancó -deteriorado por la filoxera -el último majuelo de la finca «La Tormentilla», todavía en la memoria de los más viejos del lugar. Cuando en 1982, el recién llegado Schatz, planta unas cepas en su pequeña propiedad, no sabe que está creando un embrión que crecerá ininterrumpidamente hasta ahora. El empujón definitivo lo origina unos años después el Príncipe Hohenlohe con su proyecto del Cortijo Las Monjas, apoyado por Carlos Falcó y el notable especialista y propietario bordelés, Lichine. Proyectos y más proyectos La inquietud por el mundo del vino es ahora el movimiento agrícola más importante en la comarca. A su calor y fama acuden las personas más dispares. Empresarios y ejecutivos jubilados, arquitectos, aristócratas, gente de familia bien o restauradores famosos, arriban a la comarca para crear su vino soñado. Alguno de estos sueños hechos vino son ya realidad. Personales, distintos, entre sí. Sólo les unen las variedades de moda que componen su coupage, la juventud del viñedo (salvo en dos marcas) la escasez de botellas elaboradas y un alto precio que en general no se justifica si no es por la riada de turistas que invaden la ciudad con tendencia a comprar todo. Desde la terraza del mesón «El Escudero» se puede apreciar la belleza de la serranía a vista de pájaro. Un escenario suspendido del valle a más de 90 metros de pared vertical, rodeado, como un enorme anfiteatro, por las formas irregulares y oscuras de la sierra de Grazalema, sobresalen las figuras lejanas del monte San Cristóbal y del Torreón, de oficio parador de nubes. Dicen que es el causante de que la comarca natural de Grazalema ostente la mejor marca de lluvias y que sea el primer punto de tierra que se divisa en lontananza desde el mar. Al Escudero acuden para comer y hablar de su vino, para enseñar ilusionados su proyectos, algunos de los nuevos viticultores-bodegueros rondeños. El arquitecto Paco Retamero, el ejecutivo en retiro Theodor Conrad, el agrónomo riojano J. María Losantos... Bajo protección celestial La bodega de los Descalzos Viejos es un precioso convento resguardado por la impresionante pared de Ronda. Queda en pie el oratorio, que ahora acoge el lagar, y se puede pasear por sus recuperados y recoletos jardines, entre frutales exóticos y el habla cantarina del agua que discurre por todas partes. Data de 1505, y era de los Trinitarios calzados primero, descalzos después, y pasó a manos privadas en la desamortización de Mendizábal. Paco Retamero y su socio Flavio Salesi pensaron en ubicar la bodega en ese precioso entorno, aunque la recuperación y puesta a punto les costará finalmente una auténtica fortuna y años de obras. Poseen seis has. de viñedo, todo joven, donde se reúnen las consabidas Cabernet y Merlot de todo viñedo serrano, con alguna menos vista en aquellos lares, como la Syrah, la Graciano o la Garnacha, un capricho de Paco que puede surtir efecto si se trabaja bien. De la primera cosecha ya podemos hablar, y muy bien. Porque es un vino con carácter y corazón, moderno bien equilibrado y concentrado, a pesar de la juventud de la viña. Lástima que la cantidad no llegue ni para el gasto de casa. La bodega de José María Losantos es solo un proyecto, pero sus viñas, situadas a más de 700 metros de altitud, son una hermosa realidad. Como buen riojano echa mano del Tempranillo como base de su futuro vino. Acompañado, cómo no, de Merlot y Cabernet. Con las medidas exactas Me gustan las personas previsoras que planean su futuro con mucha antelación. Tal vez porque es una de las virtudes que jamás podré poseer. Theodor Conrad era presidente de un grupo alimenticio de Suiza, dueño también de fábricas en China, pero cuando llegó de visita a Ronda, hace ya muchos años, decidió que era la tierra ideal para un buen retiro. Pero, como suele ocurrir, llegado ese feliz momento, los hombres que han trabajado toda la vida no pueden permanecer quietos. Y hacer su propio vino es una tentación poderosa. Con la meticulosidad de su «vida anterior», mandó edificar una bodega bajo el estricto precepto de la antigua filosofía china Feng Shui. Todo, desde los colores elegidos a la disposición de cada sector, el lugar del emplazamiento o el minuto exacto del comienzo de la obra fue seguido con riguroso orden. La verdad es que el edificio queda muy atractivo, con las viñas y los olivos a su alrededor, siete hectáreas de Cabernet (Sauvignon y Franc) Merlot, Tempranillo, Petit Verdot y una nueva cepa que aumenta la extensa nómina varietal en la comarca: la Malbec, que por cierto en esta cosecha de 2003, es sin duda el mejor logro de la bodega. La afición ha llegado a tal extremo que arrancará los olivos para plantar más viña. El vino se llamará «Creación Conrad», y quiere llegar a las 80.000 botellas de producción en el futuro. Una de las mayores extensiones de viña de la serranía pertenezca a José Antonio Itarte. Es un industrial que ha hallado en Ronda la manera de entretener su adición al trabajo después de su retiro. Este «joven» viticultor, tal es la energía que desprende, supervisa las obras que en fase de terminación se llevan a cabo en la finca Los Aguilares. Son 17 hectáreas de Petit Verdot, Tempranillo, Cabernet y la Pinot Noir como toque exótico y personal. Para director de la bodega ha llamado a Juan Manuel Vetas, uno de los pioneros viticultores de la comarca. Emigrante en Francia, vino a plantar los viñedos del Cortijo las Monjas desde Burdeos enviado por Alexis Lichine. La seducción de aquella tierra tuvo tal efecto que solo volvió al país vecino de visita. Y se quedó al cuidado de la viña que él mismo plantara en la finca del príncipe. Años después, ya en su propia finca llamada El Baco, ha edificado un pequeño lagar que bien podríamos denominar «de garaje». Aún minúsculo, espacio le sobra para elaborar la uva que ofrece su única hectárea de viña. Tiene plantadas Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc, aunque el 80% lo ocupa la Petit Verdot. En el 2001 produjo un vino de este varietal realmente espléndido que duerme en su bodega a la espera de su puesta en el mercado. Futuro imperfecto La bodega de Las Monjas, que ahora pertenece al grupo Arco, en estos momentos es toda una incertidumbre. De momento sus vinos no llevan la contraetiqueta de la Denominación. A la espera de realizar las obras de una nueva bodega, la materia prima fermenta en sus depósitos, pero la crianza y posterior embotellado se realiza muy lejos de aquellas tierras. Tal vez por ello los vinos solo responden al nombre de «vino de mesa». Según me aseguraron, en aquellas viñas no hay ni una sola cepa de uva blanca, aunque la botella de uno de los vinos con la etiqueta del príncipe encierra un buen blanco ¡de Viura! Toreros, artistas y bandoleros Tragabuches fue un famoso artista que tocaba varios palos. Matador de toros de la ortodoxa escuela de los Romero, cantaor flamenco, y, por circunstancias de la vida, bandolero de la partida de los afamados «Siete niños de Écija». Su fama no se acabó con su desaparición, sigue en la memoria de Ronda y le da nombre a uno de los escasos restaurantes andaluces con estrella Michelin. Pertenece a una familia que lleva varias generaciones en la restauración. Uno de los hijos, Manuel María López, es el que dirige el sorprendente restaurante. Además regenta, con ayuda de su esposa, el precioso hotel El Juncal, un remanso de paz a la salida de Ronda. Su pasión por el vino le ha hecho montar una pequeña bodega junto al hotel -cuando digo «junto al hotel» es que se ubica en el mismo edificio, de forma que en la pulcra recepción de diseño, se puede percibir el aroma inconfundible de las fermentaciones-. El enólogo es José Antonio Alía, aunque supervisado por el incansable Ignacio de Miguel. Su primer vino está a punto de aparecer, siguiendo la costumbre de buscar celebridades rondeñas, y se llamará «Pasos Largos» en honor del último bandolero español muerto al pie del cañón. El tinto, buen hijo de Ignacio, es de corte moderno, mucha fruta y madera nueva y comedida. Es uno de los «terratenientes» viticultores, posee 15 has. de viñedo divididas en varios majuelos, que le da carácter complejo, dada la diversidad de tierras que posee la comarca. Un tipo insólito El alemán de nacimiento, Friedrich Schatz (Federico para los rondeños), posee la aureola de los elegidos. Ha descubierto en Ronda la tierras del Edén, de su edén esencial, y afirma en su perfecto andaluz que el terruño de «La Sanguijuela», su pequeña finca, «se encuentra hecho, maduro, en el momento óptimo para dar vinos de calidad. Cien años después, o cien años antes no tendría esa característica tan especial que ahora ofrece». Su propia teoría le hace faenar según las fases de la luna, y aprovecha al máximo toda la energía positiva que puede captar, incluyendo una forma de poda que hace la cepa redonda, insólita en España. Ecologista convencido, aunque no fundamentalista, en la finca se pueden encontrar, estratégicamente distribuidas, plantas aromáticas para atraer insectos depredadores del pulgón y otras plagas de la vid. La fuerza eléctrica que utiliza proviene de fuentes renovables propias, porque «es mucho mejor para el vino que la proveniente de otro origen, por ejemplo la atómica». Una gran cualidad le avala, y es que cree firmemente en lo que hace y el porqué lo hace. En sus tierras renegridas por un manto profundo de arcilla y limo se plantaron, allá por el 82, las primeras cepas de la nueva etapa de la viticultura serrana. Los comienzos no fueron nada viables, porque las autoridades no permitían la plantación de nuevas viñas, después, y con la llegada de inversores de «sangre azul», como nos cuenta él, la cosa fue mucho más fácil. Todo en su bodega es de juguete, pero por ahora le basta para elaborar el producto de sus tres hectáreas de viñedo. Trabaja duro todo el año para mantener la finca como él la concibe, los trabajadores «extras» de que dispone son sus padres, que viajan desde Alemania cuando los necesita. Desde allí se trajo un buen número de variedades que han fructificado bien la mayoría de ellas. Las Riesling, Trollinger, Spätburgunder, Muscattrollinger o Lemberger (Blaufrankisch) se unen en el viñedo con las Cabernet, Merlot o Chardonnay, cepas más conocidas. Elabora toda una batería de vinos, blancos, rosados, tintos, monovarietales, y todavía dice que le faltan un par de ellos para completar la gama. De las primeras había que fijar la atención en la Lemberger, de la que probamos un excelente vino recién fermentado, todavía con los recuerdos de mosto y deliciosos aromas de fruta, suculento y sabroso. También un estupendo vino del año pasado sacado de barrica. Esta variedad de origen alemán ha hallado su segunda patria en aquellos valles serranos. Puede significar uno de los recursos para la comarca, para hacer un vino que se diferencie del resto. La escuela ecológica ha prendido en otra bodega, muy cerca de la Sanguijuela: la Finca Los Frutales. Pablo Ortigueira, enólogo y director técnico, trabaja las cuatro hectáreas de viñedo con la técnica de abonados orgánicos y plantas aromáticas para atraer insectos beneficiosos. Allí conviven las consabidas Cabernet y Merlot, la Syrah y la Garnacha con que elaborar unos pocos millares de botellas (en el futuro quieren llegar a 70.000, ampliando el viñedo). La bodega, propiedad del constructor Joaquín Fernández Torres, ahora en obras, ya ha elaborado el primer tinto, ligero y agradable, que saldrá con la etiqueta de vino ecológico. Luz sobre el tinto andaluz La finca el Chantre pertenece al matrimonio formado por José Manuel Ramos-Paúl Ruano y Pilar Martínez-Mejía Laffitte. Son bastante jóvenes, venidos del mundo de las finanzas, pero el vino ha calado tan hondo en ellos que, aseguran, ya no podrían volver atrás. Era tanta la ilusión, que en la primera cosecha se les volaban las horas en la cinta de selección, y hasta dormían en la bodega. Es el viñedo más extenso de la comarca con 25 has. Merlot, Cabernet, Syrah y un buen porcentaje de Tempranillo sobreviven en aquellas tierras de negra arcilla, sembradas de pedruscos blancos en un contraste espectacular. En uno de los parajes más bonitos del entorno, y debajo justo de la ciudad ibero-romana de Acinipo, se está excavando una bodega preciosa en su conjunto, con túneles bajo el monte que llegarán a los 60 metros de longitud, dura tarea en el arcilloso terreno que llevan a cabo mineros checos. Su primer vino tuvo un bautizo por todo lo alto. Como un primer espada, lo presentaron en la Real Maestranza de Ronda donde acudieron personajes importantes. El diseño de la etiqueta es obra de los diseñadores andaluces Victorio & Lucchino. Un dulce final En toda carta de lujo no puede faltar uno o dos postres de ensueño. Y nosotros, todavía sin saberlo, nos encaminamos hacia un dulce final de nuestro menú largo y estrecho. Porque, siguiendo las huellas del tinto, nuestros pasos acabaron en la finca que López Hermanos posee en Fuente de Piedra, un blanco pueblo situado casi donde se acaba Málaga. Vistahermosa, así se llama la finca, supongo que por los kilómetros de llanura que se abarcan con la mirada en la lejanía. Allí nos esperaba Francisco Medina (foto de la derecha), director técnico, acompañado del director de viticultura. No hallamos tintos, las cepas de Syrah de la preciosa finca todavía dan sus primeros pasos. Pero en aquella bodega se respiraba el fuerte y agradable aroma de las fermentaciones. El recibimiento que nos dieron fue fructífero porque nos esperaba una cata de lujo. Los primeros vinos de este año en batería, los dulces naturales, los naturalmente dulces, tiernos... varios tipos con las variedades opulentas: Moscatel de Alejandría, Morisco (de grano menudo) y Pero Ximén. Después mi viejo amigo Paco Medina me puso al corriente de que la emoción por elaborar tintos también ha llegado a las tierras de la Axarquía, y me avisó de que en Antequera, Joaquín García Ordóñez hace un tinto muy bueno. Efectivamente, lo hemos probado y creo que es uno de los mejores catados en nuestro periplo. Un precioso final nos esperaba en la laguna salada que hay cerca de Fuente de Piedra, donde los flamencos se han quedado como inquilinos fijos. Dicen que cuando la comida escasea en la laguna, las aves más fuertes van a buscarla a Doñana, o incluso al delta del Ebro. Algo especial tiene Andalucía que hasta las aves viajeras se quedan para siempre. Y ahora hasta vinos tintos. (bartolome.sanchez@vinum.info) (heinz.hebeisen@vinum.info)

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