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En 1844 nacía un fino llamado a convertirse en el símbolo de esta bebida universal: Tío Pepe. El nombre es un rendido homenaje a José Angel de la Peña, familiarmente conocido como “tío Pepe”, por su parentesco con el fundador de la bodega, Manuel María González Ángel. Era “tío Pepe” un hombre bueno y jovial, muy querido en todo Jerez, que tenía por costumbre tomar copas de aquel fino primordial con los amigos en un rincón de las bodegas de González Byass, donde hoy se levanta la impresionante “Gran Bodega”, construida por Eduardo Torroja en 1.961. Transcurridos ciento cncuenta y dos años, se comercializan en todo el mundo más de 12 millones de botellas de este fino, nuestro mejor embajador enológico. Como lo es su chaquetilla roja y el sombrero cordobés en posición de repiqueteo, creado por Pepe Solero, jefe de propaganda y publicidad de la casa. Tío Pepe es, por derecho propio y sentencia popular, el mejor símbolo de una bebida que ha contado siempre con entusiastas admiradores como Picasso.