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Existe cierta confusión con los rosados, fruto, todo hay que decirlo, de la práctica habitual de mezclar vino tinto y blanco para ofrecerlo como tal. Sin embargo, para elaborar un auténtico rosado se parte de uvas tintas, o de la mezcla de uvas blancas y tintas. El primer paso es muy parecido al que se sigue para obtener un vino tinto; es decir, se estruja y despalilla la uva para conseguir el mosto. Ahora bien, como necesitamos más color que en un vino blanco, pero menos que en un tinto, el mosto se deja macerar sólo unas horas, generalmente de 8 a 24, con el hollejo. Una vez obtenido el color deseado, se extrae (sangra) el mosto de las cubas de maceración. A partir de aquí, se fermenta el mosto limpio, sin hollejos, en acero inoxidable a temperatura controlada, como si de un blanco se tratara.