- Redacción
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- 2000-06-01 00:00:00
Bajo un sol espléndido que invitaba a la fiesta y hermoseaba los jardines, se inauguró en Jerez de la Frontera la 2ª edición de Vinoble. Cuatro días de mayo, intensos y apasionantes para todos los aficionados a los grandes vinos nobles. Días mágicos para disfrutar a
fondo de los eiswein, los jerez, sauternes, tokaj, malvasías, málagas, oportos... y muchos otros vinos generosos, licorosos y dulces especiales que figuran entre los más singulares, sugerentes y exquisitos vinos del mundo.
Pero Vinoble fue mucho más que una fiesta: fue el ambiente fascinante del Palacio de Villavicencio, noble y refinado como los vinos que ha acogido en sus salones;
la atmósfera única dea los hermosos jardines árabes donde despuntan las palmeras y crecen los naranjos y las jacarandas; el color intenso del albero y las casetas blanquísimas donde, por primera vez en esta edición, algunos expositores han instalado sus stands.
Porque Vinoble es, sobre todo, una forma diferente de entender las ferias vitivinícolas. Sin las aglomeraciones a las que estamos acostumbrados, con tiempo para la charla y el intercambio de impresiones o para cerrar acuerdos comerciales; con el sosiego suficiente para detenerse y ser atendidos, con solicitud e interés, por bodegueros, productores y exportadores...
Y Vinoble, claro está, son los vinos. Vinos extraordinarios, complejos, como complejos son sus orígenes y sus procesos de elaboración.
Vinos con un pasado de hielo, como los eiswein de Alemania o de Austria, cuyas uvas se recogen sólo cuando están congeladas; o con recuerdos de fuego, como los dulces malvasías canarios que crecen entre los picones volcánicos, o los extraordinarios Tokaj procedentes de los campos de lava de Hungría. Vinos como los Sacristías de Jerez, añadas viejísimas fruto de las soleras fundacionales, que duermen durante décadas en lo más profundo de las bodegas; vinos de antiquísimos orígenes, como el commandaria chipriota o los fondillones de Alicante, emparentados con los más ilustres vinos mediterráneos.
Vinos milagrosos como los Vintage de Oporto, que sólo se elaboran cuando la cosecha ha sido excepcional; como los de Madeira, procedentes de viñedos que se asoman a los precipicios de la isla, en terrazas excavadas, en muchos casos, en la roca de basalto; o como los elaborados en la región de Podravje, en Eslovenia, cuyas cepas, cubiertas de nieve, son bocado apetitoso para millares de aves hambrientas que no se arredran ni ante el tradicional Klopotec, un rumoroso espantapájaros mecido por el viento.
Nombres legendarios como los trockenbeerenauslese alemanes y los sauternes de Francia, procedentes, como tantos vinos nobles, de vendimias tardías y de racimos sobremadurados en los que la «podredumbre noble» obra el milagro. Nombres llenos de prestigio que, como los del Priorat catalán, han sabido evolucionar y renovarse en vinos que están marcando un nuevo camino para los dulces.
Vinos que se sentaron a la mesa de reyes, de emperadores y de zares y que en Vinoble 2000 han estado al alcance de todos cuantos han visitado el Salón.
Meditaciones en la Mezquita
Las catas se han convertido en momentos imprescindibles en Vinoble. Mañana y tarde, han convocado a la prensa especializada que, en solo cuatro días, ha tenido oportunidad de acercarse a algunos de los mejores vinos del mundo. El escenario elegido para las catas dice mucho del espíritu que anima todo cuanto rodea a Vinoble: una antigua mezquita, recogida, fresca y a media luz, alejada del trasiego de los salones y arropada siempre por el rumor de una fuentecilla.
Para abrir boca, en la primera sesión de catas, los vinos de Sacristía de Jerez, los tesoros más preciados de las bodegas jerezanas. Procedentes de las soleras fundacionales, su degustación ha sido hasta ahora privilegio de unos pocos elegidos, aunque algunas bodegas han comenzado a comercializarlos en cantidades necesariamente testimoniales.
En el resto de las sesiones se pudieron conocer en profundidad los Riesling alemanes; los Auslese, Beerenauslese, Trockenbeerenauslese y Eiswein; los Moscateles de Francia, Italia, Portugal y España; los vinos dulces franceses del Banyuls y Rivesaltes; los Pedro Ximénez de Montilla-Moriles; los Tokaji aszú 6 Puttonyos de Hungría y los mejores Vintages de Oporto.
Las de la mezquita no fueron, sin embargo, las únicas catas organizadas en el marco de Vinoble. Bodegueros, productores y exportadores aprovecharon esta excepcional oportunidad para dar a conocer, en uno de los salones del Palacio, sus mejores vinos y añadas: los Vins Blancs D´Or, el Tres Cortados de Domecq -presentado oficialmente en Vinoble-; los Pedro Ximénez y Moscateles de López Hermanos; Moscateles de Alicante de Gutiérrez de la Vega; los finos, amontillados, olorosos, cream y PX de Montilla-Moriles; los reservas de Harveys; los vinos dulces de Italia y de Grecia. Los vinos de Francia, ampliamente representados en Vinoble 2000, fueron objeto de catas que permitieron profundizar en los vinos de Sauternes-Barsac, Anjou y Saumur y en los de la región de Bergerac.
La solemnidad casi académica de las catas tuvo su complemento y contrapunto en los Laboratorios del Gusto: una cita más desenfadada e informal en la Torre del Homenaje para probar los maridajes entre diversos vinos nobles y algunas delicias gastronómicas. Una idea feliz a juzgar por el éxito de las convocatorias en las que los vinos de muy diversas procedencias se pudieron hermanar con chocolates, tocinillos de cielo, pastelillos de yema, quesos de cabra, aceitunas o embutidos ibéricos. En Catas y Laboratorios se puso a prueba la profesionalidad y el buen hacer del Departamento de Hostelería del Instituto Provincial Fernando Quiñones, de Cádiz: un incansable equipo de jóvenes camareros que con eficacia se ocupó también del servicio de copas a los stands.
Toda la fiesta de Vinoble 2000 fue servida en directo por Televisiones (Canal Sur, TVE, Antena 3, Tele 5) y emisoras de radio (Canal Sur Radio, COPE, RNE, Onda Cero, Cadena SER). El eco durará hasta el 2002.