- Redacción
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- 1997-05-01 00:00:00
Seguro que buena parte de los consumidores poco avezados en modas del vino se preguntarán si acaso hay tintos en el Penedés, además del Sangre de Toro. La duda es lógica si se tiene en cuenta que en esta comarca el viñedo blanco y todos sus productos han impuesto su ley desde el siglo pasado. Pero, lo que son las cosas, hasta el advenimiento del cava en la comarca de Anoia se elaboraba más vino tinto que blanco. Fue el espumoso quien arrasó con todo vestigio de variedades tintas hasta el punto de que apenas sobrevivieron algunas parcelas de manera casi testimonial. ¿Qué ha pasado desde entonces?
Muchos años después, gracias al espíritu investigador y visión de futuro de las bodegas de vanguardia, el paisaje de la comarca comienza a recobrar el aspecto de sus orígenes. La todopoderosa Torres, una de las primeras en abrir mercados extranjeros, a la vez que plantaba viñas para alimentar su amplia gama, fomentaba entre los agricultores vecinos el cultivo de variedades tintas de buena calidad. Y no está solo. El triunfador de América, el cántabro Carrión (Jean León, en el mundo del vino), después de dar muchas vueltas por otros lares a la búsqueda del pago ideal para su “chateau”, se decidió por unas tierras de Torrelavit para plantar su sueño americano/bordelés. Sus variedades preferidas, los dos cabernet, sauvignon y franc (amén de una espléndida chardonnay), surtieron los primeros tintos serios de la cabernet en España, años antes que el “Falcon Crest” de televisión pusiera esta variedad de moda en todo el mundo. Bien es verdad que Jean León no fue profeta en su tierra: su vino, bien acogido en América, apenas alcanzó pena ni gloria en España.
Aquí, salvo en el caso de unos cuantos avisados, no se supo valorar aquel nuevo perfil de vino que, andando el tiempo, sería el del futuro. Estaba claro que se había adelantado quince o veinte años con respecto al paladar español. Aquellos tintos resultaban durísimos y agresivos, plenos, poderosos, con una gran estructura y tanicidad. Todo lo contrario de lo que reclamaba el consumidor en general, educado en los bien pulidos tintos hispanos capitaneados por los riojas. No tuvo más remedio que enarbolar bandera blanca: el gusto del público le empujó a recomponer su estrategia y a elaborar vinos mucho más amables, comprensibles y más fáciles de beber.
Hoy, una gran diversidad de cepas crecen en las soleadas colinas del Penedés. Las ull de llebre (tampranillo) conviven con las bordelesas merlot y las cabernets, la syrah e incluso la pinot noir. En fin, el Penedés se ha transformado en una denominación con un viñedo tinto moderno y variado, donde se elaboran vinos de distintas categorías y para todos los gustos. Jóvenes afrutados, maduros con su poquito de madera, exuberantes rosados y grandes reservas con poder, capaces de aguantar con dignidad quince años de crianza. La comarca cuenta, además, con tecnología de vanguardia, la gran mayoría de las bodegas posee equipos modernos y eficaces. Una puesta al día completada por la profesionalidad de sus elaboradores, muchos de ellos preparados en los santuarios de la enología de Burdeos o Montpellier.
Lo bueno de este cambio es que en la batalla por la supervivencia no han tenido que sucumbir las variedades blancas para favorecer a las tintas. Más de sesenta marcas de vinos tintos aguardan impacientes a que el consumidor se fije en ellas. Parece muy poco frente a las incontables bodegas de otras denominaciones de origen, como la Rioja. Pero, ¿son estos tintos tan buenos como los blancos? Pues bien, lo que oferta la tradicional comarca del cava a la parroquia moderna son unos tintos de cuidada presentación, elaboración impecable (no en vano se dispone de un elenco de profesionales muy cualificados), una justa relación calidad/precio, y, sobre todo, la novedad de variedades foráneas con el acento particular de un terruño que mira al Mediterráneo.
El esfuerzo no ha sido en vano. Porque, además de una amplia oferta de vinos, gracias a la introducción de nuevas y numerosas variedades y a diferentes formas de elaboración y de hacer empresa (no es lo mismo concebir el vino desde la perspectiva de Torres como de la de Albet y Noya), en el Penedés han nacido algunos de los mejores tintos españoles, como el Mas la Plana, desde hace años competidor de las grandes marcas de más allá de los Pirineos, el Gran Caus, o el Jean León, entre otros. Pocas veces en España se ha llevado a cabo, como en estos casos, un trabajo tan metódicamente estudiado, planificado, y sin prisas por obtener el éxito inmediato. La misma técnica que se debe emplear para ganar una partida de ajedrez jugando con las piezas negras. El resto es cuestión de imagen y promoción para que las blancas no eclipsen su victoria.