- Redacción
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- 1997-02-01 00:00:00
Un verdadero océano de vides se asienta en los campos de Castilla-La Mancha. Largas hileras de cepas se pierden de vista en la inmensa llanura y forman parte intrínseca del paisaje manchego. Su influencia en la vida de esta comunidad es tan importante que pasa de ser un mero cultivo de subsistencia a tener un firme influjo económico y social.
Seis denominaciones de origen se reparten las 700.000 hectáreas que componen el viñedo más extenso del mundo. La producción media de este inmenso mar se cifra en 18 millones de hetólitros de vino, seguramente más que el agua que quedaba en el saqueado acuífero 23 de las Tablas de Daimiel antes de las últimas lluvias. Esta formidable producción ha desempeñado siempre un importante papel en la industria vinatera nacional. Hay un dicho popular que asegura que si en La Mancha no hay buena cosecha se resiente todo el mercado. A pesar de las considerables cifras finales, este enorme viñedo está explotado a menos del 45% de su capacidad real. La producción por hectárea es de las más bajas del mundo. Salvo una pequeña parte de sus vinos que se embotellan, y algunos que tienen reconocido prestigio, sus productos tradicionalmente se han utilizado para mezcla, como vino de pasto, para elaborar holandas o directamente alcohol.
Subsiste gracias al laboreo fácil, mano de obra barata y que hasta ahora el Estado subvencionaba los excedentes para su destilado posterior. El panorama resulta poco halagüeño para una zona que elabora el 65% de los vinos blancos españoles. Si a esto añadimos los recuerdos que dejaron aquellos vinos sucios en nariz, poco afrutados debido a las dificultades tecnológicas para el control de temperatura en la fermentciones, la mayoría de ellos con síntomas de oxidación o con el sulfuroso en primer plano, no resultaba extraño que pedir uno de esos vinos fuese un acto heroico.
Afortunadamente el panorama ha cambiado gracias al esfuerzo de muchos bodegueros. La moderna tecnología de bodega ha resuelto no pocos problemas. Con ella los vinos resultan afrutados y frescos. La llegada de enólogos cambió el concepto del vino tradicional y resolvió dos importantes problemas: la baja intensidad aromática natural de la variedad básica, la Airén (más del 75% de este viñedo, concentrado en La Mancha y Valdepeñas), se solucionó con la adición de levaduras seleccionadas (aunque a más de uno se le fuera la mano); y la pobreza de acidez que adolece la zona en general se atajó con una vendimia más temprana, en combinación con un rectificado con ácido tartárico.
Las bodegas de vanguardia manchegas se encuentran entre las mejor equipadas de toda España, capaces de elaborar cantidades que en otros lugares constituirían un agobio. En ellas, elaborar un par de millones de litros, impecables desde el punto de vista técnico, resulta bastante fácil.
El abrumador dominio que la variedad Airén ejerce en toda Castilla-La Mancha ha sido perjudicial para el correcto desarrollo de sus vinos blancos. Ni siquiera los sabrosos tintos se salvan de su tiranía. No obstante, los agricultores comienzan a fijarse tímidamente en otras variedades. Entre ellas cobra cada vez más fuerza la viura (curiosamente conocida aquí con el nombre catalán de macabeo). En ella se apoyó, en los años ochenta, la Vinícola de Tomelloso para hacer su ya famoso Añil, que resultaría una revolución en los blancos manchegos.
Pero si cualquier cambio en las labores tradicionales suele ser lento, con mayor motivo lo es en denominaciones mastodónticas. En ellas, modificar viñedos y técnicas, con los volúmenes abrumadores que mueven las cooperativas o las grandes compañías, requiere un trabajo poco menos que imposible, si bien, en la misma región, bodegueros procedentes de diversos sectores han abierto un camino que parece el adecuado. En los Altos del Bonillo los chardonnays han arraigado tan bien que, a pesar de su elevado precio, están situados entre los mejores. Estos ejemplos hacen prever un futuro mucho más prometedor. Tanto que, como aseguran expertos australianos, esta tierra puede ser la meca de la variedad chardonnay.
ción calir negociar la compra por cajass a los muy ajustados precios de los valdepeñas
La Mancha reúne excelentes condiciones para cultivar tanto la blanca Airén, que es mayoritaria, como otras variedades prestigiosas autorizadas, como la Macabeo y la noble uva Chardonnay, y elaborar con ellas vinos de gran calidad a precios realmente competitivos, tanto en España como en los mercados internacionales. Un ejemplo de estas enormes posibilidades es la siguiente selección de blancos.
AÑIL 1996
Vinícola de Tomelloso, Sdad. Coop. Ltda. La Mancha.
De bonito color amarillo pálido. Los fragantes aromas son potentes y frutosos. Buena estructura y equilibrio en boca, da la sensación de untuosidad, bastante potente, y mantiene el tipo año tras año.
CASTILLO DE ALHAMBRA 1996
Vinícola de Castilla. La Mancha.
Impecable en el color, amarillo muy brillante. Limpísimos aromas primarios. Bastante potente. De suave y ligero paladar, destaca su viveza, potenciada por la fresca acidez, bien sostenida por la frutosidad.
CLAVELITO 1996
Coop. Nuestra de la Piedad. La Mancha.
De bonito color amarillo muy pálido. Tiene profusión de aromas exóticos entre los que destacan las notas de banana. En boca resulta vivo y agradablemente acídulo.
DON FADRIQUE
B. J. Santos, S. L. La Mancha.
De color amarillo dorado, brillante. Aromáticamente es frutoso, aunque poco potente. Bien estructurado y de paladar fresco y vivo. Lo mejor es la sensación de limpieza que queda en la boca.
ESTOLA
B. Ayuso. La Mancha.
Amarillo dorado, algo subido de color. Los aromas son frutales aunque poco potentes. Sabroso y equilibrado en boca, destacan unas notas anisadas en la retronasal.
LAZARILLO 1996
Coop. Nuestro Padre Jesús del Perdón. La Mancha.
Tiene un bonito color amarillo muy pálido. De limpios y delicados aromas frutosos. Destaca su gran frescura y vivacidad. El resultado general es un vino agradablemente armónico.
ROCHALES 1996
Coop. Nuestra Sra. de la Caridad.
La Mancha.
Presenta un color amarillo muy pálido, brillante. De aromas frutosos suaves y limpios. En boca es fresco y armónico, sabroso y fácil de beber aunque efímero.
SEÑORÍO DE GUADIANEJA 1996 Vinícola de Castilla. La Mancha.
El color es amarillo muy pálido, cristalino. En nariz destacan los aromas de fruta exótica (piña) limpios. De agradable paso de boca, ésta queda impregnada de tonos frutosos y de fresca acidez.
VERONES 1996
Santa Rita S.A.T. La Mancha .
Buen color, amarillo con reflejos dorados. Es bastante potente en nariz, frutoso y limpio. Tiene un equilibrado y sabroso paladar con un toque anisado en retronasales que le da gracia.
YUNTERO 1995
Coop. Nuestro Padre Jesús del Perdón.
La Mancha.
De atractivo color dorado. Perfecta integración de los aromas de madera (mantequilla, humo) con las notas frutosas. Es delicado y tiene estructura en boca; bastante largo. Un modelo a tener en cuenta.