- Redacción
- •
- 2000-04-01 00:00:00
Laderas de viñedos con escarpadas terrazas de piedra en otoño. Un río serpentea por el valle. Un paisaje de viñas difícilmente podría tener más encanto. A veces, el sabor del vino de cada terraza es un poco distinto. Pero, ¿tiene futuro este viejo paisaje cultural? Hace apenas diez años casi nadie hubiera creído en su supervivencia en el Duero, en Wallis, Cinque Terre o Banyuls. Como en la zona central del Rin, los viñedos inclinados se consideraban un anacronismo en nuestros tiempos modernos. Aunque en algunos lugares, esta tendencia fue paliada gracias al hecho de que algunos estaban dispuestos a pagar mucho dinero por excelentes vinos de terruño. Pero ¿es suficiente para garantizar su supervivencia?
Antiguamente, los suelos fructíferos se destinaban a los cereales y las verduras, y los viñedos se plantaban en las laderas de los montes. A los vinicultores y sus cepas sólo les quedaba la tierra árida y pedregosa, las pendientes casi accesibles. Construyeron laboriosamente muros y terrazas. Cargaban sobre sus hombros piedras, plantones, aperos y demás equipo, y los subían con la sola fuerza de sus músculos; en otoño, bajaban del mismo modo el fruto de su esfuerzo. Tenían que encordarse para no despeñarse. En muchos casos, esto no ha cambiado. La vinicultura en laderas empinadas es una de las profesiones más duras de la agricultura.
Toda moneda tiene dos caras. Actualmente consideramos las regiones con viñedos en pendiente entre los paisajes vinícolas más bellos de la tierra. Con frecuencia, los viñedos más escarpados nos regalan los vinos más finos y llenos de carácter. Y sin embargo, la vinicultura en pendiente se debate entre el himno y el réquiem, entre la agonía y el júbilo, entre el baldío y la revitalización, entre la rareza exclusiva y la bancarrota. Si se perdiera la lucha, junto a un paisaje cultural singularísimo, desaparecería también el vino marcado de terruño, porque no podría ser más individual.
Viñedos inclinados
«Con el sudor de tu frente»
Ríos de sudor corren desde la fatigosa plantación de un viñedo inclinado hasta la primera bendición de una vendimia. Quien ha de transportar la uva bajo el calor aplastante maldice semejante bendición.
Viñedos inclinados
Para turistas y viticultores arriesgados
Para plantar vides, escardar las malas hierbas y vendimiar uva allí, no se puede padecer de vértigo. El visitante ocioso puede encontrar ahí el paisaje de sus sueños. Pero el que ha de ganarse el pan puede desesperar.
El turismo es, a la vez, amigo y enemigo de este hechizante decorado de viñas. Lleva a las regiones vinícolas visitantes a los que les gusta este paisaje romántico y tradicional, que pasean con agrado por las terrazas y que disfrutan tanto de las vistas como del vino de la bodega cercana.
Por otra parte, en muchas regiones el turismo tiene más éxito que la propia vinicultura sobre escarpadas laderas y paisajes abruptos. A nadie extraña, pues es más fácil ganarse la vida en las bodegas, hoteles y playas cercanas. Los jóvenes se ven obligados a emigrar. Las regiones ricas en tradición, como el Priorato y la Ribeira Sacra, en España, o Cinque Terre y el valle de Aosta, en Italia, se desangrarían si el Estado no las protegiera, o si una nueva generación de vinicultores no hiciera el milagro de producir grandes vinos en las viejas terrazas.