Política sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).

Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.

Configuración e información Ver Política de Cookies

Mi Vino

Vinos

CERRAR
  • FORMULARIO DE CONTACTO
  • OPUSWINE, S.L. es el responsable del tratamiento de sus datos con la finalidad de enviarles información comercial. No se cederán datos a terceros salvo obligación legal. Puede ejercer su derecho a acceder, rectificar y suprimir estos datos, así como ampliar información sobre otros derechos y protección de datos aquí.

Rioja Reserva 94. Tocando el cielo

  • Redacción
  • 1997-12-01 00:00:00

La cosecha del proverbial año 1994, sancionada entusiásticamente por el Consejo Regulador como excelente, marca definitivamente el cambio revolucionario en la Rioja. Desde 1982 ninguna cosecha había merecido tal calificación. Esta sequía de calidad, junto al conservadurismo exacerbado de la mayoría de las bodegas, ¡tantas de ellas centenarias¡, ha propiciado cierto aire de “decadencia”, hábilmente aprovechado por otras DO para situarse a la cabeza en la estima de los entendidos. Pero Rioja es mucho Rioja. Ha bastado que, al fin, un año fuera pródigo en bondades para que nuestra zona vitivinícola más prestigiosa, junto a Jerez, recuperara el liderazgo.

Pero no todo en el 94 es excelente. Por ejemplo, los primeros crianzas, con tener un nivel medio de calidad aceptable y en algunos casos elevado, no colmaban las expectativas. Cierta inquietud, en algunos casos decepción, comenzaba a imponerse. Sin embargo, en las bodegas más avanzadas enológicamente y con mayor visión de futuro, los Reservas y Grandes Reservas continuaban su proceso de crianza. Y hoy, cuando sólo quedan unos meses para su aparición en el mercado, la excelencia esperada se confirma. Hemos podido catar, en auténtica primicia, estos Reservas, y el resultado de la degustación es contundente: Rioja, una vez más en su dilatada historia, vuelve a situarse en cabeza de las zonas vitivinícolas españolas. Si a esto añadimos que las sucesivas añadas han sido también de extraordinaria calidad, se puede afirmar que la suerte sonríe a los bodegueros riojanos. El trienio 94-95-96, y, en muchos casos, el 97, cosecha soberbia en la mayor parte de Europa, les augura un excelente porvenir después del 92 y 93, dos años poco aptos para el lucimiento. Y, al amparo de estos años propicios, Rioja y sus vinos cambian a un ritmo veloz a pesar de que sus pasos son los de un enorme y pesado aparato que mueve regularmente alrededor de 200 millones de kilos de uva al año.

La primera, la alavesa

Rioja alavesa fue la primera en comprender y adaptarse a los nuevos gustos y tendencias que se estaban imponiendo en el consumo del vino de calidad. En esta subzona riojana nacieron vinos de nueva factura, demostrando así que se podía elaborar otra cosa que “el vinillo de Rioja” cantado por la Piquer, “al más puro estilo español”. En estos nuevos tintos confluían las virtudes que requiere un vino de corte moderno: más color, más frutosidad y taninos que, aún siendo dulces, imponen su presencia en boca con carnosidad, y que casi se mastican. Siempre con una condición: no perder la personalidad que imprime el terruño y las cepas mayoritarias, fundamentalmente la extraordinaria Tempranillo, que en estas tierras alcanza su mayor frutosidad.
Casas cargadas de historia, como Riscal, con su vertiginosa recuperación de calidad que culmina en el mejor tinto español -junto al “Único” de Vega Sicilia-, el “Barón de Chirel”, o Bodegas Palacio, salvada felizmente del peligro de desaparición, se propusieron remozar sus instalaciones, dotarlas de la tecnología adecuada y modernizar sus vinos. El nuevo responsable de Palacio, el francés Jean Gervais, con su decisión de renovar completamente el parque de barricas marcó un punto de inflexión en el nuevo camino de los vinos riojanos. A su vez, Contino y Remelluri comenzaron la andadura del “vino de finca”, un modo de hacer poco ensayado en esta tierra. A otra escala, Juan Carlos Lacalle, creador de Artadi, el nuevo tipo de vino “cosechero”, investiga con sus vinos Viña del Pisón y Pagos Viejos nuevos caminos para la crianza. Precisamente con la cosecha del 94 inicia una serie llamada “Grandes Añadas” que solo saldrá en los años de absoluta excelencia, arriesgada y loable decisión en la que tiene mucho que ver su padre, Primitivo Lacalle, veterano viticultor que no duda en afirmar: “En los años que llevo en el vino, jamás había visto una cosecha tan sana. Era como si todos los granos estuvieran recubiertos por un baño de terciopelo brillante”. En la misma línea, Martínez Bujanda con sus vinos monovarietales y, muy especialmente, su “Cosecha Especial”, triunfa fuera y dentro de nuestras fronteras, convirtiéndose en un abanderado del nuevo rioja, igual que Campillo, la joya primorosa de Faustino. También causará una gran impresión cuando se atreva a salir al mercado Fernando Remírez de Ganuza, un viticultor afincado en Samaniego que quiere alcanzar el cielo con las manos. Fue el primero en usar la mesa de selección de uvas en Rioja, práctica ya habitual en otras bodegas como Riscal. Lleva más de un lustro haciendo un buen vino, de viñas con más de 70 años, en una bodega preciosa, provista de buena tecnología, y todavía dice que no es el producto que busca. Por fin, muy pronto saldrá el 92, por vez primera, al mercado. Dentro del cada vez más abundante pelotón de elegidos, destaca Viña Ijalba. Su trabajo constante y serio en el uso de varietales autóctonos, sin tener que echar mano del manido Cabernet sauvignon, es digno de elogio. Según Juan Carlos Sancha, en Rioja todavía quedan muchas cosas por hacer. “Tenemos variedades olvidadas, que no se han estudiado lo suficiente, como la Graciano o la Ribadavia, una antigua cepa riojana a punto de desaparecer”.

Cambios en la fortaleza de
la tradición

La Rioja Alta es en estos momentos la que más sorprende a propios y extraños. Una buena parte de las bodegas están cambiando, y sus trabajos merecen un serio repaso y atención. A las marcas tradicionales, que entienden la innovación constante como su más firme esperanza, como Muga, Marqués de Cáceres, etc., se unen gente nueva con ganas de hacer cosas grandes. Por ejemplo, el matrimonio afincado en Barcelona Rotllant-Daurella buscó durante bastante tiempo entre las grandes zonas del mundo un sitio donde elaborar un gran vino. Finalmente eligieron Haro, en donde Carlos Díez, enólogo, da forma a un tinto magistral: “Roda I”, un vino de corte moderno en el corazón mismo del clasicismo riojano. Pero hay más, mucho más. Así, Josechu Bezares, uno de los que más saben de vino en Rioja, ha hecho evolucionar de tal forma su “Marqués de Vargas” que con su Reserva 94 se entra en otra dimensión. ¡Y pensar que sus comienzos fueron difíciles, con los débiles años 92 y 93¡ Hoy, Marqués de Vargas es el vino más personal y uno de los mejores de Rioja.
Bodegas casi desahuciadas como Lan han recuperado su puesto en vanguardia tras cinco años de duros y difíciles reajustes, no siempre bien comprendidos. Cuando un grupo de críticos visitamos la bodega en el año 92, Javier Echarri, recién estrenado su cargo de Director General, nos aseguraba que iba a transformar la bodega de arriba a abajo. Nos miramos con incredulidad, y hubo quien afirmó que era más fácil construir otra que sacarle partido a todo aquello. Pero en la última visita, apenas hace dos meses, la bodega había cambiado totalmente, tanto de concepto como físicamente. Todo está resplandeciente, y las viejas barricas de vetusta madera han sido sustituidas por roble nuevo, tanto americano como francés. Y alguna con madera de ambos orígenes, obra del ingenio de Javier Echarri. En lo concerniente a la materia prima, rivaliza con las grandes bodegas a la puja por las uvas más caras. La inversión tiene un coste de 1.000 millones de pesetas. Su reserva 94, con una envidiable relación calidad/precio, confirma la recuperación de esta gran bodega. A su vez, Olarra ha vivido en los últimos años una auténtica revolución tecnológica. Ha realizado una fuerte inversión que afecta a todo el proceso de producción, desde la vendimia hasta el embotellado. Por ejemplo, cuando llega la uva a la bodega se controlan de manera individual los datos de cada viticultor, de la subzona de la vendimia, de la variedad, etc., mediante un novedoso sistema informático que, conectado a aparatos de análisis automatizado, permiten evaluar y cotejar datos administrativos, analíticos, el estado sanitario, etc. que proporcionan una valiosa información a los técnicos de la bodega y permite conseguir mejores resultados en el proceso de elaboración. Aquí se ha incorporado un vanguardista sistema de refrigeración y una nueva prensa neumática con un absoluto control informático. Con esta prensa, explica su enólogo Javier Díez, Director Técnico, se pueden elegir distintos ciclos de prensado, dependiendo de la variedad de la uva, del estado de maduración, de las calidades, etc. La revolución tecnológica no acaba aquí. También se ha instalado una línea de lavado automático de barricas que permite realizar los tradicionales trasiegos con mayores garantías. A esto hay que añadir que renuevan constantemente el parque de barricas, a una media de 150 al mes. Es, en verdad, una apuesta por la calidad del roble.

El furgón de cola

Un poco a trasmano se encuentran los de la Sonsierra, insertos como un ariete a la otra orilla del río, entre las dos partes de la Rioja alavesa. Digna la lucha de años en solitario por elevar la calidad de sus vinos, con felices resultados en general. La bodega más dinámica siempre ha sido Sierra Cantabria. Preocupados por desarrollar al máximo todo lo de su zona, hicieron pruebas con un clon de Tempranillo, llamado “Tempranillo peludo” casi desaparecido en la actualidad. Sensacional el nuevo producto, Señorío de San Vicente, un magnífico vino de finca que en el 94 alcanza su mejor calidad.
Tradicionalmente, la Rioja Baja siempre ha ejercido de cenicienta. Es un papel que parecen haber asumido las partes implicadas de esta zona: bodegueros, productores y almacenistas. Sus vinos siempre han servido para fortalecer los de las otras riojas. Solamente unas cuantas marcas, que pueden contarse con los dedos de una mano, apuestan por la comercialización de sus vinos a partir de una aceptable calidad. Las más destacables son Navajas, bastante irregular, así como Herencia Remondo, que ha pasado por distintas etapas. En la actual, parece que quiere remontar hacia los puestos de cabeza que ocupó en tiempos pasados. Otra pequeña casa que pone empeño en realizar vinos de calidad es la de los Hnos. Torres Librada. Su primera cosecha fue la del 87, y parece afianzarse en el mundo del vino con un trabajo serio. Otra bodega que cambia sus vinos de forma importante es Barón de Ley. Se da la circunstancia de que son las cooperativas las que se están modernizando con muy buen criterio; entre ellas, la de Aldeanueva de Ebro sobresale con un dinamismo encomiable. Su reserva 94 es un ejemplo de vino actual y bien elaborado. Un bello ejemplo del empeño por cambiar totalmente la manera de hacer los vinos es el de Bodegas Ondarre, ya en Navarra.

La polémica de los varietales
Extranjeros

En Rioja mencionar los nombres de variedades de fama mundial, como Cabernet sauvignon, es mentar la “bicha”. A estas alturas de la discusión las divergencias entre partidarios y detractores de utilizar cepas foráneas es prácticamente insalvable. Desde la alta cumbre del Consejo Regulador se anatemiza a los descreídos. Se afirma, en un celo digno de mejor causa, que la defensa de la tipicidad tradicional es primordial. El problema estriba en explicar cuándo la calidad entra en colisión con la tipicidad. El asunto parece quedar zanjado por parte del consumidor, que es el que de verdad tiene la última palabra. Existe un tipo de cliente al que no le importa pagar las botellas a un precio más alto, siempre que contengan la calidad por él exigida. Un dato significativo es que si echamos un ojo a la lista de los 10 vinos mejor puntuados por los expertos, tanto nacionales como extranjeros, al menos cinco de ellos llevan en mayor o menor medida Cabernet sauvignon. Lo que no significa que hayan perdido por ello su carácter riojano. Otras DO más permisivas con las variedades foráneas han llevado la inquietud a las puertas del santuario riojano. Hubo un tiempo en el que las cosas estaban menos claras. En estos momentos parece que la recuperación de la confianza hace que todo permanezca más tranquilo y comience a instalarse la prudencia y el sentido común con la aceptación, al menos de hecho, de lo que el mercado demanda.
Pero surge la pregunta del millón: ¿Se puede hablar de crisis en una DO que vende todos los años la friolera de 200 millones de litros? Quizá la respuesta esté en los precios a los que se venden muchos riojas: de 200 a 400 pesetas. Se puede suponer que son vinos del año, pero hay muchas marcas que ofrecen crianzas a estos precios.
Entre todo este barullo, hay bodegueros que ya han vendido la mayor parte de las botellas de Reserva 94 en el extranjero, mercado que no exige los tiempos de crianza en botella que marca la ley en España. Telmo Rodríguez, el de Remelluri, es uno de ellos: “Me quedan unas cuantas botellas de este Reserva, que he tenido que guardar para satisfacer un mínimo el pedido interior, pero hace tiempo que por ahí fuera me las hubieran comprado todas”.
En todo caso, sirva esta experiencia como llamada de alerta ante el riesgo de quedarnos los españoles sin suficientes botellas del Reserva 94, posiblemente el mejor vino riojano desde hace décadas.
Bartolomé Sánchez


Renovarse o morir
La DO Rioja Calificada, con más de 650.000 barricas de roble, conforma el parque de crianza y envejecimiento de vinos mayor de España, y uno de los mayores del mundo. Sin embargo, la situación de tan impresionante parque no es ni mucho menos idílica. Además de las barricas que puedan estar vacías en determinadas bodegas por falta de existencias de vinos, existe un gran número de unidades que, debido a su antigüedad y mala conservación , han dejado hace mucho tiempo de prestar su servicio, habiéndose convertido en meros envases para almacenamiento, a fin de justificar el tiempo de estancia en barrica para acceder a las categorías de vino superiores.
No se puede olvidar que esta antigüedad, en algunos casos con más de medio siglo, del parque da barricas y su mala conservación no solamente no aporta nada positivo al vino sino que puede generar aromas y sabores que recuerdan a “tabla” y humedad, cuando no los contaminan. No vale decir cuántas barricas tenemos, siro cuáles, de qué edad y calidad.
La mayor parte del parque de crianza en Rioja está compuesto por barricas de roble americano fabricadas en España; solamente, y de manera excepcional, algunas bodegas cuentan con unidades de roble de otras procedencias. Si contemplamos los datos de 1as tonelerías francesas de prestigio que operan en Rioja, el volumen de ventas de toneles y barricas de primera calidad puede considerarse como testimonial, y únicamente un limitado número de bodegas de prestigio cuenta realmente con este tipo de recipiente. Por tanto, hay que preguntarse, ¿es la edad media del parque de barricas en Rioja la ideal, o, incluso, la conveniente, para criar vinos de calidad? ¿De dónde han salido las barricas francesas que los bodegueros afirman tener en sus bodegas cuando publican sus fichas de cata? Quizás el que las barricas no puedan hablar sea una buena tapadera a tanta historia.
Por no hablar de la introducción en Rioja de barricas francesas usadas, provenientes de los grandes chateaux bordeleses, a precios irrisorios. Estas barricas han dado más de un disgusto a determinados bodegueros, que siguen pensando que en Francia los duros valen tres pesetas, más o menos.

enoturismo


gente del vino