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Montilla/Moriles: Promocionarse o morir

  • Redacción
  • 1998-05-01 00:00:00

Algo pasa con los vinos de Montilla/Moriles que, famosos hace siglos, no han sabido alcanzar hoy el reconocimiento que se merecen. Vinos generosos de Pedro Ximénez -el Pieter Siemens, soldado de los Tercios de Flandes, que trajo el primer sarmiento- que tienen que afrontar la dura competencia de sus vecinos jerezanos, y navegar a contracorriente de las modas y campañas antialcohólicas. Pocas personas, fuera de su Córdoba natal, piensan en esta zona cargada de historia y calidad cuando piden un fino, un amontillado, un generoso, o incluso un dulce.
A estos vinos les ocurre como a tantos otros de los llamados especiales. Estamos ante el fenómeno generalizado de lo que marcó, años atrás, la “moda light”, que afectó a los vinos con más de 12º de alcohol y que, en los que nos ocupa, su efecto se recrudece por tener menos defensas a nivel internacional que los famosos de Jerez u Oporto. Pero en los pagos de la Sierra de Montilla y de Moriles Altos los mostos alcanzan los 15 grados naturales, por lo que no precisan la adición de alcohol, como ocurre con los generosos del Marco de Jerez. Una ventaja, sin duda, a la hora de promocionar sus vinos.

Recetas para salir de una crisis

La DO es una de las más luchadoras e inquietas, y ha tratado por todos los medios de salir de la crisis con otros productos que gusten al personal (me consta que se han hecho intensos trabajos de investigación, incluso con variedades tintas). Y a la hora de repartir méritos, no hay que olvidarse de Manuel López Alejandre, desde hace bastantes años embajador omnipresente de Montilla/Moriles en todo el mundo. Actualmente hay bodegas que se afanan con los medios a su alcance por salir de la comarca y darse a conocer, acudiendo a ferias internacionales. Este grupo lo lidera Alvear, una de las primeras casas de España. Aunque también hay detrás firmas con una gran proyección y solidez en todos sus productos. Pérez Barquero, Toro Albalá, Navisa o Gracia Hnos. y alguno más, entre otros pocos, son las que se destacan a nivel nacional. Abundan las pequeñas bodegas, algunas de ellas bastante conocidas en la comarca, y casi todas abastecedoras del popular “barrilito” de generoso que presidía las barras de casi todos los bares de Andalucía e incluso de Madrid. Hace ya unos años que se decidió admitir, con gran acierto, los blancos jóvenes entre la lista de vinos que se podían elaborar al amparo de la Denominación de Origen. Esta decisión ha dado buena salida a los excedentes de mosto. Como resultado se obtienen vinos de corta vida, en los que todo es primoroso: excelente frutosidad, ligereza, buen equilibrio de acidez y gran frescura de paladar.

El disparate de los precios

Cierto es que también ocurren situaciones al menos curiosas. Por ejemplo, un vino del año puede costar alrededor de las 450 pesetas -no pongo en duda su valor- lo que supone cien pesetas más que el precio de un fino criado en esa misma bodega. El fino ha estado como mínimo tres años entre la flor y la crianza, inmovilizado su capital, bajo constantes cuidados. Además es el único vino generoso de Andalucía en el que todo su contenido alcohólico es natural, de la propia fermentación. Bueno, pues en cualquier establecimiento, supermercado o gran superficie se encuentran vinos, buenos vinos de crianza biológica, a menos de 300 ptas. Esto no se entiende si no es porque al consumidor nadie le ha explicado el mundo mágico del vino generoso, lo increíble que puede resultar un fino exquisito o un gran amontillado, que cuando es bueno, se coloca entre los grandes vinos del mundo.
Pero aunque el amontillado se llame así por la clara alusión a Montilla, donde la Pedro Ximénez cordobesa alcanza la categoría de lo sublime, la genialidad anida entre los dulces. Esos dulces únicos, densos, posiblemente los vinos más densos del mundo, tan oscuros, tan negros, que hasta la lágrima resulta teñida, maravillosamente perfumados, procedentes -los buenos y auténticos- de las uvas de los grandes pagos montillanos. Y aquí hay magníficos ejemplos: el de 1830 de Alvear, todo un lujo, los de Toro Albalá, el de Gracia Hnos. y tantos otros, son vinos que encandilan. Y esto lo reconocen hasta en la DO Jerez, cuyos grandes P. X. nacen en Córdoba, aunque apostillen que “por supuesto, para ser verdaderamente buenos deben criarse en Jerez”. Grandes vinos que se merecen mayor estima entre los consumidores.

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