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Uno de los factores más íntimamente ligados a la personalidad y calidad de los finos y manzanillas son las blancas tierras de albarizas, secularmente llamadas “afueras”. Se conoce como Jerez Superior la zona de producción integrada por estas tierras, formadas por roca orgánica blanda y fuertemente caliza, que recibe distintos nombres, como “Tejón”, “Tosca”, “Lentejuela”, etc., según su contenido en carbonato cálcico. El papel fundamental de las tierras albarizas consiste en retener las humedad y facilitarla a la cepa gracias a su alta capacidad hidroscópica. Al mismo tiempo su blancura reverberante baña de luz el viñedo propiciando una plena maduración de la uva. Las albarizas son suelos pobres pero de alto interés enológico, como ocurre con los de Champagne o Chablis, y aportan a los vinos una finura imprescindible para obtener la suavidad, limpieza y elegancia que han hecho del jerez un vino universal.