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Los vinos más caros: Culto al precio

  • Redacción
  • 2002-11-01 00:00:00

Proliferan en las denominaciones de origen más prestigiosas como rioja o ribera del duero, pero también aparecen, y cada vez en mayor medida, en otras zonas vitivinícolas españolas. son los vinos de «culto», los más caros entre los caros, pero no siempre los más deseados. En los últimos tiempos una pregunta se repite obsesivamente cuando se habla con profanos a cerca de vinos caros: ¿de verdad es tan bueno como para costar tanto? Pregunta con miga, que contiene, como una tautología insufrible, la presunción de que el precio de cada vino se corresponde con su calidad. Esta creencia está más generalizada de lo que se cree, y evidencia la «impureza» de un mercado regido no sólo por leyes económicas sino por determinantes psicológicos y culturales –es la «behavioral economics», estúpido-, como ha demostrado el último Premio Nobel de Economía, Daniel Kanheman. El estadounidense Ernest Gallo, propietario de uno de los mayores emporios vitivinícolas del mundo, cuenta una anécdota esclarecedora. Se encontraba visitando a un importante comprador en Nueva York, justo después del fin de la Ley Seca, y le ofreció dos botellas diferentemente etiquetadas pero que contenían el mismo vino tinto. El hombre probó la primera copa, preguntó el precio y Gallo le dijo: «cinco centavos la botella». Probó una copa de la segunda botella y preguntó su precio. Gallo le respondió: «diez centavos la botella». El comprador, sin dudarlo, se inclinó por la segunda botella al tiempo que exclamaba: merece la pena pagar un poco más porque el vino es mucho mejor. Gallo descubrió algo muy común en estos días. Los altos precios de un vino habitualmente generan una demanda mayor en lugar de actuar como un impedimento. En el caso de compradores que piensan estar comprando los mejores vinos del mundo, cuanto más cara sea la oferta, más deseable será para ellos el vino. Este fenómeno es causa del aumento desmedido del precio de los vinos de culto, y el motivo de que algunos bodegueros quieran elevar la calidad de su vino por arte de birlibirloque, mediante el precio. La cuestión no es baladí, porque estamos hablando de vinos que se venden a más de 100 euros, pudiendo llegar en algunos casos a los 600. Al crítico, siempre que no viva encerrado en su castillo de papel, el precio debe importarle, aunque no hasta el extremo de distorsionar su juicio. Porque la calidad se mide exclusivamente por valores emocionales, en base a datos organolépticos. Ahora bien, dado que el vino juzgado está destinado al consumo -lo que no siempre es el caso- en la orientación que toda crítica debe contener hay que incluir el precio y su justificación. Hablemos claro, en la proliferación de tintos a precios de «gran cru» que se da hoy en nuestro país, hay una buena dosis de voluntarismo, por decirlo suavemente. Y al amante del vino que se asombra, cuando no escandaliza, ante un tinto español de una D.O. poco prestigiosa que vale casi el doble que un Vega Sicilia «Único», hay que decirle que no existe calidad capaz de justificarlo. Una ascensión imparable Hubo un tiempo, y no hace mucho, en el que se podía beber en España buen vino a precios módicos. Había riberas a 1.000 ptas., riojas a 700 ptas., manchas a 300 ptas. Luego vinieron los prioratos con su poderosa tanicidad, la explosión del redescubrimiento, y comenzaron a proliferar los vinos a 4.000 ptas., con casos tan maravillosos como el de Alión, a 2.000 ptas., en bodega, todo un regalo que, desgraciadamente, la especulación, unida a la demanda, multiplicaban al poco tiempo su precio por tres. Y, desde su incontestada calidad, Vega Sicilia seguía siendo la excepción que confirmaba la regla. El panorama actual ha cambiado radicalmente. Lo que ayer era anecdótico, hoy tiene todo los visos de convertirse en una plaga. La cuenta de vinos caros, de «culto», ha crecido desmesuradamente. No se trata sólo de la meteórica ascensión de Pingus, cuyas primeras botellas, recuerda Peter Sisseck, no costaban más de 3.000 ptas., para alcanzar en la añada del 99 casi las cien mil pesetas; ni siquiera de la impactante aparición de L’Ermita, de Álvaro Palacios, con un precio estable desde el principio, en torno a las 35.000 ptas. Se trata de ese sucesivo, y al parecer imparable, lanzamiento de vinos rondando los 90 c (casi 15.000 ptas.) que tiene como centro Rioja y Ribera de Duero, pero que afecta ya a diferentes D.O. Bien es cierto que muchos de estos vinos tienen un carácter más especulativo que comercial, y son puestos en el mercado por cuestión de imagen, para llamar la atención y realzar la bodega. Se trata de producciones reducidas hasta la insignificancia, y con una presencia en el mercado puramente anecdótica. Un caso paradigmático es el de Ricardo Benito y su «Divo», con apenas 900 botellas. Claro que para Fernando Benito, el precio está sobradamente justificado: «El esfuerzo y dedicación no han tenido límites, hasta un nivel impensable para cualquier persona ajena al proyecto… realmente, hasta a mi me es imposible cuantificar las horas dedicadas en exclusiva a este vino; es algo que no tiene valor. Es un capricho que nos hemos permitido, el lujo de ‘crear’, partiendo como base de algo que, sí estoy seguro, es irrepetible e insustituible: los dos pequeños viñedos de los que procede la uva que nos permite elaborar este vino único». Esto del viñedo excepcional, la atenta dedicación, y el carácter irrepetible del vino, son argumentos repetidos por todos los bodegueros con vinos de «culto». Como Miguel A. Torres, para quien el precio del «Grans Muralles» se explica por «la gran dedicación de tiempo a la dirección de la bodega, los enólogos y técnicos de la viticultura… a título personal, cada coupage de Grans Muralles me representa de 20 a 30 catas hasta que llegamos por fin a seleccionar los vinos adecuados. Se busca realmente la excelencia». También señala otros factores como la inversión en I+D para recuperar cepas viejas, los bajos rendimientos, la selección y compra de barricas del mejor roble francés, y el diseño final que incluye modelo de botella, etiqueta y marketing. Es indudable que el vino de «culto» exige, por su propia naturaleza, de unos cuidados especiales, una elaboración lenta y costosa. Por ejemplo, para elaborar «Contador», el vino más caro de Rioja, Benjamín Romeo dedica mucho tiempo al control de la viña, haciendo una primera selección de racimos en la cepa, para continuar en la bodega con la mesa de selección donde se escogen los granos uno a uno. Luego se fermenta en tinos de roble francés de 1.000 litros. Con maceraciones lentas y largas. La crianza se realiza en barricas nuevas de roble francés, tostado medio, y de diferentes tonelerías seleccionadas en origen. A la hora del embotellado, se desechan las barricas que no alcanzan la calidad esperada. El resultado son 3.000 botellas a un precio de vértigo Lo que valen y lo que cuestan Hay muchas formas de poner precio a un vino, si bien la práctica habitual en la mayoría de los sectores productivos recomiendan multiplicar por tres el coste total. Si nos atenemos a esta práctica, parece difícil aceptar que en nuestro país ningún vino deba superar los 90 v. Partamos del caso extremo: si se paga a 2,5 v el kg. de uva, se utiliza una barrica del mejor roble francés con un precio de 540 v, con una repercusión aproximada de 2,7 v por botella, un corcho de 1 v, una etiqueta troquelada, estampada en oro, con relieve y numerada a unos 0,75 v, y a todo esto añadimos embotellado, jornales, gastos financieros, conservación y mantenimiento, amortizaciones, publicidad -capítulo para echarse a llorar, y no es una apreciación interesada, consúltese lo que dedican los franceses a este estratégico capítulo- nos puede salir por unos 16 v. Es decir, y sin pretender dar lecciones a nadie de cómo administrar su estadillo de costos, no encuentro razones económicas serias para que una botella de soberbio vino tinto español cueste más de 50 v. Un precio, no nos engañemos, que deja sustanciosos beneficios. Naturalmente, un cálculo así no es aplicable a un pequeño bodeguero que elabora con mimo y plena dedicación unos pocos miles de botellas, sobre todo si pretende vivir de ello. Pero incluso en estos casos, hay que extremar la prudencia. Me vienen a la memoria algunos casos conocidos en mis primeros viajes al Piamonte. Allí tuve la ocasión de visitar la casa de algunos pequeños elaboradores de Barolo, con vinos espectaculares en cantidades muy pequeñas y condiciones precarias. Pero ninguno vendía su vino a más de 50 c pese a que se los quitaban de las manos. Pero, si bien es cierto que el pequeño viticultor puede verse obligado a poner altos precios a su vino para vivir de ello, no encuentro razones serias para que lo hagan bodegas como Hermanos Sastre (Pesus, Pago de Santa Cruz T.G.R.), Abadía Retuerta (Lapsus, PV, Pago Negralada, Pago Valdevellón), Matarromera (Nuevo Milenio), Pérez Pascuas (Gran Selección), Pago de Carraovejas (Selección), Pesquera (Millenium), Telmo Rodríguez (Matallana), Viñedos y Crianzas del Alto Aragón (Enate Especial), Blecua (Blecua), Lan (Culmen), Roda (Cirsión), Finca Allende (Aurus), Artadi (Viña El Pisón, Grandes Añadas), y un etcétera que se nutre año tras año de nuevos cultos al precio. Por no hablar de los mencionados Ricardo Benito (Divo), Torres (Grans Muralles, Reserva Real), Álvaro Palacios (L’Ermita), o el genial Dominio de Pingus (Pingus). Es lamentable que caigan en la tentación de subirse a la parra, para desesperación del buen consumidor. 450,25 c pingus, 2000 Dominio de Pingus DO: Ribera del Duero Tel. 983680189 Varietal: Tinto Fino Crianza: 12 meses en roble francés Nº de botellas: 5.000 19’5 Armonía, elegancia y alma. Es un ejemplo ideal de hasta donde puede llegar un vino partiendo de la variedad Tinto fino. Comienza por una limpísima nariz donde reina la fruta madura y fruta confitada. ¿La madera? Simplemente magistral, solo aporta unos recuerdos de pimienta y algunos tonos ahumados. Muy equilibrado, se abre inmediatamente y deja paso a un tanino de seda, tan fino que se puede beber en estos momentos, a pesar de la carga de futuro. 270,50 c L’Ermita 2000 Álvaro Palacios S.L. DOQ: Priorat Tel. 977831361 Varietales: Garnacha País, Cabernet Sauvignon Crianza: 16 meses en roble francés Nº de botellas: 4.500 19’5 Una nariz que define por sí sola a todo el Priorat. Porque es sorprendente su condición de terruño, con la «llicorella» a flor de copa, una fruta madura y carnosa, el toque balsámico fino y sin pesadez; hay recuerdos de compotas, con la madera en segundo plano enmarcando todo este potencial aromático. En boca es muy fresco, quizás un poco duro en estos momentos por la presión que ejerce la acidez sobre el tanino. Cuestión de tiempo. 156,40 c CONTADOR 2000 Vinos de Benjamín Romeo DOC: Rioja Tel. 941234228 Varietales: Tempranillo Crianza: 18 meses en roble francés Nº de botellas: 1.400 19 La fruta, limpia y poderosa -ciruelas, frutillos de bosque- da la sensación de haber escanciado el vino directamente del depósito, sin un atisbo de imperfección; luego, poco a poco, va in crescendo: entra el toque mineral, las especias, maderas nobles y una punta de regaliz. Todo un lujo de aromas que se agrandan en el paladar, donde se manifiesta su gran estructura; el tanino es maduro y armonioso, y envuelve la boca con la finura de un excelente Tempranillo. 138,25 c DIVO 2000 Ricardo Benito DO: Vinos de Madrid Tel. 918110097 Varietal: Tinto Fino Crianza: 12 meses en roble francés Nº de botellas: 1.500 16’5 Intensamente cubierto. La fruta muy madura se apodera de la nariz, y hace desarrollar recuerdos compotados, lo que no impide apreciar sus notas de vainilla y un toque de alcohol. Muy amable, extiende carnosidad y un toque goloso en el paladar; tiene una presencia notable sin llegar al extremo peligroso de la pesadez. El final se resuelve con brillantez, a base de una fruta delicadamente madura. 105,50 c PETIT VERDOT 1999 Abadía Retuerta S.A. Sin DO Tel. 983680314 Varietales: Petit Verdot Crianza: 25 meses en roble francés Nº de botellas: 1.500 16 Sin duda el vino más floral de todos, lo que que otorga a su perfil aromático una gran delicadeza, con las notas destacadas de frutillos rojos y negros, junto a recuerdos de una madera bien integrada. Es sabroso, aunque se aprecia cierta rusticidad debido a sus abundantes taninos ásperos y una dureza que necesita de mucha botella para domarse. Rico en extracto, deberemos esperar a su puesta a punto para poder apreciarlo en toda su potencialidad. 96,20 c Grans muralles 1998 Miguel Torres DO: Conca de Barberá Tel. 938177400 Varietales: Garnacha, Monastrell, Garró y Sansó Crianza: 18 meses en roble francés Nº de botellas: 1.500 18’5 Lo que apreciamos en este vino es su gran estilo, al margen de las modas. De incipiente buqué, ya se evocan notables recuerdos minerales, aromas de monte bajo y mermeladas, con una apreciable integración de la madera. Su excelente concentración hace un paso de boca corpulento que, sin embargo, resalta la firmeza de un tanino algo crudo todavía. Tiene longitud y fuerza, deja el paladar dominado, pero es un dominio agradable.

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