- Redacción
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- 1998-05-01 00:00:00
Es la mayor y también la más antigua DO de Aragón. Produce más de la mitad de los vinos de esta región y comercializa más del 60% de los vinos de calidad. Pero eso son cifras, y las cifras -lo cuantitativo- hace tiempo que pasaron a segundo plano en los intereses y en la dedicación de los viticultores que animan la zona. Su línea de acción y de satisfacción corre hoy por la vía de la calidad, de la modernización del viñedo y la elaboración, y, por acciones comunes, no solo de comercio sino de prestigio y cultura.
Porque el azote del viento norte, del temido cierzo, sobre esta tierra dura, esta llanura pardo rojiza, ha cincelado en sus gentes un carácter tan robusto como social. Y la cosa viene de lejos. La patria chica de Goya, frontera de la Denominación, se bautizó Fuendetodos, generoso regalo de un bien tan precioso como el agua. Otra fuente sorprendió a Felipe II en su viaje por la región; sendos caños en la plaza de Cariñena manaban vino blanco y tinto “de los cuales cada uno bebía cuanto tenía gana”, según las crónicas de Cock.
El carácter colectivo, reflejado hoy en forma de activas cooperativas, pervive en el fondo del vino. Por lo demás, todo ha cambiado. Cariñena ya no es sinónimo de caldos recios y alcohólicos a granel -recuerdo histórico de aquellos que ya están documentados en la zona tres siglos antes de nuestra era, los que canta El Quijote o enchispan a Don Mendo- sino de botellas garantizadas y bien vestidas que albergan vinos equilibrados y con carácter.
Los nuevos cultivos en espaldera, que permiten el trabajo con máquina y el control puntilloso, son el sustento de caldos adaptados al gusto actual, algo que se viene reflejando en catas y premios y en la aceptación y aprecio por parte de los conocedores.
El lema es que la calidad empieza en la tierra y en la uva. Así, por ejemplo, se fomenta la restauración de la cepa Cariñena (Mazuela) que, exportada después de la filoxera, se prestigió en el viñedo francés de Alpes/Ródano, mientras aquí iba siendo desplazada por la Garnacha. Así, también, se promueve el cuidado sanitario del viñedo por sistemas más respetuosos con el medio, como los métodos insecticidas de confusión sexual. O se controla día a día el punto de madurez de cada plantación, para vendimiar antes de que el tórrido verano merme sus aromas y su acidez ideal.
Las diferentes uvas y tratamientos caracterizan la variedad de vinos amparados por la DO, blancos, rosados y tintos jóvenes; tintos con crianza, reserva y gran reserva y el recuerdo tradicional de los añejos y los dulces, vinos de licor y moscateles. Un surtido capaz de acompañar, de sorpresa en sorpresa, desde el aperitivo hasta el postre.
Quienes deciden probarlos in situ, en un recorrido por la zona, se encuentran con una sorpresa más. Una hermosa bodega de principios de siglo, restaurada y habilitada, alberga el Museo del Vino donde desde hace pocos años se recopila y preserva una cultura milenaria.