- Redacción
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- 1998-12-01 00:00:00
La evaluación de las cosechas del año, las viene organizando desde hace seis, Evico, una institución formada por el Centro de Bodegueros de Mendoza, el Centro de Licenciados en Enología e Industria Frutihortícola y la Facultad Tecnológica de Enología Don Bosco, siempre en el mes de Noviembre. La selección y evaluación de las muestras se hace en Mendoza, y es responsabilidad de un comité de degustación formado por enólogos reconocidos.
Esta versión de Evico, que comprende vinos de todas las zonas vinícolas, fue atípica: había que ver que es lo que sobrevivió a los caprichos del Niño y sus intensas lluvias de Febrero. El 98 fue un año aciago, pero las bodegas argentinas pudieron sortearlo con éxito gracias a la creciente capacidad de sus técnicos, a las mejoras sustanciales en los equipamientos y a la imaginación y creatividad con que se pudo sortear las dificultades en cualquier campo. Por una vez, Dios no fue criollo como creen los argentinos. Los vinos seleccionados muestran una nueva tendencia tanto para el mercado interno como externo: mucha fruta y nariz intensa. Entre las muestras no se pudo probar ningún Cabernet Sauvignon, una de las uvas más afectadas por los desastres climáticos. Sí hubo un Torrontés de Salta magnífico, sin una pizca de ese retrogusto amargo que caracteriza a esta variedad. Personalmente puedo asegurar que este Torrontés de Cafayate, en los Valles Calchaquíes, puede seducir al mundo, pero además a todos aquellos argentinos que creen que ese blanco es un mero vino regional algo dulzón. También me impresionó un Malbec con roble de Luján de Cuyo que, pese a su juventud, mostraba taninos poco agresivos, con la madera puesta en su medida y armoniosamente. Después del boom del roble nuevo, con sus exageraciones tan caras al alma nacional, las bodegas están aprendiendo a condicionar su uso. En la degustación asombró un Chardonnay de la Provincia de San Juan, una zona que se creyó durante muchos años, solo apta para vinos comunes de mesa.
Asoma una tendencia hacia los vinos Premium
Nicolás Catena es uno de los pioneros en elaborar vinos a imagen de las grandes marcas internacionales, que se comercializan en el mercado local y en el de exportación a precios que rondan los 70 dólares. Felipe Rutini, ahora mucho mejor después que el empresario Catena comprara la mayoría en la histórica bodega La Rural, es otro de los grandes vinos para ocasiones especiales, a un precio similar.
Bodegas Bianchi, de San Rafael, acaba de presentar a la prensa, con comidas en el tradicional Jockey Club de Buenos Aires, un tinto muy bueno que lleva su nombre y apellido: se trata del Gran Cru Enzo Bianchi, un Cabernet Sauvignon con toques de Malbec y Merlot. Fue elaborado con un cuidado obsesivo, utilizándose uvas de antiguos viñedos. El vino permanece en barriles de roble francés durante 24 meses, las variedades se mantienen en barriles en forma individual y se hace el blend de vinos previo al embotellamiento. La última etapa de añejamiento se cumple con dos años en botella. Un tinto de guarda notable para acompañar la buena carne argentina, bien jugosa como se sirvió en el Jockey, sin salsas ni barroquismos. La tradicional bodega de San Rafael lanzó este año su línea varietal Famiglia Bianchi en la que se destacan un Merlot y un Chardonnay. El año pasado presentó un champaña con el método clásico, muy al estilo francés.
Degustación del Milenium
Por tercer año consecutivo, Bodegas Trapiche reunió a expertos y, sobre todo, a los compradores de esa botella Matusalén. El tinto Milenium fue concebido y creado para ser abierto el día del nacimiento del nuevo milenio. La botella, enorme, (5 litros) cuesta 1.000 dólares y los compradores tienen por ahora un certificado de que su vino espera en las oscuras caves de la bodega mendocina. El corte es Cabernet/ Malbec, fue criado en roble de Nevers y en su momento (hace dos años) Michel Rolland se ocupó de asesorar a Trapiche sobre este tinto
El enólogo Ángel Mendoza, después de haber descorchado una botella de Milenium (alcanzó para una justa, mínima, medida) guió la degustación para estos compradores ansiosos. El vino demuestra haber cumplido con éxito los pasos de la evolución, tan peligrosa en una botella de ese tamaño. Creo que en un año se habrán domado ciertas puntas astringentes, que muchos compradores confundieron con sabor amargo.
Un auténtico Wine Bar en Buenos Aires
La idea del wine bar al estilo Londres y New York era impensable hace algunos años, cuando miraban raro si en una barra se pedía una copa de vino. La barra era para los machos del scotch.
Últimamente surgieron algunos wine bar poco serios: no se trata de tener en el mostrador algunas botellas de vino y servirlas por copa. Si hay poca demanda lo más seguro es que una botella permanezca abierta un par de días y después sucumba.
La gente del Gran Bar Danzón tiene una selección de los mejores vinos argentinos servidos en copas Riedel, según su característica, y conservados como debe ser. El wine expender cuenta con los dispositivos técnicos para que la botella sea degustada como recién abierta. El aparato, con diferentes temperaturas para blancos y tintos, no fue importado de USA, lo construyeron los propietarios, específicamente Luis Morandi, cocinero y músico de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, guiándose por Internet y consultando manuales. Funciona de maravillas. Allí cada semana el chef francés Caudal crea un menú degustación de cuatro pasos, para que cada uno de ellos case con un tipo de vino. El lugar es nuevo, inauguró hace dos meses y hasta ahora las bodegas Esmeralda, La Rural, Weinert y Navarro Correas se adhirieron a esta idea, buena para todo el mundo: para los consumidores, que pueden explorar a precios sensatos en todos los productos de una bodega y sus acuerdos con los refinados platos de la cocina moderna del chef bretón, y para los bodegueros, que hacen conocer sus vinos a un público joven, bastante sofisticado y cada vez más interesado.
En la barra de vinos se pueden probar los grandes vinos por copa (entre 4 y 5 dólares) con tapas del autor Caudal. También hay, a la entrada, una larga barra cinematográfica para tragos clásicos y tropicales modernos, con un freezer transparente donde tiritan vodkas.El lugar, en pleno barrio norte, Libertad y Arenales, tiene un diseño fantástico, hipermoderno. Esas barras dan sed. Los platos de Caudal, también.
Reivindicación del
Pinot Noir
Pocas bodegas se atreven con este cepaje difícil, aunque todas las champañeras utilizan el Pinot Noir y el Chardonnay para hacer su espumante a imagen del francés. Aunque los técnicos extranjeros reconozcan que el Pinot Noir, especialmente el de Tupungato, es perfecto para la elaboración del champaña, mezclado con otras uvas o solo, vinificado en blanco, como sucede con el Gran Cuvée de Navarro Correas, entre los mejores champañas argentinos, hay que saber que el Pinot Noir para espumante y para vino son dos clones diferentes.
Hasta ahora solo Navarro Correas, Luigi Bosca y Trapiche tenían en sus líneas varietales el cepaje base de los vinos de la Borgoña, pero son tintos excesivamente livianos y chatos. Este año apareció el Pinot Noir SF, de Bodegas Esmeralda, con mucho más cuerpo y personalidad. En el Alto Valle de Río Negro, Bodegas Humberto Canale elabora un Pinot Noir solo para el mercado de exportación, que está muy bien. El cepaje ama las zonas frías.
Trapiche regaló como primicia a los asistentes de la degustación de Milenium un Pinot Noir en roble, aun sin etiquetar, que supera ampliamente a su versión anterior. Tiene cuerpo, fuerza y aromas profundos, con la madera perfectamente integrada en el alma del vino.
Nuevas burbujas
Acaba de cruzar la cordillera el champaña chileno de la Bodega Valdvieso, que compite en calidad y precio con los locales. Su Extra Brut obtuvo una medalla de Plata en Bordeaux el año pasado. Elaborado al estilo clásico con Chardonnay y Pinot Noir por partes iguales y el método champenoise, tiene una burbuja chica y persistente, índice de los mejores champagnes. El Brut de Brut tiene 50% de Chardonnay, 20% de Pinot Noir y 30% de Riesling, y se utiliza el método Charmat.
El cava de Codorníu acaba de ser redescubierto por los locales. La Argentina fue uno de los primeros países a donde se importó, a principios de siglo. Se sirve, especialmente en todos los buenos restaurantes hispánicos. Desde el recién reciclado Oviedo, José Luis y, sobre todo, en el Hostal de Canigó, del catalán Joan Coll.
Miguel Torres y su
proyecto argentino
En Noviembre pasó por Buenos Aires, ciudad que le encanta, el catalán Miguel Torres. En una comida en el restaurante Oviedo, sostenida por sus mejores vinos, respondió a las preguntas de la prensa sobre los planes inmediatos de su bodega en Argentina. Por suerte, este sur tan lejano para muchos está de moda. Y de todos es sabido que Miguel Torres tiene buen ojo.