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El Brandy se viste de largo

  • Redacción
  • 1997-06-01 00:00:00

La consigna es cambiar la tendencia como sea. Frenar primero la caída del consumo e intentar remontar después, si es posible.
n los despachos de las principales bodegas jerezanas la cuestión se lleva repitiendo desde 1991. Por aquel entonces, el consumo de whisky ya superaba al del brandy, tendencia que se ha acentuado a lo largo de los años. Las bodegas de Jerez, muchas de ellas con una producción de brandy que representa el 50 % del total de su negocio, han decidido, por fin, ponerse de acuerdo, tomar el toro por los cuernos e intentar romper la tendencia. Su estrategia supone una ruptura con viejos conceptos: “vestir de largo al brandy”.

Por entonces ya comenzaba la ascensión del whisky. El nacional había abierto brecha, y por ella se colaba el escocés, dejando hueco, de paso, a los maltas y los bourbon. En 1989 la cantidad total de whisky que se consumía alcanzaba los 56 millones de litros, frente a los 73 millones de brandy. En 1991 se dio la vuelta a la tortilla, y se consumieron 73 millones de litros de whisky frente a 69 de brandy. Desde entonces las cifras no han hecho más que distanciarse, en detrimento del brandy. El whisky competía en todos los espacios, desde la tertulia de los postres hasta las combinaciones con refrescos a cualquier hora del día. La ginebra, de la que se consumieron 54 millones de litros en 1990, bajó a 40 millones en el 94, algo parecido a lo que le sucedió al ron, que bajó de 27 a 21 por esas mismas fechas.

La tendencia de todos los países occidentales, incluido España, va hacia una reducción paulatina del consumo de bebidas destiladas. Sin embargo, seguimos siendo una potencia compradora. El whisky entró con tanta energía que España es ya el primer país consumidor de whisky “per cápita” del mundo. En 1994 se consumieron 24 millones de litros de alcohol puro procedente de Escocia, es decir, 85 millones de botellas aproximadamente. Solo nos superaron los franceses, con 28 millones de litros de alcohol puro, de la misma procedencia, y los estadounidenses, con 38 millones. Bien es cierto que ellos son muchos más.

¿Qué está pasando?, se preguntaban los elaboradores de brandy. El brandy es un destilado de vino, no de cereales, ni de ninguna otra cosa rara, como mondas de patata o algo así. Se elabora con amor, en una gran proporción, en alquitaras, se envejece en madera de roble, y, en el caso de los jerezanos, en cubas que antes han contenido vino de Jerez, lo que confiere a esos brandys unos magníficos tonos y recuerdos de amontillados y olorosos. “No nos superan en elaboración y calidad; entonces, ¿por qué?”, se preguntaban.

La respuesta, al parecer, está en lo que se conoce como los ciclos de la bebida espirituosa. Sucede por generaciones: “si papá es aficionado al brandy, yo me paso a otra cosa”; así de sencillo. Las curvas de crecimiento o disminución del consumo de estas bebidas no tienen aristas, ni puntas de sierra: se crece o se decrece sin parar. El brandy, la ginebra y el ron van hacia abajo, el whisky, hacia arriba, y lo que se suponía la gran estrella del futuro crecimiento, el vodka, se ha quedado, de momento, simplemente en joven promesa. En 1996, de los 312 millones de botellas de bebidas espirituosas que se vendieron en España el brandy colocó 70 millones; el whisky, 87; la ginebra, 53; los licores en general, 45´7; el anís, 27; el ron, 21; y el vodka, 8 millones. Los ciclos se mantienen, pero llevan así ya casi una década, y se calcula que de un momento a otro vendrá un nuevo cambio generacional. La premisa ahora es la siguiente: “Si el abuelo bebe brandy y papá whisky, yo ¿que?”. Esa es la esperanza de los elaboradores de brandy: que se confirme hacia el 2.000 el cambio de ciclo, y que el brandy vuelva a sus días de gloria.

Para ello se han puesto a trabajar ya. Primero, estudiando los sectores de consumo. El brandy sigue intocable a primera hora de la mañana, en el latigazo de matar el gusanillo. Se defiende dignamente después de comer, y el brandy de mayor calidad, el solera gran reserva, sigue en la alta restauración bien situado. La costumbre del “carajillo” es uno de los grandes aliados de esta bebida. Hasta ahí se llega; pero por la tarde-noche, en las discotecas, en las combinaciones con refrescos, el brandy está totalmente marginado.

La estrategia que se plantean los productores es sencilla. Se busca público joven capaz de dar la vuelta al ciclo y beber lo mismo que el abuelo; es decir, gente entre los 18 y los 25 años. Estos sectores, además, tienen poca incidencia en los latigazos mañaneros y carajillos de sobremesa. Son gente de trago largo. Hay que vestir el brandy de largo. Hay que conseguir que el latigazo y el carajillo se pida en la discoteca, para mezclar con los refrescos, todo ello sin dejar de lado el público tradicional, defendiendo el brandy de alto nivel, en copa de balón. Hay que modernizar la imagen como sea. No se puede perder el último tren.
Con esta estrategia sobre la mesa, los elaboradores de brandy han tirado de cartera. Y eso que algunos de los grandes tienen el corazón partido entre dos amores, ya que también distribuyen whiskies con no poca fortuna. Los de Jerez y el catalán Torres han contratado al grupo musical Ketama, de gran influencia entre el público joven. Los músicos han comentado que en la misma línea en que trabajan para modernizar el hondo y tradicional flamenco, trabajarán para modernizar la imagen del brandy. Ketama está preparando una canción dedicada al brandy que se llamará “Tómalo Poquito a Poco”, cuyo estribillo se oirá machaconamente en todas las radios. Con la canción se hará un videoclip que se proyectará en los conciertos del grupo musical. En septiembre Ketama hará una gira “abanderada” por el Consejo Regulador, con unos 15 conciertos, a la que se llamará “Brandy gira”, o algo por el estilo. En ellos, lo único que se podrá beber en los descansos será brandy combinado. También se ha llegado a un acuerdo con la joven y exitosa diseñadora de moda Amaya Arzuaga. El final de la presentación de su pasarela de Londres, donde la famosa “top” Naomi Cambell salió con un impresionante vestido trasparente en el que se leía la palabra brandy, ha dado la vuelta al mundo. Una de las líneas de la colección otoño-invierno de Arzuaga será dedicada a esta bebida espirituosa y estará presente en las más de 300 boutiques exclusivas en que ella vende sus modelos. No queda ahí el esfuerzo: tendrá un espacio en la próxima película de Almodovar, “Carne Trémula”. El brandy aparecerá en varios planos estáticos y, en un momento dado, Ángela Molina, la protagonista, pedirá y se tomará un brandy con cola. Todo esto forma parte de la campaña “Brandymanía”, cuyos carteles publicitarios pronto inundarán todo lo inundable.

Mientras, en cada bodega se busca modernizar el diseño de las botellas, sin romper demasiado con lo anterior, pero estilizando sus formas. Se intentará reordenar la batalla de los precios, pues en las estanterías las botellas de brandy solera se distinguen por su tamaño de litro, frente a los tres cuartos de las botellas de la competencia. Y más de uno comienza a replantearse esa publicidad, que tanto éxito obtuvo en el pasado, de que el brandy es cosa de hombres, en el fútbol y en los toros. Han descubierto que las jovencitas no pierden la feminidad con el cubata.

El objetivo es frenar esa caída del 7% anual y remontar vuelo a partir del 2.000. Se pretende, por un lado, dirigirse al consumidor más joven, que desconoce totalmente el brandy. Intentar, por otro, impulsar el consumo entre la gente de 25 a 35 años, en busca de los viejos tiempos en que se tomaba brandy con cola o con chocolate en las discotecas. Se espera que el conocimiento de esta bebida empuje también a la alta gama de los excelentes soleras gran reserva, al estilo de como el whisky de mezcla ha impulsado el consumo de maltas. Se pretende limpiar al brandy de las actuales connotaciones de bebida peleona y barata hecha solo para hombres muy machos.

La mayor parte de su consumo está restringida al ámbito español. Cataluña, con Barcelona a la cabeza, País Valenciano y Baleares se beben la mitad del brandy que se vende en el país. La exportación puede representar solamente un 25%, al revés de lo que ocurre en Jerez con el vino, y son Filipinas, México, Alemania, Italia y Reino Unido los principales compradores. Si el brandy consigue, efectivamente, llegar al subconsciente del consumidor, el triunfo estará asegurado. Es una bebida nacional, no de exportación, procede de un vino bebible, a diferencia de ciertas pócimas con las que se elaboran otros destilados. Los de Jerez están controlados por un Consejo Regulador que certifica su calidad. Los demás se defienden con marcas prestigiosas. Se destila buscando aromas, no en columnas de destilación productoras de alcoholes neutros. Por ello a nadie se le ocurre enriquecer un plato o un guiso con algo que no sea un vino o un brandy. Envejecen en barricas de roble americano, en la oscuridad de las bodegas, y presentan aromas y sabores muy complejos. Sus posibilidades de combinar de manera original con refrescos son inagotables. Las bodegas buscan su imagen modernizada, en vaso alto, con hielo, en combinación, incardinada en la vida cotidiana. Para ello lo han vestido de largo, como si se tratara de una debutante cualquiera.
Enrique Calduch

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