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Bodegas españolas en Argentina - Hacer las Américas

  • Redacción
  • 2001-06-01 00:00:00

Marqués de Griñón, Alvear y el Grupo Codorníu son la punta de lanza en el desembarco de las bodegas españolas en Mendoza, la región vinícola más importante de Argentina, en una aventura
en la que coinciden con otros inversores extranjeros
y que ha catapultado la industria del vino en
el país sudamericano.

Con la avalancha de inversiones extranjeras que se inició con la «era Menem» y el periodo de estabilidad económica que le siguió durante la década de los 90, el sector vinícola ha sido uno de los más favorecidos en la Argentina, hasta el punto de que ha propiciado una salvadora reconversión de esta industria. Las consecuencias directas de este cambio se han podido ver inmediatamente, ya que en tan sólo una década la producción de los vinos de calidad pasó de representar sólo el diez por ciento al treinta por ciento, al mismo tiempo que las exportaciones aumentaban: hoy el vino argentino se vende en más de sesenta países.
El primer español en llegar a Mendoza, la zona vinícola más importante del país, fue Carlos Falcó, Marqués de Griñón, quien, de la mano del grupo Arco, inició un proyecto en 1996, en principio asociándose en una «joint venture» con Bodegas Norton, y, dos años más tarde, independizándose, al adquirir las antiguas bodegas Martins y fundar las Bodegas Hispano-Argentinas. Para Falcó, su presencia en Argentina representa «un proyecto estratégico. Habíamos decidido invertir en una bodega fuera de España, en el marco de los que se conoce como vinos del Nuevo Mundo. Preferíamos hacerlo en un país hispano, y nos decantamos por Argentina porque, en comparación con Chile tiene un potencial no explotado más interesante, por su fuerza como productor y porque sus viñedos presentan más variedades. Mientras que Chile se ha especializado en cuatro o cinco cepajes de gran difusión, como el Cabernet Sauvignon, el Merlot o el Chardonnay, en Argentina descubrimos variedades menos ubicuas, como la Malbec e incluso la Tempranillo». Justamente, uno de los orgullos del marqués es haber cambiado el rumbo de la historia de la Tempranillo -conocida hasta entonces como «Tempranilla»- en la Argentina. «Cuando llegamos estaba catalogada por el Ministerio de Agricultura como un cepaje de segunda. Después de una serie de informes que elaboramos, el mismo ministerio modificó su estatus para reconocerla como una variedad fina».
Precisamente, la Tempranillo se ha convertido, junto al Malbec, en el abanderado de los «vinos de autor» que, como marca, elabora Marqués de Griñón en la Argentina: actualmente, la casa comercializa dos varietales de crianza, uno de cada variedad, bautizados Dominio de Agrelo, además de dos tintos jóvenes de las mismas variedades, denominados Duarte -como el hijo del marqués- y un blanco varietal de Chenin.
El mismo destino parecen tener los cuatro varietales tintos que ha presentado recientemente la histórica bodega cordobesa Alvear, elaborados también en Mendoza: una gama que presenta los grandes nombres de las viníferas andinas: Malbec, Cabernet Sauvignon, Syrah y Merlot. En este caso, la llegada de la histórica bodega española, especializada en la elaboración de vinos generosos, tiene relación con una alianza familiar con Federico de Alvear, una bodega argentina conocida sobre todo por producir un espumoso de consumo muy popular. Íñigo Manso de Zúñiga, el enólogo de Alvear que se ocupa tanto de los tintos argentinos como del proyecto que la bodega cordobesa está elaborando en Extremadura, agradece «las facilidades que tuvimos gracias a esta relación familiar. Partimos con una gran parte del trabajo hecha, ya que Federico de Alvear tiene en Mendoza, precisamente en Barrancas de Maipú, 360 hectáreas de viñedo en propiedad, además de equipo técnico y humano para supervisar la elaboración del vino».
Partiendo de esta base, la sociedad entre los Alvear de las dos orillas del Atlántico se ha propuesto «hacer vinos que no pierdan su identidad argentina pero que sean adaptables a otros paladares, como el español». No obstante, Manso de Zúñiga sabe que importar vinos argentinos a España no es esta una tarea sencilla, «mucho menos en un país donde es difícil vender Ribera del Duero en Rioja y viceversa, con gustos tan cerrados». De todas maneras, cree que no son pocas las ventajas de hacer vino en el país sudamericano. «En Argentina, hay muchos terrenos sobre los que nos podemos mover, siempre innovando y mejorando lo que se ha hecho hasta el momento». Con respecto a los vinos argentinos que ha presentado Alvear este año, el enólogo está conforme, aunque reconoce que son mejorables. «No se puede cambiar toda una filosofía para hacer vinos de un año para el otro». Otro de los puntos en los que hace hincapié Alvear es en mantenerse dentro de una gama más discreta en los precios, sobre todo teniendo en cuenta lo que se está pidiendo en estos días por los vinos argentinos. «Hay que tener los pies sobre la tierra», concluye Manso de Zúñiga.
Por fin, la última empresa española en incorporarse a la concurrida escena argentina -a la espera de que llegue alguna más- ha sido Codorníu, que acaba de presentar el primer vino elaborado por su bodega mendocina, bautizada Séptima en referencia al número de la suerte en la cultura latina, que es además el día del reposo y, sin ir más lejos, la séptima bodega del grupo.
En el caso del Grupo Codorníu, su llegada a Argentina en 1999 está relacionada con su apuesta por expandirse en zonas de gran prestigio vinícola. Así, ha escogido una de las regiones más cotizadas de Mendoza, la de Agrelo, en Luján de Cuyo -donde se encuentran los productores locales de vinos de mayor calidad, como Finca La Anita, Chandon o Luigi Bosca, y que se caracteriza por su clima desértico, con una media de lluvias de 200 ml. por año- para establecer su estandarte argentino: una gran bodega de 4.500 m2 construida con la técnica de la pirca, utilizada antes de la llegada de los conquistadores por los aborígenes huarpes apilando piedras de la cordillera. El edificio, de gran impacto visual, quiere ser un homenaje al legado histórico que viene a heredar la bodega Séptima. Codorníu cuenta en esta propiedad con 306 hectáreas de viñedo, en donde entre septiembre y octubre del 2000 se plantaron 38 hectáreas de Malbec y 12 de Syrah, y donde en la primavera meridional de este año se plantarán también 25 de Tempranillo -con un clon seleccionado de una de las bodegas del grupo en España: Raimat- y 25 de Cabernet Sauvignon. El vino que acaba de presentar Séptima con el mismo nombre es un coupage de Malbec y Cabernet Sauvignon, elaborado con uvas ajenas a la propiedad y madurado en barricas bordelesas. El año que viene la bodega dará a conocer sus monovarietales de Syrah, Malbec, Tempranillo y Cabernet Sauvignon, y en el año 2004 presentará sus vinos de reserva.
Coincidiendo con los proyectos del Marqués de Griñón y Alvear, el mercado para este vino no es principalmente el argentino -al que sólo destinará un 20% de la producción- ni el español, sino los del norte de Europa, Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón. Todos ellos, terrenos económicamente muy apetecibles.

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