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Argentina - Una historia de terrenos y viajes - El mejor país...

  • Redacción
  • 2001-10-01 00:00:00

Aunque no todos estén de acuerdo con este superlativo, lo cierto es que Argentina constituye un destino turístico de ensueño, especialmente para los viajeros amantes del vino, quienes encontrarán paisajes y culturas muy diferentes a lo largo de los más de 1.500 kilómetros que separan los viñedos más septentrionales de los más sureños.
Lo que decíamos acerca del «mejor país» se aplica muy especialmente a los porteños, esto es, los 15 millones de habitantes de Buenos Aires. En esta metrópolis se concentran la cultura, la economía, la prosperidad y los negocios de la nación, al igual que ocurre con el deseo de ver y hacerse ver o el capricho rápido de una breve parada en el café de la esquina. Es una ciudad con muchos rostros y barrios muy diferentes entre sí. Nadie que visite Argentina puede dejar de ver Buenos Aires. No sólo porque merece la pena, sino porque además es inevitable: todos los vuelos transoceánicos y casi todos los internacionales aterrizan y despegan en la capital. Naturalmente, antes de continuar viaje merece la pena aprovechar la escala para hacer un descanso de uno o dos días, con visitas turísticas y velada de tango.

El culto a la carne de vacuno
Algunos de los puntos fuertes de Argentina son conocidos en todo el mundo. Por una vez no nos referiremos al campo cultural, con el incomparable tango, la tradición de los gauchos y la equitación, la cultura india de los quilmes en el Norte o, para descender a un terreno más popular, los duelos futbolísticos en los famosos estadios argentinos.
En lugar de ello, hablaremos de una de las particularidades de Argentina relacionadas con el propio país y con su riqueza natural. La famosa carne de las reses argentinas no tiene tanto que ver con la imagen romántica de los gauchos como con la combinación única de humedad regular, clima templado y suelos profundos que existe en las pampas situadas en torno a Buenos Aires. En este terreno de miles de kilómetros cuadrados crecen en todas las estaciones toda clase de hierbas en una cantidad y calidad que permite que el ganado vacuno pueda pastar libremente los 12 meses del año, lo que hace posible una relación óptima entre la firmeza de la carne, su sabor y su grasa finamente veteada. «Los 12 meses del año»: merece la pena repetirlo, porque apenas existe ningún lugar en el mundo donde el ganado bovino pueda crecer al aire libre con una alimentación tan homogénea sin necesidad de piensos artificiales.
Los expertos comprueban exactamente la composición de las hierbas a lo largo del año. Los ganaderos conocen sus mejores tierras, y los campos más selectos, que presentan una relación óptima entre el crecimiento y la composición de la hierba, gozan del máximo prestigio. Está uno tentado de hablar de «First Growth» o «Grand Cru».
No es de extrañar que esta carne se prepare de forma distinta a la tradición europea. En Argentina se desea preservar a toda costa la delicadeza e intensidad de sabor naturales de la carne, por lo que ésta se consume exclusivamente en fresco, a ser posible sin tratar, y en ningún caso se cuelga para curarla. Se asa o se hace a la parrilla; muchos gauchos opinan que las salsas sólo las añaden quienes tienen que ocultar una carne de baja calidad.
Esto puede resultar extremo para los europeos. ¿Pero acaso no existe una relación profunda de los argentinos con su terruño, con el sabor exacto de una carne de vacuno crecida en determinados suelos? Seguramente ya se habrá usted dado cuenta de que no está leyendo por equivocación un texto sobre el sector cárnico en Argentina. ¿No nos recuerda la actitud de los argentinos hacia sus filetes la manía por el detalle con el que algunos jefes de bodega intentan llevar a la botella de la forma más auténtica posible el sabor específico de las uvas de un viñedo extraordinario? ¿No es también la elaboración del vino un proceso en el que hay que hallar las mejores circunstancias naturales y aprovecharlas óptimamente a través de la selección de la variedad, la forma de cultivo y la crianza en bodega?

Viajes de descubrimiento
La vinicultura argentina cuenta con una tradición de varios siglos. Con aproximadamente 16 millones de hectolitros al año, Argentina figura entre los 10 principales productores del mundo. Sin embargo, durante mucho tiempo el vino fue simplemente un alimento sencillo. Como bebida diaria en el campo, debía acompañar al filete o al plato de maíz. Hasta la década de 1970, cada argentino bebía más de 60 litros de vino anuales, en su mayoría vino de mesa embotellado en damajuanas de unos cinco litros. En Argentina, el sentido de la finura estaba mucho menos desarrollado para el vino que para la carne de vacuno.
Hace algo más de 10 años, la situación cambió: los consumidores argentinos sintieron curiosidad por los buenos vinos de elaboración moderna. Ahora beben bastante menos vino, pero a cambio es de mejor calidad. El consumo per cápita se redujo masivamente, pero la proporción de «vinos finos» creció. Este cambio de actitud está costando un mayor esfuerzo que en el vecino Chile. Los vinicultores y bodegas todavía están adaptándose a la nueva tendencia, que también resulta decisiva en la exportación, un campo cada vez más importante. En la actualidad se están arrancando muchos viñedos antiguos con variedades tradicionales de alta producción, como la Criolla o la Cereza. En los casos en que se ha completado el cambio, muchos lugares del país están demostrando un potencial extraordinario. Son tantos, que merece la pena recorrerlos.
Hoy en día ya no se trata de obtener grandes rendimientos con variedades sencillas en terrenos fáciles de cultivar e irrigados regularmente, como ocurría antes. Ahora, los vinicultores emprenden viajes de descubrimiento en busca de nuevas tierras en regiones más frescas donde pueden plantarse variedades modernas de calidad, como Cabernet Sauvignon, Syrah, Chardonnay o Malbec (esta última se da extraordinariamente bien en Argentina).
De siempre, la vinicultura se ha extendido por numerosas regiones argentinas. Desde los viñedos de Salta –los más norteños– hasta las vides más meridionales del estado de Río Negro hay más de 1.500 kilómetros. Es muy interesante descubrir de primera mano estas zonas tan diversas. También aquí ocurre lo que en muchas grandes regiones vinícolas del mundo: se entiende mejor el vino si se estudian las condiciones en las que se desarrolla, y naturalmente la mejor forma de hacerlo es sobre el terreno.
Todos estos cambios están teniendo lugar con un ritmo que apenas puede imaginarse en Europa. Quien esté dispuesto a realizar largos recorridos en autobuses de línea o recurrir a los vuelos nacionales podrá descubrir en unos diez días cómo la vinicultura argentina se está adaptando en las distintas regiones a las necesidades del siglo XXI, qué terrenos y suelos se están cultivando, cómo se producen los modernos vinos argentinos y cómo saben. Así como los vinicultores tienen que viajar para descubrir nuevas tierras de cultivo, quienes visiten Argentina también pueden emprender una búsqueda de terrenos nuevos e interesantes.

¿Dónde encontrar todavía un clima fresco?
En el extremo septentrional de Argentina, cerca de Salta, una ciudad de clima subtropical y elevada humedad relativa, no es evidente imaginar que puedan existir viñedos. Sin embargo, si se desplaza uno hasta Cafayate –un viaje de unas dos horas paisajísticamente maravilloso– llegará a un mundo totalmente diferente. También aquí, los frecuentes rasgos indios de los habitantes indican que el norte de Argentina sigue marcado por la población autóctona, muy a diferencia del sur y el este. Pero esta tranquila localidad situada a casi 2.000 metros de altitud, que aún conserva su estilo colonial, presenta un clima totalmente distinto. Por el día reina un sol ardiente, mientras que por las noches refresca notablemente. Aquí –con el telón de fondo de un magnífico decorado paisajístico y el exótico sabor de la ciudad–, la vinicultura tiene tradición, aunque sólo una pequeña parte de las uvas argentinas proceda de Cafayate.
Algunos viñedos de Cafayate se hallan a una altitud superior a los 2.000 metros, y los vinicultores cada vez suben más arriba, porque el microclima fresco sólo se encuentra a grandes altitudes. Algo parecido hacen sus colegas mendocinos, a muchos cientos de kilómetros al sur. Mendoza es sin duda el centro tradicional de la vinicultura argentina: aproximadamente el 80% de la producción proviene de los viñedos situados en torno a Mendoza y San Rafael. Sin embargo, también aquí existe una clara tendencia hacia regiones más frescas situadas a mayor altitud. Desde hace algunos años se cultivan e irrigan cada vez más suelos casi vírgenes. La pequeña ciudad andina de Tupongalo, situada a más de 1.500 metros, es un destino cada vez más frecuente para los ingenieros agrónomos. Desde Mendoza y desde Tunuyan, 80 km. más al sur, se extienden ya en dirección a los Andes y a Tupungalo más de 7.000 hectáreas de viñedos de reciente plantación con riego por goteo, a unos 1.000 metros de altitud. No sólo los inversores argentinos plantan aquí Cabernet Sauvignon, Malbec, Syrah y Chardonnay. También franceses de Burdeos, estadounidenses de California, chilenos, españoles, alemanes e incluso holandeses han establecido nuevos viñedos y construido modernísimas bodegas en la región.
Sin embargo, no es imprescindible subir para escapar al calor del verano. Humberto Canale, ministro del general Roca en los primeros años del siglo pasado, acudió ya en 1915 a la Patagonia, buscando el frescor austral. Ya en la década de 1920 plantó allí las primeras cepas y estableció con ello el viñedo más meridional del continente americano. Hoy, la bodega Humberto Canale es sin duda el productor de vino más importante de la Patagonia, pero hace mucho que no es el único. Prestigiosos productores argentinos y extranjeros han seguido a Canale en su camino hacia el sur. La superficie de viñedos de 6.000 hectáreas y la producción de 22 millones de kilos sólo suponen un pequeño porcentaje de la vinicultura argentina, pero muchos agrónomos consideran que el potencial de calidad es muy grande, aunque otros se muestran escépticos.
Y es que, sin duda, la Patagonia no es una zona fácil para el vino. Bruce Chatwin describió de forma inimitable esta tierra áspera, poco poblada pero bellísima, con numerosos monumentos naturales. Las fuertes turbulencias climáticas, el granizo y las heladas tardías pueden crear problemas a los vinicultores. La región es recorrida por vientos fríos procedentes del Círculo Polar Antártico. Sin embargo, los vinicultores han encontrado terrenos protegidos con un microclima propio. Quien acepte los riesgos climáticos se verá recompensado por vinos excelentes en los años buenos.


Viaje a las zonas de cultivo argentinas
Cómo llegar: desde Europa, siempre a través de Buenos Aires. Desde allí existen vuelos a las distintas provincias.
Viajes por el interior del país: en algunos casos, y en determinados meses, existen conexiones directas entre las capitales regionales. Sin embargo, a menudo es inevitable volar a través de Buenos Aires. También es posible viajar a destinos alejados en cómodos autocares. En Internet existen interesantes informaciones sobre viajes a Argentina, por ejemplo en www.sectur.gov.ar/e/info.htm. En todas las ciudades existen estaciones de autobuses.
Divisa: el valor del peso argentino está ligado al del dólar en proporción 1:1.

Salta
Desde Salta se viaja en autobús a la pequeña localidad de Cafayate, donde existen algunos alojamientos y restaurantes sencillos. Es posible visitar un interesante museo indio, una pequeña fábrica con excelentes alfajores y varias bodegas. Se recomienda realizar excursiones por la comarca, de paisajes grandiosos.
Mendoza
El centro de la vinicultura argentina es el punto de partida para excursiones a los Andes y visitas a bodegas (información, entre otros, en Promendoza: www.promza.org.ar ). Entre los hoteles recomendables figuran el Aconcagua (****) o el Ibis. Excelente comida en el restaurante «1848» de la antigua Bodega Escorihuela. Una buena tienda de vinos es la «Casa del Vino» (Arístides Villanueva 160).

Río Negro
Se llega a través de Neuquen (hoteles: Hotel del Caminante, Hotel Royal). Los viñedos se encuentran en el «Alto Valle», y la bodega Humberto Canale (www.bodegahcanale.com) está a unos ocho kilómetros a las afueras de General Roca. El punto de interés turístico más próximo es la pequeña ciudad andina de Bariloche, que tiene un cierto aire suizo, cuenta con abundantes hoteles y está situada en un entorno encantador. Puede consultarse información sobre la Patagonia en numerosas guías de viaje, o también en www.rionegro.com.ar .

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