- Redacción
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- 2001-06-01 00:00:00
Desde los ventanales del despacho y del comedor la vista se deja guiar, obediente, por las líneas del viñedo, ramonea en el jugoso verde de los brotes de primavera, se recrea en la pulcritud blanquecina de la tierra y sólo se refrena ante un alto muro de otro tinte verde, la hilera de chopos que con su deslumbrante amarillo anunciará el otoño. Es la orilla del río, la Ribera del Duero.
Ahí, en el corazón de una tierra convertida en mítica, han crecido desde el año 1987 las nuevas cepas del reino de Alejandro Fernández, un hombre y un nombre puntero en el prestigio de la Denominación.
Nacida con el empuje de la fama de su Pesquera, la bodega se alza, sólida y monumental, cercada por una viña que es un canto a la tenacidad, a la obstinación. El terreno, uno de los más codiciados de la zona, reúne ahora más de trescientas parcelas minúsculas que eran, a la vez, la alhaja y el quebradero de cabeza de otros tantos pequeños propietarios. Están situadas en el pago La Valera, Los Frailes, El Castillo, Santa Cruz..., en la frontera más alejada de dos términos municipales, y por la baja producción y por el tamaño que impedía mecanizar las labores ni siquiera justificaban el trayecto desde el pueblo. De modo que, con habilidad y paciencia, Alejandro fue completando un rompecabezas que ahora cubre 200 has. circundantes y otras 50 un poco más alejadas. Practicamente todo es de nueva plantación aunque, tras diez o doce años, está en un momento óptimo de calidad y producción. Sólo se han conservado 10 has. de mimada viña vieja que se incorporan como exquisito complemento a algunas elaboraciones.
Condado de Haza es la realidad de un sueño romántico donde la obra faraónica, impresionante, es un pecado venial arropado por caprichos entrañables. En los porches va tomando forma una colección de aperos de labranza que son un canto a la memoria, puesto que, antes que bodeguero, Alejandro dedicaba sus horas a construir maquinaria agrícola. Como pieza reina, se conserva una aventadora de madera con su marca «La Pesquerana» y, entre otra fabulosa colección de coches de caballos, un carricoche de servicio regular, de los años 30, con la publicidad de la empresa.
Romántico es, también, el bautismo del vino más escaso y exquisito de esta casa: el Alenza, del que salen apenas 15.000 botellas, ha fundido en su nombre el de Alejandro y el de su esposa Esperanza. Y es que esta es una empresa realmente familiar, donde ellos y sus cuatro hijas se reparten todas las responsabilidades. Haza es el coto y el castillo de Olga, pero muchas funciones administrativas y comerciales se centralizan y son la función de Lucía o de Mari Cruz. Y en lo que toca a elaboración y cuidado de los vinos es la labor directa de Alejandro, junto a Eva, la hija menor, la enóloga.
Para facilitar y perfeccionar su trabajo y sus vinos se diseñó la estructura de esta bodega, horadando un cerro para que la descarga de vendimia y el trasvase de los mostos y vinos se efectúe por gravedad, y para que las naves de crianza donde duermen 3.000 barricas nuevas, y el botellero, en un túnel de 200 m. de longitud excavado a casi 30 m. bajo el viñedo, mantengan naturalmente las condiciones de temperatura y humedad ideales para la conservación del vino.
Ese tratamiento natural, o mejor, esa defensa del nulo tratamiento, es la filosofía que rige sus vinos. Como muestra, en la nave de elaboración los depósitos no tienen camisa de refrigeración sino que, cuando es menester, una simple manguera y una cortina de agua controlan la temperatura de fermentación, como manda la tradición.
Condado de Haza es un canto a esa tradición. Todo busca un aspecto natural aunque la nueva infraestructura haya exigido reconducir cinco arroyos para evitar la humedad en la cava. Los materiales de construcción son antigüedades recicladas, desde la piedra a las tejas o a las chimeneas que presiden el comedor, en la planta alta, concebido como sala de acogida para grupos de visitantes. Allí, incluso el hermoso horno del que salen los asados típicos de la tierra, los reyes del menú, se ha construido a la usanza antigua ,y cuando el barro de la bóveda se torna blanco por la temperatura se convierte en una atracción.
Pero sin duda la mayor atracción es el rojo en las copas, el potente Condado de Haza del que salen anualmente unas 300.000 botellas, y que desde la primera cosecha comercializada en el 93 es una excelsa muestra, una descarada exhibición de la fuerza de esta tierra, de la Tinta del País -la Tempranillo- y de la sabiduría y experiencia de su autor. El resultado, en la copa, conserva la exquisitez de la fruta madura y la elegancia y la profundidad de una comedida madera. Un brindis por el futuro.
Condado de Haza
Carr. de La Horra s/n
09300 Roa (Burgos)
Tel. 947 52 52 54
Fax. 947 56 10 98