- Redacción
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- 1997-06-01 00:00:00
n la actualidad, Rueda es una tranquila villa castellana, algo que puede resultar sorprendente al viajero que hasta no hace muchos años cruzaba por el medio de una localidad bulliciosa, antes de que una nueva autovía la liberara de un tráfico insufrible. Rueda ha cambiado y mejorado tanto como el vino que lleva su nombre. En aquel bullicio de antaño en que la calle mayor era una carretera nacional, los establecimientos vendían, colgadas de sus puertas, las garrafas que escondían un caldo dorado y rancio. La mayor parte sin nombre ni apellidos. Hoy, los pocos que quedan ofrecen una infinidad de marcas con los nuevos vinos, algunos conocidos internacionalmente. Los vinos de Rueda gozan de un presente espléndido, aportan a la viticultura española un perfil nuevo, en el que las virtudes de sus variedades, además de proporcionar calidad, son fáciles de comprender. Este cambio se asienta principalmente en la uva Verdejo, una variedad única en el mundo, y no solo porque es la comarca donde más abunda, sino por su gran calidad. Siempre da la cara en cualquier elaboración: como blanco joven, donde exhibe su amplio paladar; con fermentación en barrica, descubrimiento y triunfo de enólogos franceses; e incluso en la elaboración de espumosos muy personales.
Las bodegas inscritas en la D.O. Rueda son de tipo familiar en su mayor parte, y las más grandes no pasan de lo que podría considerarse un tamaño medio. Ello hace que los vinos obtengan ese toque personal que los distingue entre sí y que tanto gusta.
En el duro trabajo que ha significado la modernización de sus productos, además del esfuerzo realizado por la mayoría de las bodegas, hay que reconocer la magnífica labor llevada a cabo por la Estación Enológica de Rueda. De ella surge la investigación en técnicas de recuperación de aromas, su fijación en los vinos, y una serie de adelantos que han dado un vuelco en la intensidad aromática de los vinos, principalmente de los hechos con Verdejo, tenida antes como uva con mucha boca y poca nariz. La Estación Enológica de Rueda está considerada entre las mejores y más modernas de España.
En el presente trabajo hemos querido analizar los vinos más significativos de la denominación: los de la cosecha del 96, que ahora en junio están en su momento de consumo ideal. Solo hemos catado los Rueda superior y los Sauvignon blanc. Hemos dejado para otro momento los del tipo Rueda, de un rango inferior, pero que en su mayoría poseen una muy buena relación calidad/precio. La comarca de la Denominación Rueda cuenta con unas características vitivinícolas específicas. La dureza del clima hace que el trabajo en la viña esté a merced de los elementos, principalmente de las heladas. Así, las podas se realizan largas, en previsión de la merma que suponen las heladas anuales para regularizar la cosecha, una especie de “poda natural”. El año que no ocurre este accidente, las producciones se disparan. Por ejemplo, la cosecha del 96 superó todas las previsiones. Se batieron todos los récords de producción, lo que derivó en no pocos problemas a la hora de vinificar y guardar tanto mosto. Sin embargo, no se puede decir que la cosecha haya perdido gracia. La impresión que hemos sacado de la cata es todo lo contrario: quizá sea una de las cosechas más expresivas en nariz.
El sauvignon de rueda, un tipo diferente
No se puede hablar de los vinos actuales sin citar los elaborados con esta magnífica variedad. Cuando las primeros sarmientos de esta cepa llegaron a Rueda en 1972, por impulso de Francisco Hurtado de Amézaga, ni el más optimista pensaba que se convertiría en una feliz alternativa a la tiranía de la Chardonnay. Hoy cuenta con el beneplácito del conocedor y se ha convertido en uno de los vinos con más carácter de España. Es todo un guiño a la modernidad, aunque con un peculiar estilo castellano. El aporte aromático a la uva verdejo fue espectacular y sus posibilidades apenas han hecho otra cosa que comenzar: pueden llegar a ser los complejos vinos blancos capaces de aguantar varios años de crianza en botella por los que tanto suspiramos. Aunque no podemos hablar de su definitiva aclimatación a las tierras de Castilla (una planta para desarrollar su propia característica o modificar algún clon necesitaría miles de años), sí podemos decir que sus vinos han marcado sus propios aromas con el influjo del clima y de la tierra. Esta revolución los ha situado entre los mejores blancos de España, y ha hecho de ellos una seria alternativa en el mercado internacional.