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Garnacha. una joya de uva: Sur del Ródano

  • Redacción
  • 2003-10-01 00:00:00

El Renacimiento de viejas cepas. Châteauneuf-du-Pape en mayo. El mistral, embravecido como un toro salvaje desde hace dos semanas, sacude las contraventanas y hace jirones la marquesina del bistró de la plaza del pueblo. Las calles están desiertas. Las personas se han encerrado en sus casas. Cada uno sufre a su manera. Marcel Pagnol escribió que el mistral vuelve a la gente tan enfadada e iracunda, que incluso les hace perder la razón hasta el punto de llegar a abrirse mutuamente la cabeza por cualquier asunto baladí. Las viejísimas cepas nudosas de Garnacha sobre la pedregosa meseta son más robustas. Estas cepas Matusalén, anchas como troncos de árbol, ante las ráfagas impetuosas del vendaval sólo parecen sonreír. Los brotes, flexibles, bailan al viento, y los susurrantes pámpanos parecen exclamar: «¡Lleváis cien años intentando rompernos y nunca lo conseguiréis!» Más frutal, más denso, más carnoso Bajo las condiciones excepcionales del sur del valle del Ródano, allí donde la Syrah tiene demasiado calor, la Garnacha demuestra de lo que es capaz en suelos áridos, sean de gravilla, arena o marga caliza. Las Garnachas de viejas cepas, Vieilles Vignes, son responsables del fabuloso renacimiento que han experimentado sobre todo los vinos de Châteauneuf-du-Pape y Gigondas en los últimos diez años. Ha sido posible mejorar enormemente la calidad, porque los vinicultores se han deshecho de sus prejuicios y han redescubierto las excelentes cualidades de esta variedad. Anteriormente, en Gigondas, la Garnacha solía vendimiarse sobremadura. Como las uvas no se despalillaban para hacer el mosto, producían vinos huecos y muy alcohólicos que irritaban el paladar porque resultaban de extracto dulce y, al mismo tiempo, amargos. Al despalillar la uva, los Gigondas modernos se presentan mucho más llenos, frutales, densos y carnosos. Sigue sin estar decidida la cuestión de en qué recipiente madura mejor el vino. Aunque la barrica se va imponiendo poco a poco, algunos vinicultores superiores confían en los tanques de cemento. Para Eric Saurel, de la finca emergente Montirius, «cada materia tiene sus propias vibraciones, y la vibración del cemento es la que mejor se adecua a la Garnacha». Delicioso aroma de bayas Château Rayas fue durante décadas el único vino varietal superior hecho con Garnacha en Châteauneuf-du-Pape. Esta finca se consideraba un verdadero anacronismo. Allí estaba el legendario pero muy excéntrico Jacques Reynaud. A su originalidad se adscribía que sus cepas no crecieran sobre los famosos guijarros y rocalla, sino en arena rojiza, y que cultivara, en lugar de la habitual variedad de cepas, sólo una única uva, la Garnacha. Ahora, retrospectivamente, queda claro hasta qué punto fue un visionario. Con el tiempo, casi todas las fincas que han hecho furor en los últimos cinco años apuestan por la Garnacha. La Cuvée Chaupin de la Domaine de la Janasse es un vino varietal de Garnacha, y las uvas proceden de una parcela plantada en 1912, que un equipo formado por padre e hijo, Aimé y Christophe Sabon, cuidan como un tesoro. La Cuvée de la Reine des Bois de la Domaine de la Mordorée, un vino casi negro con un buqué sobrecogedor de grosella negra, zarzamora y especias, consta de Garnacha en un 70 por ciento. Proporción similar emplean otras dos emergentes, Domaine Bois de Boursan y Domaine de Cristia. Esta última ha vinificado por primera vez por separado en el año 2000 las uvas de una parcela con cepas de cien años de edad y ha sacado al mercado el vino bajo el nombre de Cuvée Centenaire. Todos estos vinos tienen algo en común: las cepas antiquísimas de las que proceden producen menos de 25 hectolitros por hectárea de cosecha. Durante un tiempo pareció que los vinicultores del sur del Ródano no podrían resistirse a la tan extendida moda de la Syrah. Pero en el último momento se han dado cuenta de que la Garnacha es el mejor caballo de su manada. Y requiere un trato delicado. No está hecha para seguir las modas, aunque sólo fuera porque, después de plantarla, hay que esperar más de 50 años a que dé lo mejor de sí.

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