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Una apuesta arriesgada: Alta Expresión en Madrid

  • Redacción
  • 2002-04-01 00:00:00

Madrid es conocido internacionalmente por ser la capital de España (es decir, la capital de las manifestaciones, de los atascos…) pero nadie pensaría que rodeando el trajín de asfalto y contaminación alguien podía estar pensando en sacar a la tierra algo más que lechugas o melones en Villaconejos. Pues sepan que, para asombro de entendidos, Madrid tiene una larga tradición vitivinícola, de vinos que fueron famosos hace un siglo, cuando su patrón, San Isidro el Labrador, todavía no había sido sustituido por Santa Industria. Con el llamado progreso industrial, los vinos de Madrid han sufrido una larga crisis de identidad de la que todavía no se han recuperado totalmente.
Actualmente los vinos de la Denominación de Origen Madrid comienzan a despertar interés, con un salto espectacular tanto en calidad como en cantidad. Pero no lo suficiente para que se introduzcan en el mercado con la misma pujanza que los de denominaciones más señeras o las que gozan de fama, aunque no siempre justificada. Para empezar, uno de los mayores enemigos del vino de Madrid es la falta de «patriotismo» del madrileño, una población de aluvión extraordinariamente cosmopolita que reparte sus gustos sin casarse con nadie. Desde los inicios de la denominación, unas cuantas bodegas hicieron lo posible para elevar la venta de sus vinos, primero incrementando la calidad y después sirviéndose del marketing como un instrumento útil para extender si difusión. La última etapa en pos de la identidad y el reconocimiento del buen aficionado, ha sido la aparición de alguna marca con las características esenciales de lo que se ha dado en llamar, vinos de «pago», de «alta expresión» o como dicen los franceses e italianos los «vinos de garaje».
Para definir estos vinos pueden echar mano de un envase lujoso, una etiqueta de diseño, un tapón de altísima calidad y, sobre todo, un vino incuestionablemente excelente. A esto solo nos falta añadir un precio invariablemente alto. ¿Pero, valen lo que cuestan? Si hacemos un recorrido por las zonas vitivinícolas de la comunidad podremos juzgarlos con más conocimiento.

Vinos insignia
En la subzona de Arganda, pionera de los primeros vinos embotellados, abundan las bodegas que han querido hacer vinos modernos y con carácter. Jesús Díaz, el pionero y gran descubridor al público de lo que podrían ser los vinos innovadores de Madrid, lo intentó seriamente, pero la empresa -a la que no estaba totalmente vinculado- ha sufrido unos años de notable bache. En la actualidad, su hijo Juan José ha encauzado nuevamente unos vinos cuyo prestigioso nombre todavía está en la mente de todo buen aficionado. Félix Martínez lleva años trabajando con la calidad como meta. La incorporación de sus hijos Gregorio y Manu al mundo del vino ha supuesto algo más que un refuerzo de mano de obra, pues la dedicación y el entusiasmo de ambos jóvenes parece indestructible. Esta casa ha elaborado dos de los vinos que nosotros los calificaremos de especiales: el «Félix Martínez», un vino pleno de estructura, y el «Manu», de excelente diseño; en él intervienen uvas de variedades que podrían cuajar estupendamente en estas tierras y que en la cata anual de «Enoforum» causó sensación ante cerca de ochenta enólogos exigentes. Lo demás se reduce a unos intentos de Consuelo Herrero, de momento con un vino bajo el implacable influjo de la madera, un vino notable de Castejón, y los siempre curiosos vinos llamados -y elaborados- «sobre madre» de Peral e Idalia Rubio. Es de destacar la dedicación de Andrés Morate, en Belmonte de Tajo, para elaborar su «Viña Mosquera», uno de los buenos vinos ecológicos de España.

Navalcarnero, la Garnacha profunda
Ricardo Benito acumula varios méritos, porque Navalcarnero es la subzona de más difícil encuadre, poseedora de garnachas poderosas bajo el influjo del alcohol, a poco que se descuide el elaborador. Uno de ellos, quizás el más importante, es el poder cambiar el «chip» en distintas elaboraciones, desde los vinos a granel hasta el «Divo», que es hoy -y en la cata lo ha demostrado una vez más- el mejor vino de la comunidad. Lo de su precio ya es harina de otro costal. La verdad es que está hecho con todo el primor del mundo, elección de cepas vetustas, largas maceraciones, crianza en barricas francesas de las más finas -y caras-... Sus vinos jóvenes son muy recomendables, y los crianza y reserva, notables. En la zona también trabaja Francisco Casas, una bodega que empezó con ímpetu arrollador y con vinos poderosos y expresivos, aunque últimamente observamos en ella un cierto estancamiento. La Cooperativa Valle del Sol, hace años que dio un salto enorme en la presentación de sus vinos: el «Premium» es su producto más sobresaliente.

San Martín despierta
Y parece que por fin despierta la zona de San Martín de Valdeiglesias, para muchos la comarca a la que aguarda un mejor futuro, a poco que se trabaje la viña y el vino con decoro y dedicación. Poseedora de unas condiciones fantásticas, tierras diferentes, con abundancia de esquistos pizarrosos, un contraste de temperatura brutal y unas garnachas viejísimas que dan vinos con mucha personalidad. Cierto es que su elaboración entraña muchas dificultades, porque las temperaturas pueden alcanzar fácilmente las máximas del desierto, y contando con cepas de cortas producciones pueden alcanzarse vinos de 19º alcohólicos. Como no podía ser menos, en esta subzona han puesto sus ojos bodegueros y viticultores expertos, como Carlos Falcó, quien ha puesto en pie una preciosa bodega y una no menos admirable viña.
También Telmo Rodríguez ha realizado alguna prueba, e Ignacio de Miguel ha visto muchas posibilidades para estos pagos. Luis Saavedra es uno de los jóvenes que más interés ha despertado en el sector, elaborador del vino ecológico «Corucho», un vino verdaderamente de «garaje» por las pequeñas dimensiones de su bodega. Cada año afina más y puede ser una de las estrellas en un futuro muy próximo.
Estos son los vinos más sobresalientes de Madrid y su Denominación de Origen «Vinos de Madrid». Los que más se dejan ver en el mercado están elaborados por bodegas con mucho volumen, con gamas muy estudiadas para el gran público, pero con la inquebrantable voluntad de hacer vinos honestos. De lo que sí podemos dar fe es que El Consejo Regulador de Vinos de Madrid, quizá por una sana ausencia de complejos, se comporta como una las denominaciones de origen más inquietas, investigadoras y abiertas a cualquier idea que venga a dar brillo a una industria que, dicen, la Administración tiene un poco olvidada. Quizá porque hasta hace bien poco nadie daba un duro por las desconocidas posibilidades del Madrid vinícola.


Los tintos de Alta Expresión
comienzan a aparecer, aún tímidamente, en la D.O. Vinos de Madrid. Una apuesta por la calidad que no deja de tener sus riesgos en una zona tradicionalmente sin grandes pretensiones.


Fernando Benito

El último gran proyecto que ha emprendido Bodegas Ricardo Benito ha sido elaborar un vino de carácter excepcional, un vino único, capaz de enfrentarse cara a cara con el reducido y exclusivo grupo formado por los mejores vinos del mundo. «Divo» simboliza un cambio radical en los planteamientos productivos y comerciales de esta casa familiar. Se ha invertido mucho en modernizar todas las instalaciones, en recuperar un viñedo y una serie de variedades con las que poder trabajar para lograr vinos de la máxima calidad. El objetivo es dar un giro radical a la imagen de los vinos de la bodega, y, por extensión, a los vinos de Madrid. «Divo ha sido un proyecto muy estudiado, no ha nacido porque sí. Queríamos algo fuera de lo normal, con producciones limitadas, dirigido a un segmento de consumo muy selecto, y creo que lo hemos conseguido», afirma Fernando Benito. Esa es la línea de actuación que se quiere seguir, sin dejar de lado su otra gama de vinos que también se benefician de las innovaciones. Para el futuro más inmediato está el lanzamiento de Asido, una segunda marca de calidad, aunque a un precio más moderado. También está previsto recuperar la Moscatel de grano menudo y reforzar los vinos blancos. «Vamos a centrar nuestros esfuerzos en estos vinos, sin bajar la guardia. Tenemos que seguir con la tarea de modernizar y promocionar los vinos madrileños».


Luis Saavedra

Han pasado ya más de seis años desde que Luis Saavedra emprendiera su proyecto de bodega ecológica en Cenicientos, y en sólo cinco años ha conseguido posicionar Corucho como una de las marcas señeras de los vinos madrileños. Su pasión por la viña y su inquietud constante por experimentar nuevas técnicas en viticultura le vienen de familia. Es heredero de una larga tradición vinícola que combina sabiamente con su talante innovador. La bodega es la más joven de la subzona de San Martín, y su filosofía se basa en hacer vinos de calidad que se puedan beber en el momento que salen al mercado. Para Luis, el sector atraviesa un momento difícil: «Tenemos el mercado más grande de España, y no hemos sido capaces de hacer entender al consumidor que nuestros vinos son de alta calidad. Es triste que los vinos madrileños estén olvidados hasta por los propios madrileños. Por eso, hasta que la calidad, y no la cantidad, no sea el reto común para todos, el trabajo no servirá para nada». Su obsesión es la viña, donde radica el 80 por ciento de su trabajo, no deja de experimentar, aplicar las técnicas más modernas o las que mejor se adapten a los fines que persigue, pero, sobre todo, respeta al máximo el equilibrio natural de su explotación, para lograr obtener una materia prima que exprese la personalidad del terruño. «Soy algo utópico, pero Madrid, con la calidad como bandera, puede ser una de las zonas más punteras y de mayor potencial del panorama vinícola mundial».

Manuel Martínez

Vinos Jeromín ha transformado, en poco más de diez años, toda su política empresarial. Renovó totalmente sus instalaciones para apostar por los vinos de calidad y por la imagen de marca, esfuerzo que le ha valido las más altas cifras de comercialización de la D.O. Vinos de Madrid. En esta apuesta tiene mucho que ver su técnico, Manuel Martínez, un apasionado de la viña y de los vinos de corte y estilo moderno. «Los vinos de Madrid son una asignatura pendiente, y entre todos debemos sacarlos del anonimato. Los tintos son el camino del éxito y sólo con calidad se puede conseguir ese reto. Eso es lo que hemos buscado con las marcas Manu y Félix Martínez», comenta Manuel. El tinto Manu rompe los esquemas de los vinos convencionales, sin querer tipificar nada en su concepción: «En cada cosecha el vino es distinto, porque cada vendimia es un mundo. Se seleccionan minuciosamente las parcelas, las variedades, siempre de máxima calidad, y a partir de ahí elaboramos un vino completamente distinto al del año anterior. Hay que sorprender al consumidor, provocar su curiosidad para que deguste un vino cambiante y con carácter». El caso de Félix Martínez es distinto: elaborar un vino que su técnico define de alta expresión y sesgo moderno, otro referente de la calidad que Madrid alberga, y sobre los que Vinos Jeromín quiere plasmar sus objetivos futuros.

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