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No exenta de polémica es la cuestión del modo en que deben colocarse las botellas en el botellero. Porque si está comúnmente aceptado que la mayoría de los vinos deben permanecer tumbados en su período de conservación y crianza, existen algunas excepciones. Por ejemplo, parece demostrado que el cava, champagne, y demás espumosos naturales se conservan perfectamente en posición vertical, ya que el gas carbónico producido por la segunda fermentación mantiene el corcho hinchado, impidiendo así la entrada de aire, al tiempo que evita el siempre delicado contacto de líquido y tapón. Con los finos generosos ocurre lo mismo; en este caso, debido fundamentalmente a que el corcho ha sido sustituido por el tapón metálico o de plástico, y a que su conservación no debe superar los tres meses. Para el resto de sus vinos, decididamente la mejor posición es la tumbada, en perfecta horizontalidad, a fin de que los corchos estén siempre en contacto con el vino y permanezcan húmedos. De lo contrario encogerán, permitiendo el acceso del aire, con los consiguientes problemas de oxidación y contaminación, sobre todo de bacterias acéticas que pueden avinagrarnos la vida. Recuerde que el vino no sólo hincha el corcho sino que, gracias al alcohol, actúa también como agente antiséptico. Para sus blancos o rosados, generalmente envasados en botellas de tipo alsaciano o Rin, reserve las filas inferiores de su botellero, donde la temperatura es más fresca.