- Redacción
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- 1999-11-01 00:00:00
Hace unos meses, la revista “Wine&Finds” publicaba un amplio reportaje sobre Rioja que incluía, a modo de la liga de fútbol inglesa, una simpática calificación de los mejores vinos riojanos por grupos: “Premier League”, “1st Division”, “2nd Division”, “3rd Division”, etc. Lo más significativo es que el grupo de honor estaba encabezado por Barón de Chirel, seguido de Fernando Remírez de Ganuza, Roda I, Señorío de San Vicente, Grandes Añadas de Artadi, Dominio de Conté, Lanciano, Marqués de Vargas, Finca Valpiedra, Torre Muga, Finca Allende, etc. Mientras que en el grupo más bajo, la “Non League”, se encontraban bodegas tan clásicas como Carlos Serres, Franco-Españolas, Paternina, Viña Tondonia, o Age entre otras. Naturalmente, tal clasificación de una revista dirigida a orientar el mercado de vinos internacional, debe tomarse con las debidas precauciones, pero no deja de resultar significativo que los vinos más valorados sean los de factura moderna, alejada de una anticuada “tipicidad”, que parece relegada a los últimos lugares. El triunfo, avalado también por la crítica nacional, de los vinos con más cuerpo, color, y taninos, pero dotados de finura y elegancia, que es uno de los atributos más preciados de los mejores vinos de Rioja, es la consagración de una manera de entender la calidad de nuestros tintos más emblemáticos. Que esta estructura poderosa, la intensidad de la carga polifenólica, y una mayor complejidad aromática se consiga, en muchos casos, con la aportación de una parte minoritaria pero fundamental de Cabernet Sauvignon, no deja de ser la confirmación de la bondad y perfecto acoplamiento de nuestra gloriosa Tempranillo con el noble varietal de origen bordelés. Su prohibición, como pretenden muchos bodegueros y viticultores, puede dar al traste con la posibilidad, hoy ya meterializada en más de una docena de vinos soberbios, de alcanzar la más altas cotas de calidad sin desvirtuar el carácter y la personalidad riojana.
Las espadas en alto
Sin embargo, la palabra prohibición no figura en el diplomático y equilibrado lenguaje de Ángel Jaime y Baró, Presidente del Consejo Regulador de la D.O. Calificada Rioja. Muy al contrario, no duda en afirmar que “El Cabernet Sauvignon está muy bien, en determinadas proporciones no pierde tipicidad, estamos hablando de un 20%”. Aunque esta tolerancia, que sorprenderá a más de uno, no evita que Ángel Jaime se decante claramente a favor de la Graciano, “que es una variedad nuestra, que no existe en ningún otro sitio de España, y que da los mismo resultados”.
Esta posibilidad de la Graciano como alternativa “nacional” a la Cabernet Sauvignon, vendría avalada por un estudio experimental desarrollado durante 6 años por el Consejo Regulador para evidenciar la posibilidad de que variedades autorizadas, como Mazuelo y Graciano, u otras como la interesantísima Maturana tinta, en vías de recuperación, pudieran aportar más color, cuerpo, acidez y taninos a los vinos de Tempranillo, tal como las nuevas tendencias y gustos están demandando. Estudio en el que intervienen también las tres Comunidades Autónomas afectadas: La Rioja, País Vasco y Navarra. A finales del 98 se termina el protocolo, una vez criados en barricas durante un año los vinos elaborados con estas variedades, y se llega a la conclusión de que no existe diferencia entre la aportación de la Cabernet Sauvignon y la Graciano, lo que, en palabras de Ángel Jaime “deja aclarado el tema: hay un empate técnico”. Parece claro que la pelota queda en el campo de la libre decisión empresarial de las bodegas, que podrá optar por la utilización de Cabernet o Graciano según sus diseños enológicos. O utilizar las dos como hace Barón de Chirel, aprovechando que Marqués de Riscal posee una de las mejores viñas de Graciano de Rioja.
Pero la cuestión es más complicada. Por un lado, no todos opinan lo mismo sobre nuestra graciosa Graciano. Por otro, todavía una mayoría del Consejo Regulador se opone a la autorización de la Cabernet Sauvignon. Las espadas siguen en alto.
Graciano, ¿la alternativa?
La bondad de la Graciano es conocida y reconocida desde siempre en Rioja, donde los bodegueros, que no los viticultores, la han tenido siempre en gran aprecio. Este varietal, tal vez el único verdaderamente autóctono de Rioja, es capaz de aportar a los vinos una “gracia” especial. Bien dotado de materia colorante, tánico, y con una buena acidez total, tiene en contra su difícil maduración y bajo rendimiento. No todos los años hay buen Graciano, ni puede cultivarse en todas partes. No es de extrañar, pues, que su cultivo haya ido reduciéndose hasta casi desaparecer. Hoy tan solo unas 600 hectáreas permiten, a los pocos bodegueros que las poseen, nutrirse de este varietal que se pretende alternativa al Cabernet Sauvignon. Va a ser difícil convencer a los viticultores de que apuesten por un vidueño complicado y poco rentable, salgo que se dispare su precio. El Cabernet Sauvignon, por el contrario, ofrece las ventajas de una viticultura más constante, mejor maduración y producciones más elevadas sin pérdida de calidad. Josechu Bezares, de Marqués de Vargas, lo tiene claro: “El Graciano tiene un problema, que es su corta producción, incluso de maduración. En este momento en Rioja la producción de Graciano es testimonial. Pero bueno, hay gente que está trabajando con Graciano, me parece bien, pero desde mi punto de vista el Cabernet Sauvignon es mejor y más apropiado para lo que en nuestra bodega pretendemos, sobre todo de cara a los mercados internacionales”. Por su parte, Jesús Martínez Bujanda se muestra más contundente: “La Graciano no es, ni de lejos, un sustituto de la Cabernet Sauvignon. No se le parece ni aporta lo mismo. Tiene una buena acidez pero el color es otra cosa: sólo con los buenos gracianos es posible obtenerlo y estos son muy raros, porque tienen muchas dificultades de maduración, sobre todo en la parte de Rioja Alta y Alavesa. Hablar de sustitución o de alternativa es confundir las cosas deliberadamente”. De la misma opinión es Paco Hurtado de Amézaga, el Director Técnico de Marqués de Riscal, que de Graciano sabe bastante: “No se pueden comparar, son muy distintas y cada una aporta lo suyo, sin que se excluyan. Nosotros utilizamos las dos, siempre que sea un año bueno de Graciano, que no siempre ocurre, porque es una uva difícil, de maduración tardía y no siempre completa”.
Parece claro que, salvo intereses ocultos, enfrentar Graciano con Cabernet Sauvignon es, en el mejor de los casos, un alarde de malabarismo político que no resuelve el problema. Bien estaría que las viñas de Graciano crecieran en Rioja para mayor gloria de sus vinos. Aún recuerdo la grata sorpresa que significó la aparición del monovarietal de Graciano elaborado por Contino. Pero su utilización, siempre encomiable, no puede significar la prohibición del Cabernet Sauvignon. Y de ese es de lo que se trata.
Derechos históricos
Tiene el Cabernet Sauvignon una presencia más que centenaria en Rioja. Vino a estas tierras de la mano del Marqués de Riscal, en 1858. Fueron 1.000 sarmientos de las principales viníferas de Burdeos, donde Hurtado de Amézaga vivía. Aquellos sarmientos de Cabernet, Merlot, Pinot Noir, etc. se plantaron en su fincas; y no sólo en las del Marqués, sino también en las de otros viticultores. Con aquellas cepas se elaboraba en Marqués de Riscal una reserva denominada “Medoc”, que es el antecedente histórico del actual Barón de Chirel. Así fue, así es y así será mientras esta bodega fundacional de lo que hoy es Rioja, siga fiel a su fundador. Con el tiempo, parte de aquel Cabernet predecesor fue desapareciendo, salvo el de Marqués de Riscal, que desde entonces ha tenido bula para utilizar, sin mayor escándalo, el noble varietal francés, perfectamente aclimatado, por otra parte, a las tierras de la Rioja alavesa.
La actual situación, con unas 150 hectáreas de viñedo experimental de Cabernet Sauvignon, cuya autorización definitiva y posterior expansión están en el alero, comienza a gestarse en los años ochenta, cuando el prestigio de los varietales bordeleses alcanza su máxima expresión de la mano de los viticultores y hombres del marketing californianos. El Cabernet vende, y en Rioja algunos bodegueros comienzan ser sensibles a las nuevas demandas del mercado, como Jesús Martínez Bujanda, uno de los primeros en plantar, elaborar y comercializar el varietal de moda: “Buscábamos aportar a nuestros vinos un elemento diferenciador, un tono más complejo, que es lo que aporta el Cabernet Sauvignon”, afirma el creador del Martínez Bujanda “Vendimia Seleccionada”.
La reacción no tardó en llegar. En 1992, el Consejo Regulador, que ya tenía constancia de que unos cuantos bodegueros y algún viticultor llevaban años plantando Cabernet Sauvignon bajo la autorización de Tempranillo, decide tomar cartas en el asunto. Y saltan las alarmas. Estamos en plena moda, la “cabernetmanía”, que recorre el mundo de la mano de californianos, australianos, chilenos, etc. En Rioja se teme la “contaminación”, y con ella la pérdida de “tipicidad”, un tesoro celosamente guardado por las bodegas más tradicionales, los viticultores más conservadores, y la ejecutiva del Consejo Regulador. Así que se decide prohibir nuevas plantaciones de Cabernet Sauvignon, y se consideran como experimentales las existentes, que deben registrarse como tales. A estas bodegas se les autoriza a utilizar el Cabernet de sus viñas, pero sin poder indicarlo en la botella, ni promocionarlo. Mencionar el Cabernet Sauvignon en Rioja, la pura, la autóctona, es objeto de expediente sancionador. Lo mismo que utilizarlo, aunque no se diga, si no se tiene registrada como viña experimental alguna parcela. Los expedientes se acumulan, a veces por culpa de algún periodista demasiado explícito. Y mientras esto ocurre, triunfan los vinos de Ribera de Duero, y se va imponiendo entre nosotros, como en el resto del mundo, el nuevo gusto por los tintos tánicos y corpulentos.
Prohibición encubierta
Pero todas las cautelas están justificadas para el Consejo Regulador, aunque originen una clara desventaja a las bodegas no inscritas que no pueden competir en igualdad de condiciones. El objetivo es comprobar los efectos del nuevo varietal sobre una D.O. tan prestigiosa como Rioja, con una imagen ya consolidada en el mundo y que se basa, fundamentalmente, en la utilización mayoritaria de la uva Tempranillo. El proceso dura hasta Junio del presente año, en el que se decide, al no obtener una clara mayoría los partidarios de la autorización, congelar la situación. El Pleno del Consejo deberá aprobar la autorización del nuevo varietal por mayoría de dos tercios, al tiempo que encarga a la Comisión de Reglamento que elabore una propuesta de modificación de veriedades, obligaciones y actuaciones en relación con el Cabernet Sauvignon. El experimento sigue. Pero los acuerdos del Consejo vienen a significar, en la práctica, una prohibición encubierta, ya que los partidarios del Cabernet difícilmente alcanzarán, al menos a corto y medio plazo, esos 2/3 de votos necesarios. Y el tiempo apremia, ya que han trascurrido los 7 años de experimentación, y la Comunidad Europea limita el tiempo de este tipo de prácticas.
En este período comienzan a surgir nuevos vinos, con mayor color, más cuerpo, aromas más complejos. Barón de Chirel afianza su liderazgo, y no sólo es el vino de Rioja mejor valorado sino el más caro, rompiendo el techo de las 5.000 pesetas. Todos quieren seguir su estela: Campillo Reserva Especial, Roda I, Marqués de Vargas Reserva Privada, Martínez Bujanda Vendimia Seleccionada, Teófilo I, San Vicente, Mayor de Ondarre, Finca Allende, Pagos Viejos, Grandes Añadas, Altún, Torre Muga, Fernando Remírez de Ganuza, Finca Valpiedra, 2 Viñedos, Alba de Bretón, Julián Madrid, Gaudium, Faustino Reserva de Autor... Muchos de ellos utilizan el Cabernet Sauvignon en proporciones que van del 10% al 70%. Y en poco tiempo se convierten en la referencia obligada del renacimiento enológico de Rioja, abanderando la conquista de una nueva posición de prestigio internacional. En estas condiciones, prohibir el Cabernet Sauvignon sería sencillamente un disparate. Más lógico y menos traumático es autorizar su uso y el desarrollo de su plantación hasta una cantidad que no ponga en peligro la posición dominante de la Tempranillo. ¿En qué puede alterase el carácter vitivinícola de Rioja si se llegan a plantar, pongamos por caso, 1.000 hectáreas de Cabernet Sauvignon sobre una total de 53.238 hectáreas que tiene actualmente la Denominación de Origen?
Poner puertas al campo no es un ejercicio de lucidez mental. Si el moderado y buen uso de la Cabernet Sauvignon está sobradamente acreditado en Rioja, no parece sensato tratar de impedir su continuidad. Pónganse las garantías que se quiera, pero debe convertirse en legal lo que ya es una espléndida realidad.
PROTOCOLO DE ACTUACIÓN Y
SEGUIMIENTO DE RESULTADOS VITÍCOLAS Y ENOLÓGICOS EN VARIEDADES
EXPERIMENTALES
Conclusiones:
En base a los resultados, se pueden establecer las siguientes consideraciones de carácter general:
1) Las tres variedades estudiadas, Tempranillo, Graciano y Cabernet Sauvignon, proporcionan unos vinos de gran calidad elaborados individualmente.
2) El aporte de porcentajes moderados (10% - 20%) de vinos de las variedades complementarias estudiadas, Graciano y Cabernet Sauvignon, supone una mejora en los parámetros analíticos relacionados con la acidez total y el contenido polifenólico de los vinos de Tempranillo.
3) Para un porcentaje similar de mezcla, la variedad Graciano proporciona vinos con mayor contenido en ácido tartárico y acidez total, y por tanto un pH inferior que Cabernet Sauvignon, aspecto que se debe en gran parte a su menor capacidad potasófila.
4) Cabernet Sauvignon presenta de forma general una concentración superior a Graciano en taninos, antocianos y polifenoles totales, variaciones relacionadas tanto con el carácter varietal como con el grado de maduración alcanzado para cada una de ellas.En cuanto a la intensidad de color, los valores son semejantes en ambas variedades.
5) Los vinos de Graciano, tanto de forma varietal como en mezclas, mantienen mejor que los de Cabernet Sauvignon los tonos rojos, ya que por sus condiciones de pH los antocianos se encuentran más ionizados, por lo que incrementan también la intensidad de color.
6) El análisis organoléptico de los vinos de Tempranillo con mezclas de Cabernet Sauvignon (10% - 20%) no presentan mejores resultados con respecto a los vinos en los que el Graciano acompaña al Tempranillo en los mismos porcentajes. La valoración de ambos tipos de vinos es semejante a juicio de los catadores.
7) Con la incorporación del Cabernet Sauvignon para complementar al Tempranillo en porcentajes del 10% al 20%, no se observan pérdidas de tipicidad, fundamentalmente en los vinos envejecidos.
EL TÉCNICO
“El Cabernet Sauvignon
es un complemento magnífico
de la Tempranillo,algo parecido a lo que ocurre en Burdeos con la Merlot”
Paco Hurtado de Amézaga
Director de Bodega de Marqués de Riscal
EL BODEGUERO
“Yo no entiendo que en el siglo XXI seamos tan reglamentis-
tas, y no se permita a las bodegas hacer experiencias con el Cabernet Sauvignon”
Jesús Martínez Bujanda
Director General de Bodegas Martínez Bujanda
EL VITICULTOR
“La Cabernet Sauvignon es la uva que, para crianza, más te puede aportar, pero siempre en unas
proporciones moderadas”
Florentino Martínez
Propietario de
Bodega Luberri
EL GESTOR
“El Cabernet Sauvignon es un buen complemento para dar mayor complejidad y una más acusada personalidad a nuestra base, que es la variedad Tempranillo”
Josechu Bezares
Director Gerente de Bodega Marqués de Vargas
EL EMPRESARIO
“Hemos llegado a la conclusión de que el Cabernet Sauvignon le viene muy bien al rioja, le da más aguante al vino”
Julio Faustino Martínez
Propietario de las
Bodegas Faustino y Campillo